Ludwik Margules sin concesiones

Ocho montajes sirven de guía para analizar, en un libro, la construcción del discurso teatral del director de origen polaco en el México de fin de siglo

Mirar y comprender el teatro que  hacía Ludwik Margules (Varso via, 1933-Ciudad de México, 2006) es entrar a un espacio transgresor, escéptico, crítico con las relaciones de poder, intuitivo en montajes cada vez más irreverentes.

Una suerte de confrontación consigo mismo a partir de historias que analizan al ser humano en su condición más orgánica. Un teatro, pues, que mucho hablaba del propio ganador del Premio Nacional de Ciencias y Artes en 2003.
A ese mundo transgresor lleva el libro El teatro depurado y sin concesiones de Ludwik Margules, una investigación de María Teresa Paulín, doctora por la Universidad Sorbona de París. Más allá de plantear una biografía de quien dirigió más de 40 puestas en escena, la publicación propone un análisis de sus montajes para asimilar sus conceptos teatrales, su discurso escénico y cómo fue su evolución en la práctica del teatro que lo llevó a escenarios minimalistas con historias avasallantes.

De la lista de producciones, la investigadora del Instituto de Artes de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo seleccionó ocho que abarcan las cuatro décadas de trayectoria de Margules. Entre ellas La trágica historia del doctor Fausto, que montó en 1966; A puerta cerrada, en 1969; Ricardo III, en 1971; De la vida de las marionetas, de 1983. Montajes que sirven de guía para analizar la construcción de su propio discurso teatral en el México de fin de siglo.

De alguna manera el libro abarca los antecedentes del teatro mexicano antes de la llegada  de Margules, y avanza hacia sus herramientas en la puesta en escena, cómo dirigía a los actores y  los ensayos generales tan importantes para él desde la década de los 60 hasta los primeros años de la década que arrancó en el 2000. Estas ocho obras de alguna forma también muestran la articulación de todo el pensamiento de Margules con un discurso estético muy concreto”, apunta Paulín sobre el libro que se presentará el próximo 26 de enero en el Centro Nacional de las Artes con la participación de Lydia Margules, hija del director.

La también fundadora de la compañía franco-mexicana Naranja-Escena precisó que se puede hablar de un común denominador en el teatro de Margules vinculado al comportamiento del hombre. Por su experiencia en la Segunda Guerra Mundial, que prácticamente lo trajo a México, el director se interesaba en entender los mecanismos de poder, la conducta y el pensamiento de las personas, las formas de sometimiento y la enorme capacidad de autodestrucción de la sociedad como ocurre en la obra La tragedia del doctor Fausto.

Tenía interés en cuestiones que estaban totalmente relacionadas con su historia de vida, pues él llegó a México huyendo de la Segunda Guerra Mundial, y mucha de su obra es un diálogo consigo mismo para tratar de comprender a la humanidad y los comportamientos y las decisiones que toma él mismo. Entonces buscaba en el misterio, en los espacios desconocidos que era lo que le intrigaban para conocer al hombre a partir de estas exploraciones”.Pero esas exploraciones, aunque parecieran complejas en la teoría, sobre la tarima se convertían en una suerte de catarsis para el actor. El también catedrático entendía al intérprete no como alguien que fingía un personaje o una historia, sino que buscaba que éste llegara a su subconsciente para así transgredir la anécdota de la obra, y, en consecuencia, alterar al espectador a quien le proponía reflexionar a partir de la escenificación.

Margules exigía de sus actores claridad, precisión en la emoción; de lo contrario encontraba inútil la actuación. “No le interesaba que los actores hicieran lo que sabían, sino lo que no para entrar a ese espacio de misterio”, apunta la investigadora, quien para este libro revisó el archivo completo del director, acervo que está depositado en la biblioteca del Centro Nacional de las Artes y en el Centro de Investigación Teatral Rodolfo Usigli (CITRU).

Cuando Paulín refiere que Margules prefería el misterio, habla de que privilegiaba el universo interior del actor; buscaba que éste mostrará su emoción más allá de la anécdota del relato, entonces generaba espacios de intimidad donde el actor-personaje se exponía por completo. El hombre en esencia. Al final conseguía entender a la sociedad desde la actuación: “El actor era también su medio para explorar”.

Una metodología innovadora para dirigir que también llevó a las aulas de instituciones como la Escuela de Arte Teatral del INBA, el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, el Centro Universitario de Teatro, el Núcleo de Estudios Teatrales y el Centro de Capacitación Cinematográfica, del cual también fue coordinador académico. Esa labor docente la destaca Paulín no sólo por una cuestión curricular, sino por el legado que dejó.

Un trabajo docente que incluso impulsó en el Centro Universitario de Teatro de la UNAM la propuesta de las licenciaturas de escenografía y dirección, que más tarde se eliminaron.

Lo más interesante son sus conceptos que aparecen ilustrados por medios de comentarios claros, concretos; él era muy incisivo con el lenguaje y me parece que muchos conceptos que pueden parecer abstractos, Margules de alguna forma los concretaba a través de indicaciones muy precisas en el ensayo, así su aporte al teatro mexicano, además de que es un teatro totalmente innovador y sintético, es que rompe con mucho del teatro petrificado y falto de profundidad de los últimos años”.
La publicación plantea dibujar estos conceptos a partir de cuatro núcleos temáticos: el teatro de Margules, su metodología y concepción en escena, su método en la dirección de los actores  la integración del público que le parecía indispensable.

RESCATE DE SU MEMORIA 

A más de una década de su muerte, no se puede negar que el nombre del director está presente en los pasillos de los teatros como uno de los mayores productores escénicos de Latinoamérica. Sin embargo, Paulín precisa que en interior del país poco se sabe de él, pues fueron pocas las ocasiones en que se presentó en algún estado. En ese sentido, un pendiente con quien también estudió periodismo y cine es la promoción de su pensamiento y obra en los estados y con las generaciones jóvenes.
Hemos escuchado hablar de Margules como de los mejores directores, pero creo que se desconocen los motivos de este reconocimiento. Para mí es importante sacar a la luz su metodología de trabajo, y qué es lo que lo hace grande.

Entender que construyó una estética compleja y depurada, y este libro presenta herramientas que pueden servir tanto para  alumnos de teatro como para directores o actores profesionales”.