Leonardo Padura; dio un jonrón y vuela a home

Leonardo Padura (La Habana, 1955) es el escritor cubano más importante de nuestro tiempo y está en la Ciudad de México para presentar La transparencia del tiempo, su más reciente novela, donde continúa la saga del detective Mario Conde, quien ahora es un ex policía retirado que busca una escultura antigua de la Virgen de Regla.

En entrevista con un Diario de circulación nacional, el también autor de Pasado perfecto se autodefinió como un habanero irredento que admira la prosa de Fernando del Paso, una aspiradora que recoge el polvo insignificante de la realidad, fanático del bolero, de Rubén Blades, Willie Colón, Cheo Feliciano y de bandas como The Beatles, Chicago y Led Zeppelin, un pelotero que con esta novela ha tirado otro jonrón y ahora recorre todas las bases para volver a casa.

¿Qué tipo de beisbolista sería usted?, se le pregunta al también autor de El hombre que amaba los perros. “Si yo fuera jugador de beisbol sería de los malos. Nunca tuve condiciones físicas excepcionales para jugar, aunque sí tenía mucha picardía e inteligencia para hacerlo. Creo que habría sido un buen mánager, porque conozco mucho sobre beisbol y lo he visto desde niño. Para mí, el beisbol es una pasión, una religión y, aunque me ha decepcionado en los últimos tiempos, es un deporte condenado a tener una muerte lenta, pues es más decimonónico que actual”.

¿Por qué nunca ha escrito una novela sobre el beisbol? “Es una pasión que no he podido convertir en literatura. Sí está presente en mis novelas, pero es una carencia que no he resuelto. Ojalá algún día pueda escribir una novela sobre el beisbol”.

¿Cómo relaciona este deporte con la literatura? “El beisbol es el más intelectual de los deportes con pelota. Se trata de un deporte muy cerebral y su esencia radica en que es un deporte con pelota… virado al revés, es decir, donde el equipo que está a la defensiva es el que tiene la pelota, lo cual es distinto en todos los otros. Además, es un deporte que, en el momento en que aparentemente no pasa nada, se toman las decisiones”.

¿Y su equipo favorito? “En Cuba, durante 60 años, fue el equipo de Los Industriales de La Habana, pero últimamente he renegado de ellos por distintas razones; y en las grandes ligas le voy al equipo que más cubanos tenga en su alineación. Este año tuve una gran duda entre Houston y Dodgers en la Serie Mundial”.

¿Cómo concibe la relación entre el cine y la literatura, tras la llegada de sus historias a la plataforma Netflix? “A la relación entre el cine y la literatura le llamo las relaciones peligrosas, porque, como se sabe, el cine se ha nutrido de la literatura desde los orígenes y el cine ha transformado el lenguaje literario. Lo que hay que entender es que son dos expresiones que pueden estar muy cerca, pero son distintas. En una el único instrumento del escritor son las palabras y en la otra las palabras son utilitarias y lo que funciona es la imagen y el sonido. Lo que sí creo importante es la posibilidad de que el cine prolongue la vida de la obra literaria, con una lectura que llegue a consumidores de literatura y otros que sólo acuden al cine. Creo que las películas basadas en las novelas que más nos gustan son las que vemos sin haber leído la novela, porque es inevitable hacer la comparación y eso es injusto, es como comparar a un caballo con el avión más veloz del mundo.”

¿Qué lo une a las letras mexicanas? “Cuando leí Palinuro de México sentí una conmoción y lo mismo con Noticias del imperio. Soy un ferviente admirador de Fernando del Paso. Pero también tengo comunicación con mis colegas de literatura policiaca como Paco Ignacio Taibo II, Élmer Mendoza, y otros que admiro como Jorge Volpi, y muchos que injustamente estoy dejando fuera porque me preguntas de repente”.

¿Hay una esencia en su literatura? “Creo que la violencia con que se expresa un campesino de Jalisco puede ser un estereotipo, pero en manos de Juan Rulfo se convirtió en una proyección universal del comportamiento humano. Miguel de Unamuno decía que hemos de hallar lo universal en las entrañas de lo local. Ése es el secreto de la literatura: partir de un pequeño núcleo en el cual hay un conflicto humano que es proyectado a muchas personas. Por lo tanto, a la hora de escribir uno tiene una pequeña conciencia de para qué escribe. En mi caso, esa conciencia es muy grande. Por eso podría caerme una gran historia del cielo y no sabría utilizarla Porque no conocemos ese lugar misterioso de donde salen las novelas, sólo sabemos que tiene que ver con la subjetividad de cada persona”.

¿Cómo se refleja la poesía en su literatura? “Soy un mal lector de poesía. Leo poetas que me interesan… y soy un pésimo poeta. Una vez le escribí algún poema a mi mujer cuando la estaba enamorando, pero debió ser la cosa más horrible del mundo. Sin embargo, creo en lograr la mejor expresión. También está en el sonido de las palabras. Y por eso, cuando lees a autores como Borges, García Márquez o Lezama Lima, te das cuenta de que ahí hay una caricia con el lenguaje capaz de tocarte como lector. Así que yo trato de cuidar las cadencias de mi ejercicio narrativo. No se puede escribir prosa sin contar con la belleza de la lengua, cuya verdadera expresión está en la poesía”, concluyó.

 LA NOVELA, EL REINO DE LA LIBERTAD

A Leonardo Padura le sorprende que hoy en México todo mundo hable sobre política y que en los últimos meses haya crecido la inseguridad. “Es una percepción que, por una parte, me parece lógica y por la otra terrible. Lo lógico es que hoy todos hablen de política y que no haya una persona que no me dé alguna opinión sobre lo que pasa”, expresó ayer el autor cubano durante una charla con medios.

“Y la otra, más lamentable, es que me hablan de los niveles de inseguridad que se están viviendo, incluso en sitios que antes eran ajenos a la violencia… lo cual afecta muchísimo a la sociedad y a su vida espiritual.”

Después habló sobre Mario Conde, su personaje emblema, la Cuba de hoy, la diáspora y la libertad.

“Escribí esta novela (para reflexionar sobre la libertad) y lo dejé como una interrogación para preguntarme hasta qué punto el acto mismo de la escritura es un acto de liberación. Sin embargo, yo creo que la novela como género es el reino de la libertad”.

Además abordó  la relación existente entre Mario Conde y el autor.

“Bueno, Conde tiene 60 años (Padura 62) y eso da una perspectiva de la vida. Él tiene su profesión y yo la mía. La mía es, aparentemente, un poco más sedentaria. Pero los 60 años te hacen ver el mundo de una manera diferente, sabes que has vivido la mayor parte de tu vida y que te queda un epílogo que puede ser más o menos prolongado, 20 o 30 años si tienes suerte, pero mientras podamos Conde y yo vamos a seguir juntos tratando de entendernos y entender la realidad”.

Autodefinido como un autor habanero, aseguró que mantiene una deuda con dos monstruos de las letras cubanas: “Creo que, sin la lectura de Carpentier y Cabrera Infante, no tendría la percepción literaria de La Habana”.

Y reconoció que siente una obsesión por el tema de la diáspora en Cuba, por lo que quizá ése sea el tema de su próxima novela, “pues tal como sucede en muchas partes del mundo, existe un movimiento y un proceso de derrumbe físico y moral de la cultura, en particular de la cubana”.

Una prueba de ello es la existencia del reguetón, dijo, tema que aparece en La transparencia del tiempo.

“El reguetón es una consecuencia de ese deterioro ético, cultural de algunas sociedades, y en esta novela Conde trata de hacer una especie de fortaleza o muralla en la cual refugiarse de eso y preservar lo que considera más importante”.

Y dijo que estos asuntos le causan temor. “Me odiaría si me convirtiera en un viejo conservador, uno tiende a ver la vida desde la perspectiva de su experiencia, de su edad, de sus expectativas del futuro y su desencanto con el pasado… pero debe dejar un espacio para comprender a los otros”.