Graciela Pérez, la activista mexicana que desde 2012 busca a su familia desaparecida

Cinco años pasaron desde que Graciela Pérez recibió un último mensaje de su hija Milynali Piña Pérez. «Mami, ya estamos en México. Te quiero mucho, nos vemos en casa de mi abue». La pequeña, de entonces 13 años de edad, regresaba de un viaje relámpago que hizo junto a su tío y tres de sus primos. Ninguno regresó a casa.

Desde ese momento, Graciela no ha dejado de buscar a su única hija y a sus familiares. Su labor en pro de los derechos humanos y a favor de la búsqueda de desaparecidos en México, la llevaron a ser galardonada por parte del gobierno de Holanda con el premio “Tulipán de los Derechos Humanos”, reconocimiento que la motiva a seguir buscando a gente que, debido a la inseguridad que cubre al país, no pudo regresar nunca más a sus hogares.

Para Graciela Pérez, el calvario comenzó el 14 de agosto del 2012 cuando, siendo las 20:30 horas, ni su hija ni ninguno de sus acompañantes llegaron a su casa, ubicada en Tamuín, municipio de San Luis Potosí, muy cercano a Tamaulipas. Ellos debían llegar a las 18:30 horas, así que para la hora en la que sus teléfonos estaban “muertos”, Graciela sabía que algo no iba bien.

La ahora activista comenzó la búsqueda de su familia en hospitales. Llamaron también a la oficina de tránsito, a cualquier número de emergencia en donde le pudieran dar razón de Milynali, de 13 años; de sus primos Alexis, José Arturo y Aldo Jesús, de 13, 16 y 20 años, respectivamente, así como de su hermano, Ignacio Pérez, de 53 años. «Espere 72 horas para denunciar la desaparición», fue la respuesta de las autoridades de la alcaldía de El Mante, municipio de donde se comunicaron la última vez con Graciela.

Fue un vaivén. Lo ha sido incluso en estas épocas en las que Graciela no ha bajado los brazos. La mandaban con los militares, de ahí la regresaban a la alcaldía. Nadie hacía nada por ayudarla. Cinco años después, sigue sintiéndose desamparada por las autoridades, aunque eso no le impidió dejar de buscar a Milynali ni a sus familiares.

Con ayuda de las redes sociales, Graciela se unió al colectivo Ciencia Forense Ciudadana, mismo que trabjaa para establecer un registro nacional de desaparecidos y una base de datos genéticos con los que se ayudan para identificar cualquier resto que encuentren y que les pueda dar esperanza.

Graciela no sólo busca a su hija y a sus familiares. También trabaja en la búsqueda de justicia por el asesinato de una de sus compañeras, Miriam Rodríguez, quien también perdió a su hija. Después de encontrar su cadáver, Miriam consiguió que los asesinos de su pequeña fueran encarcelados, pero poco tiempo después, ella fue asesinada.

Las esperanzas de encontrar a Milynali no desaparecen. En 2015, el ejército llamó a Graciela para informarle que un hombre reconoció a su hija. Él había participado en el secuestro de sus familiares. Declaró que dividieron a los secuestrados en tres grupos y que a la pequeña la habían dejado sola pues uno de los líderes “la quería para él”.

Tiempo después, un grupo de jóvenes fue detenido. Uno de ellos también reconoció a Milynali pero dije que “se les había escapado”. Graciela se aferra a esta posibilidad. Quiere pensar que no sólo su hija, sino el resto de su familia y los miles de desaparecidos en México, albergan una posibilidad de ser encontrados para, por fin, regresar a su hogar.

«Los defensores de los derechos humanos como Graciela son indispensables en la lucha por un mundo mejor. Es necesaria la presión interior para lograr un cambio real», informaron las autoridades encargadas de dar el reconocimiento por parte del gobierno holandés a Graciela Pérez, un ejemplo de entereza y lucha para aquellos que hayan perdido a algún familiar a causa de la inseguridad que ya tiene al país con más de 30 mil desaparecidos.