El gran libro de la crítica; editorial Gedisa/UAM

Ambra Polidori (Ciudad de México,  1954) habla de arte, pero no puede  abstraerse de lo que sucede en su entorno. Piensa que el problema de la incomprensión del arte contemporáneo es el mismo que constriñe al país: “en el arte siempre es fundamental formarse, educarse, estudiar, leer, mirar, escuchar; muchos de nuestros problemas se deben a la falta de educación y desgraciadamente muchos de nuestros gobernantes así lo quieren; es más fácil gobernar un país que no está informado, un país que no es crítico con su realidad”.

Desde sus inicios en el arte, en 1985, Polidori se ha enfrascado en proyectos con los que quiere reflexionar sobre los problemas del ser humano. El arte, piensa, tiene un sentido social y político, pero “el arte de carácter más crítico no se da mucho. Pienso en Teresa Margolles, que se ha interesado por el narcotráfico, los asesinatos, el crimen; es crítica por naturaleza. Es una mujer de mucho carácter y ese carácter es esencial para el artista. Un artista debe trabajar con lo que le llama la atención, con lo que le interesa”.

Polidori se ha volcado ahora a una tarea que resultó monumental: reunir en una sola obra editorial todos los contenidos y significados posibles en torno a la teoría crítica. El resultado es abrumador: mil 552 páginas en dos tomos, editados por Gedisa, que reúnen ensayos y textos de 72 autores, casi todos preparados especialmente para la obra, en los que se plantean temas como la crisis de las teorías críticas latinoamericanas, africanas y asiáticas, del eurocentrismo y se formulan hipótesis en torno al propio concepto de crítica o del imaginario crítico.

Para dejar lista la obra, la artista ha trabajado con el filósofo y lingüista Raymundo Mier. Desde su título, Nicht für inmmer! ¡No para siempre!, el libro quiere ser polémico, planteando la crisis de sus propios principios. Pero la cosa para ahí, el ejemplar fue preparado bajo el concepto de autoría expandida, como una obra colaborativa que sigue en proceso: a lo largo de cada una de sus páginas se va desplegando la partitura de la pieza para piano Simurg, del compositor mexicano Mario Lavista, y dos de sus páginas han sido intervenidas tras pasar por imprenta: la 507 ha sido arrancada y la mil 235 aparece doblada en diferentes pliegues.

La idea de construir el libro, cuenta Polidori, surgió en un seminario realizado en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo. “Se dio una discusión que tocaba muchos temas del pensamiento crítico, de la filosofía. Hay muchos libros sobre esto, pero obviamente uno siempre quiere un camino más fácil, quizás por tiempo. Yo pensé que hacía faltaba un libro que diera algunas pautas sobre qué es eso del pensamiento crítico, qué es la Escuela de Frankfurt y qué significó. No empezamos diciendo que serían 70 autores, pero en la medida en que fuimos buscando encontramos a uno y otro, y fue creciendo la lista. Raymundo estaba un poco asustado, porque parecía no acabar”.

El libro se divide en tres grandes corpus: los ensayos breves, una serie de textos sobre qué es la teoría crítica y las mentes que se han encargado de teorizar sobre ella. En el ejemplar hay textos de Bolívar Echeverría, Enrique Dussel, Susana Bercovich, Evodio Escalante, Luca Scafoglio, Michael Löwy, Rossana Cassigoli, Roy Ben-Shai, Helmut Dahmer, Sergio Campbell o Jean Robert.

SIN CRÍTICA 

Una crítica de arte prácticamente ausente y relegada frente a otras disciplinas como la literatura, observa Polidori en México. “Yo diría que prácticamente no hay crítica de arte, desgraciadamente son poquísimas las personas que se ocupan de escribir, poquísimos los espacios que se le dan al arte contemporáneo, pero es algo que siempre ha sucedido; en México tenemos mucho la tradición literaria, ocuparnos mucho de los escritores, las novelas, la poesía y el arte siempre ha estado de alguna manera algo relegado”, piensa.

De cualquier modo, la raquítica crítica que hay está polarizada. Polidori distingue dos bandos: el que enarbola Avelina Lésper y el que encabeza Cuauhtémoc Medina. “Un crítico debe ser una persona que está al tanto de todo, bien informada y que, si bien tiene sus propias ideas sobre algo, debe tener también una formación para decir ‘esto es válido’, aun cuando no le guste.

Yo antes escribía de arte y, claro, se va uno por lo fácil, lo figurativo, las formas o los contenidos que tienen que ver con las emociones. creo que eso es lo que hace Lésper; en el otro lado está Cuauhtémoc, que es una persona mucho más informada, que viaja mucho, va a bienales, conoce críticos, tiene una formación de investigador, formado académicamente y mantiene un contacto cercano con el arte contemporáneo”, opina.

Ahí, Polidori hace un alto. “No quiere decir que todo lo que diga Cuauhtémoc es palabra divina, pero puede, en algún momento dado, penetrar en las obras y, claro, no tocar lo que no le interesa. Lésper se interesa por cosas que son más accesibles para todo mundo, el color, lo figurativo, ella se ocupa de un arte mucho más comprensible; en la línea que ella se ocupa confunde oficio con creación, una persona técnicamente puede dibujar o pintar muy bien pero no necesariamente es artista”.