Independientes ¿Candidatos bisagra?

El19 de marzo de 2015 di comienzo al análisis de un tema que ha llamado poderosamente mi atención: el de los candidatos independientes, figura de muy reciente reconocimiento por nuestra legislación político electoral. En aquella columna titulada El dilema ¿Voto por ciudadanos o por partidos?, subrayé que me parecía que una figura como esta, desvinculada de los partidos políticos, podría llamar la atención de la ciudadanía y ser un factor que influyera significativamente los siguientes procesos electorales, dada la aparente aversión de una parte importante del electorado por estas organizaciones. Y como ejemplo sobresaliente, puse el de Sergio Fajardo en Colombia, quien fue alcalde de Medellín y gobernador posteriormente de la provincia de Antioquia.

Después de que varios lectores me cuestionaron afirmando que era imposible que un ciudadano como tal, pudiera ganar una elección en un entorno como el de México, el 21 de mayo de ese mismo año, motivado por el avance electoral de El Bronco, en Nuevo León,  publiqué otra colaboración editorial llamada ¡¿No que no?!, en la que básicamente hacía notar la forma en que alguien, con mucho menos recursos que los de los principales partidos, y haciendo a un lado a los medios de comunicación (salvo a unos contados, como el diario Reforma, que hoy lo critica severamente), mostraba grandes posibilidades de ganar en la contienda por la gubernatura.

A menos de un mes de distancia, después del indiscutible triunfo de El Bronco, ya estaba yo publicando otra con el chocante título de ¡Se los dije!… ¡Y lo que falta! refiriéndome, en la segunda parte a lo que me parecía entonces que faltaba por ver en este tema y que ahora estamos atestiguando: la participación de candidatos independientes para la presidencia de la república, ni más ni menos. Y con ello, la posibilidad de que influyan de manera importante en sus resultados.

Hoy vuelvo sobre el tema, trayendo de nuevo, como útil referente, la experiencia colombiana en donde el próximo 11 de marzo, se presentarán nueve candidatos independientes. Entre ellos se encuentra, por cierto, aquel Sergio Fajardo que tanto ha llamado mi atención. Colombia, al igual que México, enfrenta un escenario de fragmentación política y de baja aprobación de los partidos políticos tradicionales que ha propiciado el surgimiento de esos candidatos independientes para las elecciones del próximo mes de marzo.

En Colombia, la Ley 1475 en materia electoral, señala que una organización de ciudadanos puede registrar a un candidato un mes antes de las elecciones. Éste debe reunir firmas equivalentes al 3% de los votos válidos en la anterior elección presidencial, por lo que para la elección de 2018 se necesitarían 461,163 firmas. Este requisito de 3% también aplica para otros cargos de representación. Adicionalmente, los independientes deben pagar un registro de 390 salarios mínimos colombianos que equivalen a 95,024 dólares. Esto, aunque allá se calcula sobre los votos emitidos, no deja de ser un umbral alto para el registro de candidatos independientes.

México tiene un umbral de 1% de la lista nominal para el registro; para 2018 los independientes presidenciales deben reunir 866,593 firmas. Entre los candidatos presidenciales, tanto Jaime Rodríguez Calderón (con 182%), como Margarita Zavala (con 126%) y Armando Ríos Piter (115%) han superado el número de firmas requeridas. Sin embargo, aún deben cumplir el requisito de obtener firmas en 17 entidades para acceder al registro como candidatos independientes. En cuarto y quinto lugar, Edgar Ulises Portillo y María de Jesús Patricio han obtenido 48% y 18% de las firmas respectivamente. Entre los candidatos a senadores que ya han superado el 100% necesario, se encuentran Pedro Kumamoto y otros 8 candidatos independientes de diferentes entidades.

En Colombia, Fajardo se ha presentado con la plataforma independiente “Compromiso Ciudadano” con propuestas contra la corrupción. Él es el candidato con más experiencia entre los independientes y algunas encuestas lo sitúan como la primera preferencia con 26% de las opiniones a su favor. Asimismo, participó en la campaña presidencial de Antanas Mockus en 2010, aunque su plataforma perdió.

The Economist señala que el prestigio de los partidos tradicionales en Colombia se encuentra en declive. Por esta razón, los independientes con una plataforma opuesta a los partidos y con figuras reconocidas como Fajardo, son competitivos durante esta elección. La plataforma de Fajardo apoya el pacto de 2016 con las FARC y una agenda anticorrupción, temas que la opinión pública favorece en esta coyuntura.

Aunado a esto, Colombia enfrenta también una caída en la confianza en la democracia; según Latinobarómetro, sólo 17% de sus ciudadanos están satisfechos con la democracia, ubicando a este país por debajo de México. Asimismo, la confianza en el gobierno por parte de los ciudadanos llega solamente al 16% en ese país. Por otra parte, la confianza en las instituciones electorales cayó de 62% en 2015 a 22% en 2017. Terreno fértil para el éxito de independientes.

Colombia es un sistema con segunda vuelta, lo que privilegia las coaliciones y puede mitigar la fragmentación. Sin embargo, esta desconfianza en el sistema de partidos puede generar un cambio en esta elección, lo que hace más difícil el camino de los independientes, quienes deben concursar contra coaliciones en la segunda vuelta, de ganar en la primera ronda.

Contrario a Colombia, México no tiene ese sistema de segunda vuelta, lo que hace que el efecto de la participación de los independientes en circunstancias similares a las prevalecientes en aquel país, una gran fragmentación y un gran desprestigio de los partidos, sea diferente. En nuestro caso, dada la cerrazón a soluciones como esa segunda ronda, ahora nos enfrentaremos a la paradoja de que algún(a) candidato(a) independiente con un porcentaje mínimo de votación, declinando a favor de algún partido o simplemente con los votos que atraiga en detrimento de alguien, se vuelva una bisagra que haga mover el mecanismo de la puerta hacia un lado u otro, vendiendo muy caro su amor. Y entonces podremos llevarnos grandes sorpresas. Verán que tenía razón cuando escribí ¡Y lo que falta!.