Lázaro Cárdenas tuvo listo el fuego; aniversario de la Expropiación Petrolera

En marzo de 1925, Lázaro Cárdenas del Río llevaba un año luciendo las dos estrellas junto al Escudo Nacional que le daban el rango de general de brigada, cuando se hizo cargo de la 36 Jefatura de Operaciones Militares de La Huasteca, con sede en Villa Cuauhtémoc, pleno corazón de la industria petrolera en esa época.

La zona estaba caliente: los sindicatos y las empresas extranjeras le escamoteaban los impuestos al gobierno y se mantenían enfrascadas en diferendos laborales. La riqueza del subsuelo era evidente: el petróleo salía prácticamente con simplemente hacer un hoyito y la avaricia de las empresas no tenía límite. El 18 de marzo de 1925 —cuando el general Lázaro Cárdenas estaba en la zona, él llegó 16 días antes— se publicó en la primera plana esta noticia:

Un gran pozo petrolero que ha brotado en Tierra Blanca”. La información señalaba que ese pozo, el número 44, que se había empezado a perforar el 15 de febrero anterior, era capaz de producir entre 150 mil y 200 mil barriles diarios.

En esas tierras veracruza-nas, el general michoacano de 30 años de edad conoció y vivió personalmente la forma arbitraria como se manejaban las compañías petroleras, todas extrajeras.

Fue testigo de cómo sometían a los trabajadores y cómo, con el amparo del gobierno de Estados Unidos, intentaban ponerse por encima del gobierno mexicano del general Plutarco Elías Calles, amagando, incluso con una invasión militar, para proteger a sus empresas petroleras.

El 29 de marzo de 1927 el titular principal de un diario nacional dice: “Infame maquinación para que México y los Estados Unidos rompieran sus relaciones”.

Se trataba de la información que intercambiaron funcionarios de Estados Unidos, en preparación de una invasión militar por los desacuerdos entre el gobierno de México y las empresas petroleras.

 El plan estadunidense estaba en documentos que fueron interceptados por el presidente Calles y revelados por el diario estadunidense The New York Times un día antes.

El rotativo neoyorquino tituló en su primera plana esa información así: “Encontraron documentos fabricados que atacan a México en un complot para generar una crisis; Calles tuvo acceso a mensajes. Los interpretó como una incitación a la guerra o respaldando una revolución”.

Fue a raíz de este hecho que el presidente Calles le ordenó al general Cárdenas prenderles fuego a los pozos petroleros si se daba la invasión estadunidense programada y descubierta gracias a un espía que Calles tenía y que se identificaba en los documentos como “10-B” y de quien hasta ahora no se conoce su identidad.

Esa vivencia que Cárdenas del Río tuvo durante tres años (dejó la Huasteca en 1928 para ser gobernador del estado de Michoacán, ya como general de división), marcó el criterio del general Cárdenas hacia las empresas petroleras.

La presidencia de Lázaro Cárdenas inició en 1934.

En ese tiempo las empresas petroleras extranjeras radicalizaron su postura frente al Estado Mexicano. Al grado de incumplir un laudo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Todo eso fue clave para que el 18 de marzo de 1938, cuatro años después de haber llegado a la Presidencia de México, ejecutara lo que se convirtió en su legado histórico: la Expropiación Petrolera.

CON MÚGICA EN LOS CAMPOS PETROLEROS

Con motivo del 35 aniversario de la Expropiación Petrolera, el domingo 18 de marzo de 1973, Excélsior publicó en el suplemento Diorama de la Cultura un texto del historiador Armando de María y Campos sobre ese hecho titulado La expropiación: verdad verdadera y verdad política.

El texto publicado post mortem, De María y Campos murió en 1967, fue publicado en virtud de que arrojaba “nuevas luces sobre nombres, fechas y sucedidos de la intensa etapa que culminó con el mayor acto independiente de este siglo”, dice uno de los sumarios del artículo.

En el texto de De María y Campos, que se especializó en la vida del general Francisco J. Múgica, michoacano, que ya en 1925 era exgobernador de ese estado, menciona que Cárdenas y Múgica —quien llegó a ser secretario de Economía y de Comunicaciones en el mandato de Cárdenas— juntos, vieron de cerca la situación de la zona petrolera, el comportamiento de las empresas y la situación de los trabajadores.

En una anotación del 19 de abril de 1954 en sus apuntes, el general Cárdenas recordó que Múgica llegó a la Huasteca como socio de Luis Cabrera y ambos representaban los intereses de la Casa Núñez, una empresa mexicana que llevó a juicio a la petrolera Pen-Mex, que Múgica y Cabrera ganaron.

En varias expediciones que realicé por los campos petroleros de las compañías extranjeras me acompañó el general Múgica y juntos presenciamos la actitud altanera de los empleados extranjeros con los trabajadores mexicanos.

Las compañías estimulaban la rebelión en contra del gobierno para consumar sus despojos a los dueños de terrenos y extraer de contrabando la mayor cantidad de petróleo. La vigilancia de los inspectores del gobierno no podía resultar eficaz con rebelión en la propia zona.

Mantenían a la población obrera en pésimas habitaciones, en tanto que las casas de los empleados extranjeros sobresalían por sus comodidades.

Fue en una ocasión que cruzamos con el general Múgica por los campos petroleros de Cerro Azul y Potrero del Llano, nos vimos detenidos en las puertas de las compañías, que carreaban los caminos, y fue después de una hora de espera que llegaron sus guardias a abrirnos paso. Y eso ocurría al propio comandante de la Zona Militar. Había que tolerarlos por las consideraciones que les concedía el gobierno. Comentamos con el general Múgica tan humillante situación para los mexicanos”, escribió el general Cárdenas.

UN AUTOMÓVIL PARA SOBORNAR AL GENERAL

De María y Campos escribió que las acciones del general Cárdenas desconcertaron a los encargados de las petroleras en la zona de la Huasteca y recreó este pasaje:

Un buen día llegó el representante de una de las compañías petroleras manejando hasta las puertas de la propia comandancia militar, un deslumbrante Packard sedán, que era una fortuna sobre cuatro ruedas. El empleado petrolero se hizo anunciar con el general y cuando fue recibido le dijo: Señor, la compañía, como prueba de su más alta estimación y respeto, considera un honor ofrecer a usted el automóvil que he conducido hasta la puerta, el que desde este momento es suyo sin reservas de ninguna naturaleza.

Cárdenas —sigue el texto de 1973— vio el lujoso auto desde la ventana de su oficina y cortésmente contestó:

Sírvase usted expresar a su compañía que estoy sumamente agradecido por el regalo que me ofrece, pero que irrevocablemente lo rehuso. He traído un automóvil conmigo, el que para mis necesidades es suficiente. ¡Muchas gracias!”.

El auto que llevó Cárdenas era un Hudson, que a las semanas dejó de ser útil y tuvo que comprar un Dodge que pagó en abonos mensuales de 100 pesos.

En el libro más reciente escrito por Cuauhtémoc Cárdenas, Cárdenas por Cárdenas, el hijo del general y excandidato presidencial obviamente redactó un capítulo sobre la llegada del general a la Huasteca.

El capítulo se llama En la tierra del petróleo. En esta parte de Cárdenas por Cárdenas, el autor echa mano de los apuntes de su padre para recrear aquella época en la zona petrolera, que el general recordó el 23 de marzo de 1938, cinco días después de la expropiación.

En 1926 el general Heriberto Jara, gobernador del estado de Veracruz, visitó el norte del propio estado y conoció de cerca el problema suscitado entre la Huasteca Petroleum Company (empresa fundada en 1906) y sus trabajadores, problema que fue resuelto en favor de los trabajadores durante el gobierno del general Calles.

El general Jara llegó a Villa Cuauhtémoc, lugar en el que residía el cuartel general de la Zona Militar de la Huasteca veracruzana y permaneció ahí varios días. A su regreso a Jalapa, lo acompañé haciendo el viaje por las brechas, a lo largo de la costa.

Me habló de los problemas que con frecuencia ocasionaban las empresas petroleras, que se negaban a cumplir las prestaciones a sus trabajadores estipuladas en la ley, haciendo alarde de contar con apoyos poderosos, sintiéndose en “tierra de conquista” pero estamos avanzando, manifestó, en la organización sindical que sabrá defender sus derechos”.

“UN MANIFIESTO QUE LLEGUE AL ALMA”

En el texto de De María y Campos, menciona que el 10 de marzo de 1938 el general Múgica, que entonces estaba en su oficina de la Secretaría de Comunicaciones, en la calle de Tacuba, recibió a un propio de la Presidencia de la República que le llevaba un sobre dirigido a él escrito con puño y letra por el Presidente de México, el general Lázaro Cárdenas del Río.

La misiva era la instrucción para que Múgica redactara “un manifiesto que llegue al alma de todo el pueblo, que le haga comprender el momento histórico que vive la Nación y la transcendencia del paso que se da en defensa de la dignidad del país. Hacer historia…”

Más adelante, en la carta presidencial se leía: “Debemos expresar que el Estado al hacer uso de la Ley de Expropiación es porque se ve obligado a ello, que los industriales en el país sepan que el actual gobierno desea seguir contando con la cooperación del capital privado, así sea nacional o extranjero”.

De acuerdo con el texto publicado en el suplemento cultural de

Excélsior, del 18 de marzo de hace 45 años, la noche del 17 de marzo de 1938, cuando se supo de la ruptura de contratos de trabajo entre las petroleras y sus trabajadores, un grupo de empleados en la refinería Árbol Grande (en Ciudad Madero, Tamaulipas), encerró a los que entonces todavía eran jefes para decirles que a partir de las cero horas del 18 de marzo, es decir en un momentos más, dejarían de ser los mandamases, “puesto que a las cero horas del 18 de marzo se hacían cargo de toda la industria petrolera…”

En cuanto los exjefes de la Árbol Grande salieron, dice el texto de Armando de María y Campos, 300 empleados sindicalizados colocaron la Bandera de México en el asta de la planta.

William Cameron Townsend, que en 1952 escribió Lázaro Cárdenas, el Mexicano demócrata, en una parte de esa biografía apuntó que varios días después de consumada la expropiación petrolera, y ante la amenaza que hubo entre 1925 y 1927 de una invasión de tropas de Estados Unidos por los

desacuerdos con el gobierno de México por los asuntos de las empresas petroleras, lo oyó decir al general Cárdenas:

El conflicto ha sido ganado. Pues han pasado muchos días y no se han presentado en nuestras costas los barcos de guerra”.

El texto póstumo de Armando de María y Campos señala que de forma privada Cárdenas del Río habló de lo que hubiera hecho en caso de que el gobierno de Washington cumpliera la amenaza de enviar a sus soldados y marinos a los campos petroleros de México.

Lo que el presidente Lázaro Cárdenas del Río habría hecho en 1938 era lo mismo que en 1927 le había ordenado el entonces presidente

Plutarco Elías Calles.

Se habría inutilizado todo el equipo, incendiándose al mismo tiempo los campos petroleros; para destruir la manzana de la discordia, cuya pulpa no podría ser para México; se hubieran dinamitado los pozos, y toda la refinería y tanques de almacenamiento hubieran sido volados. México prefería sacrificar su petróleo antes que su dignidad y el respeto que le era debido”.