“Solo Dios sabe lo que se está haciendo con el cerebro de los niños”

La perturbadora frase es de Sean Parker y la cita Joseba Elola en un interesante artículo1 publicado por El País el 17 de febrero con el título Rebelión contra las redes sociales en el que analiza el creciente descrédito de tan importante herramienta de la comunicación humana en estos tiempos. Con ese dicho, Parker, creador de Napster, la plataforma que puso en jaque a la industria discográfica, remataba una intervención el 8 de noviembre de 2017 durante una reunión de la firma Axios en Filadelfia, en la que entre otras cosas declaró que se arrepentía de haber impulsado Facebook, plataforma de la que fue el primer presidente.

Abiertamente en dicha conferencia, como lo narra textualmente Elola en su artículo, también explicó que para conseguir que la gente permaneciera mucho tiempo en la red, había que generar descargas de dopamina, pequeños instantes de felicidad; y que éstas vendrían de la mano de los me gusta de los amigos. “Eso explota una vulnerabilidad de la psicología humana”, afirmó. “Los inventores de esto, tanto yo, como Mark [Zuckerberg], como Kevin Systrom [Instagram] y toda esa gente, lo sabíamos. A pesar de ello, lo hicimos”.

Me he encontrado este y otros artículos en el mismo sentido, ahora que he dedicado algún tiempo a analizar el entorno en el que habrán de llevarse a cabo las que son, a mi juicio, las más importantes y complejas elecciones del México moderno. Y ni dudar que dicho entorno está profundamente marcado, lo mismo por los “millennials” (de quienes ya nos ocupamos la semana pasada), que por las llamadas redes sociales, que no pueden quedar al margen de un análisis serio de lo que nos puede esperar como nación, hacia el mes de julio de 2018.

Los ciudadanos suelen acudir a dichas Redes para obtener opiniones e información política, más allá de las noticias y debates que se transmiten por otros medios masivos, como el radio o la TV. Estas redes utilizan inteligencia artificial para generar las noticias que podrían interesar al usuario. Sin embargo, lo más destacable, al observarlas como elemento influyente en los procesos electorales, es que han mutado de ser un instrumento para conectar a las personas, a una herramienta de operación política, cuando originalmente parecieron empoderar al ciudadano, como lo pudimos observar en la primavera árabe. Indudablemente, dicho empoderamiento persiste, pero lo verdaderamente intrigante y cuestionable, es quién está detrás de la información que se genera y qué objetivo persigue manipulando a los usuarios de las redes.

Hoy en día, Facebook enfrenta una crisis para verificar el contenido de su plataforma e implementar el Honest Ads Act de 2017 que regula la publicidad que se vende en línea. Durante la campaña de 2016 en Estados Unidos, Facebook tenía un equipo de curadores de noticias que seleccionaba el material ofensivo o falso; sin embargo, esto resultó en acusaciones de que el equipo eliminaba noticias de Trump para favorecer a Clinton. Asimismo, miembros de ambos partidos acusaron a Facebook de vender contenido pagado a ciudadanos rusos que publicaron noticias falsas. Esto llevó a la empresa a reemplazar a los curadores por un algoritmo para detectar noticas falsas, mismo que no ha logrado solucionar el problema, sino al contrario, quizás, lo ha empeorado.

En octubre de 2017, el Comité de Justicia del Congreso estadounidense citó a Facebook para comparecer sobre la interferencia rusa en las elecciones de 2016. La empresa señaló que, durante la campaña, 126 millones de usuarios accedieron a contenidos generados por cuentas vinculadas a Rusia, las cuales produjeron noticias falsas en cerca de mil videos en YouTube y 131,000 mensajes en Twitter. Algunas como Facebook o Twitter privilegian en sus algoritmos los anuncios políticos personalizados y los anuncios pagados, así mismo, los políticos también disponen del big data y la inteligencia artificial para aumentar la efectividad de sus mensajes en la campaña. Esto supone un problema cuando Facebook recibe ingresos por la publicidad pagada.

 La empresa Cambridge Analytica lanzó una campaña publicitaria en Facebook para detectar a los votantes en función de su psicología. Esta campaña de focalización múltiple buscó influir en las emociones de las personas mediante mensajes basados en su susceptibilidad a diferentes argumentos: aquellos con un perfil paranoico recibieron mensajes basados ??en el miedo; aquellos con una predisposición conservadora recibieron anuncios con mensajes tradicionales y de la comunidad. Esta focalización fue posible gracias a los datos en tiempo real sobre los votantes, desde su comportamiento en Facebook, hasta sus patrones de consumo y relaciones. Así, el equipo de Cambridge trazó las huellas de Internet que los usuarios dejaron para construir perfiles conductuales y psicográficos únicos.

Otra distorsión en las redes sociales durante las campañas de las elecciones estadounidenses de 2016 y las elecciones de 2017 en el Reino Unido y Francia, fue que se desplegaron bots2 políticos para difundir información errónea y noticias falsas. En las elecciones de 2016, los bots pro-Trump generaron hashtags de Twitter y mensajes en páginas de Facebook utilizadas por los seguidores de Hillary Clinton para difundir contenido automatizado. Un ejemplo de esto en otras latitudes, fue la información falsa sobre las transacciones financieras de Emmanuel Macron, con el hashtag #MacronLeaks para impulsar esta tendencia desde cuentas apócrifas.

Las redes pueden utilizarse para conducir mejores campañas de una manera más ética y legítima. The Economist recomendaba que las plataformas deberían revelar la fuente de una noticia, es decir si proviene de un amigo o un sitio de noticias. Así, es posible programar bots políticos para detectar artículos que contienen desinformación conocida, emitir advertencias de información sospechosa y dar más visibilidad y mayor focalización a las opiniones expresadas por ciudadanos sobre sus representantes y políticos.

Ya veremos que sucede. Por lo pronto, creo que queda bien una adaptación a la frase de Parker: Solo Dios sabe que se está haciendo con el cerebro de los electores. ¡Que mello!