El poder de la injusticia

Dicen los estudiosos del comportamiento humano que no Dicen los estudiosos del comportamiento humano que no  existe mayor motivo para la reacción social que los actos  injustos. Esta afirmación tiene por si sola infinidad de connotaciones, pues como sostenían los antiguos griegos, que la justicia era privativa de los dioses y a nosotros los terrenales estamos destinados a  acercarnos a ella a través de la equidad.Quizás por eso en ocasiones nos indigna y levantamos la voz, no obstante, en la actualidad son muchos los agravios acumulados en ese sentido: las luchas por el poder; los excesos autoritarios; la ambiciones sin límite; el fuerte contra el débil; la pobreza y la ignorancia, son factores presentes, injusticias que constituyen terreno fértil para el abuso, siembra de discordia y cosecha de enconos.La falta de respeto, de ética y lo fangoso del servicio público, han ido creando un clima de insatisfacción y desconfianza, a la vez, de una percepción de impunidad que alimenta los más bajos instintos de personajes que se atreven despreciando la ley, a cometer los crímenes más atroces.Así, encontramos paradigmáticos episodios de terror que frecuentemente acontecen en diversas zonas del país. Uno de ellos -el más reciente-, el caso de Mara, quien tuvo la desdicha de ser violentada y cobardemente asesinada, pese a haber tomado las debidas precauciones en el traslado de un evento social a su domicilio.Es indescriptible el coraje y la indignación ocasionada por esos injustos hechos, que no son sino un botón de muestra de múltiples acontecimientos similares que ocurren diariamente, en su mayoría con total impunidad.

El hecho cobra relevancia a partir de que una gran mayoría nos sentimos afectados, amenazados y profundamente indignados, esos actos criminales tocan el corazón de la gente de bien -que hay mucha-, sobre todo cuando el daño es irreparable.El problema de la inseguridad tiene muchas vertientes y ángulos que deben ser motivo de especial atención y verse desde una perspectiva integral, lamentablemente persisten acciones cortoplacistas y parciales; los esquemas de coordinación son deficientes; la procuración y administración de justicia dejan mucho que desear y; no existen planes y acciones de prevención del delito.En síntesis, la cultura de la legalidad y todo lo que ella encierra no se encuentra arraigada en la sociedad y menos aún en el servicio público, los valores cívicos y las libertades se han visto seriamente dañadas por una falta de vocación en la función pública.Es urgente recuperar la consciencia social, la limpieza pública e implementar a partir de los gobiernos municipales y estatales programas de prevención en materia de seguridad pública, que nos permitan evitar la proliferación de la ley de la selva, pues ya no podemos ni aguantamos estar reaccionando después de ahogado el niño.