Frente a los embates de la naturaleza… ¡La hora del Ciudadano!

En este espacio he insistido en que la solución a buena parte de los problemas que nos aquejan como país, está en la enorme energía social y capacidad transformadora de los ciudadanos organizados. Hasta una columna con el mismo título que la de hoy publiqué en alguna ocasión. Estoy más convencido que nunca de ello y creo que ahora, ante lo que nos ha sucedido recientemente, llegó la hora de demostrarlo.

A las ya de por sí perturbadoras escenas de tantas personas que perdieron todo en Oaxaca y Chiapas con motivo de los sismos y las condiciones de pobreza y precariedad en las que viven, se suman ahora las dolorosas imágenes de la Ciudad de México y del estado de Morelos, que nos han removido aquellos recuerdos impactantes de 1985: edificios derrumbados, niños atrapados, familias enteras buscando a seres queridos o llorando a quienes fallecieron.

Otras escenas estimulantes se repiten también, en las que vemos a una sociedad incondicional movilizándose con todo en favor de los que sufren, apoyando en la remoción de escombros, atención de heridos y aprovisionamiento de bienes para quienes lo perdieron todo. Escenas que ponen de manifiesto precisamente lo que sugiere el título de mi colaboración: que estas horas aciagas, lo pueden ser mucho menos, gracias a la solidaridad de cada ciudadano con los demás.

Pareciera, por fortuna, que tanto gobiernos como sociedad en esta ocasión están siendo capaces de atender la emergencia. Lo que a mí me preocupa particularmente, es todo aquello que demandará la reconstrucción, la cual indudablemente se podrá llevar a cabo con mucho mayor prontitud y eficacia, si somos capaces de detonar de manera organizada esa maravillosa energía contenida en cada corazón mexicano o extranjero, solidario y preocupado por México.

Para ello, no podemos ignorar el recelo y la desconfianza de la ciudadanía en las acciones que orquestan los gobiernos para llevar a cabo el tipo de obras que demandará este proceso. Por esta razón se impone encontrar nuevas fórmulas, como la que estamos viendo de parte de Amazon, sumándose a la Cruz Roja y encontrando una forma de que el ciudadano haga llegar a esa noble organización, bienes que requiere la población afectada.

Esa desconfianza contrasta con la forma en la que la sociedad mira a las organizaciones no gubernamentales, en las cuales se ve reflejada y a las que normalmente se adhiere sin recelo, y confía con facilidad el manejo de sus donaciones.

Es precisamente esta doble realidad lo que me lleva a proponer una acción sin precedente en la que el ciudadano acuda en favor del ciudadano, con el respaldo de los gobiernos, a las acciones de una sociedad organizada en favor de los desposeídos: Una Movimiento Ciudadano por la Reconstrucción.

Mi propuesta consiste en que las 20 fundaciones más grandes de México se reúnan y a su vez, cada una de ellas convoque a 19 más, de manera que cada grupo incluya a 20 fundaciones, con lo que, en total, tendríamos 400 involucradas.

Cada grupo seleccionaría 10 proyectos específicos de reconstrucción de edificios de interés para las comunidades (principalmente escuelas, hospitales y templos) y ciertas construcciones habitacionales, preparando los proyectos detallados para la reconstrucción de cada inmueble.

Simultáneamente, se organizaría un ejercicio de “crowdfunding” a través de redes sociales, en donde la gente, seleccionando uno de los 4000 proyectos, depositaría en la cuenta de la fundación correspondiente, la cual contaría con un peso por cada uno que capte, proveniente del Gobierno. Los fondos gubernamentales se entregarían a las mismas fundaciones, de la misma forma en que se hizo al inicio de las actividades de la Fundación UNAM, la cual me tocó presidir durante 6 años y que logró canalizar muchos millones de pesos a nuestra Alma Mater provenientes de miles de personas que, como yo, tanto le debemos a esa maravillosa institución.

Cada aportante recibiría la constancia de su aportación y el comprobante respectivo para realizar la deducción correspondiente de sus obligaciones fiscales (en su caso).

Muchas otras acciones caben en una hora tan especial, como la que estamos viviendo, ya las vemos por todo el país y en muchas instituciones y personas de buena voluntad. Y estoy seguro de que muchas más vendrán aun. Todas cuentan y todas suman, ante la magnitud del reto. Y lo principal es que cada una de ellas y en cada una en la que podamos participar nos dejará un sentimiento de satisfacción incomparable que nos hará sentir orgullosos de formar parte de una comunidad que, si bien es muy desigual, también puede ser muy solidaria.

Ante la devastación y la preocupación, este Movimiento Ciudadano por la Reconstrucción podría representar una respuesta inmediata en el contexto de los temblores que, si bien no son previsibles, sí son recurrentes. He propuesto recientemente esta idea a funcionarios gubernamentales y ahora lo hago a la ciudadanía en general, seguro de que podremos motivar algo nunca visto para dejar atrás, como resultado de nuestra inagotable solidaridad, este sufrimiento que nos estruja el alma. Quizás sea una forma más redituable de dejar de “pre” ocuparnos y ocuparnos de las cosas.