Estado de la… ¿Qué?

En la noche del 30 de enero, el presidente Donald Trump dio su primer discurso del Estado de la Unión, es decir, el informe de gobierno ante el Congreso de Estados Unidos. Su estrategia consistió en exaltar el sentimiento nacionalista americano a lo largo de todo el informe. A cada hazaña presentada, cada logro de su agenda había sido “nunca antes visto”, o el “más grande en la historia de América”. A estas frases seguía una ovación de la mitad republicana del Congreso y aplausos del mismo Trump girando el torso hacia los miembros de su partido. Más tarde acusaría a los congresistas demócratas de antinacionalistas y traicioneros por no haber aplaudido y tener cara de “muertos” mientras él hablaba.

Y esta actitud ha tomado desde su campaña por la presidencia. En ese entonces ya se podían prever por lo menos cuatro años de un Estados Unidos dividido. El evento dio prueba de la polarización entre partidos y entre ciudadanos que es vigente. Trump se convirtió en presidente, entre otras razones, por ser popular entre los ciudadanos “olvidados” por las políticas progresistas de años recientes. Sin embargo, no titubeó en delimitar su definición de ciudadano americano. El estado de la Unión de Trump es uno en el que muchos quedan fuera.

Trump utilizó recursos lingüísticos para apelar al sentimiento con el que todo humano se puede conectar. Hizo mención al heroísmo demostrado por ciudadanos que arriesgaron sus vidas enfrentado desastres naturales como los recientes incendios en el estado de California o como los huracanes Irma, Harvey y María. Ese mismo llamado al lado humano de la audiencia, lo manipuló también para ilustrar la historia de dos adolecentes que fueron asesinadas por una pandilla de inmigrantes ilegales invocando al estereotipo de “asesinos y violadores”.

En cuanto a política exterior, Trump vive en un mundo donde la cooperación es dañina a sus intereses, pues tiene una percepción de juego suma cero para cualquier intento de colaboración. Quizá lo anterior pueda resumir la agenda exterior que hasta ahora ha impulsado: tratar de deslindarse de la comunidad internacional, bajo la premisa de que si a un país distinto le va bien, significa un pérdida para Estados Unidos.

Con todos alrededor de 46 millones de pares de ojos puestos en él, todas sus afirmaciones fueron sometidas a revisión. Politifact estableció que de las cinco principales declaraciones que hizo, una fue verdad, tres fueron mayoritariamente verdaderas, dos mitad verdaderas, cuatro fueron mayoritariamente falsas y dos completamente falsas.

Una de las afirmaciones falsas la hizo al decir que en Estados Unidos las tarjetas verdes, con las que los inmigrantes se vuelven legales, se otorgan completamente al azar a través de una lotería. Los participantes de esa lotería sí se seleccionan aleatoriamente, pero los participantes necesitan cumplir con ciertos requisitos de experiencia laboral y educación. La otra afirmación falsa fue que su gobierno había hecho el recorte de impuestos más grande de la historia de su país. No es sino la cuarta más grande ajustada a la inflación y la séptima como porcentaje del PIB.

Su estilo de gobierno deja de lado lo racional y la lógica. Para el señor la verdad es secundaria ante su imagen pública, como si viviera en una telenovela. La administración de Trump nos da un ejemplo a nosotros los mexicanos de qué es lo que sucede cuando la pasión ciega se mezcla con la política. Eso es algo que debemos tener muy presente cuando escuchemos las propuestas de nuestros aspirantes a la presidencia. En algunas cosas, hasta se parece a ya sabes quién.

@eugeniacodelaro