¡We want to export goods, not people!

Muchas veces escuche a Carlos Salinas de Gortari y a su equipo económico decir esto. Y también, muchas veces meescuché a mí mismo repitiéndolo a mis “clientelas”, como miembro de ese gobierno, primero como presidente de la Comisión Nacional de Valores, en donde frecuentemente me dirigía a mis colegas y a los operadores bursátiles de todo el orbe y después como Director General de Nacional Financiera en las rondas (“road shows”) que hacíamos para lograr que nuestros valores se cotizaran nuevamente en mercados internacionales.

La verdad es que, como suele decirse por ahí, esa frase tiene todo el sentido del mundo: abre tus fronteras a mis productos y vía la exportación, en mi país crecerán las empresas que puedan emplear a los mexicanos que ahora se van a trabajar al tuyo. No recuerdo a nadie que haya podido rebatir esta afirmación con razonamientos o argumentos sólidos. Dentro y fuera de Norteamérica, las opiniones que recibí siempre fueron positivas y los comentarios sumamente elogiosos respecto a la visión que caracterizaba al gobierno y a los empresarios de México y a la capacidad para lograr un acuerdo de libre comercio con economías tan poderosas como las de Canadá y los EUA.

Los hechos y las cifras vinieron a confirmar lo que sosteníamos en ese gobierno, al detonarse con el TLC una inédita actividad comercial, dando lugar al poderosísimo bloque comercial de Norteamérica, el cual ha cambiado profundamente a las economías nacionales, a nuestras empresas y empresarios y a la forma de hacer negocios e integrar la producción de bienes y servicios.

Hoy, en forma totalmente inesperada, desde la presidencia del país más poderoso en esta alianza comercial, se cuestiona al NAFTA (North American Free Trade Agreement), lo que ha dado lugar a una renegociación de la cual, la verdad es que nadie sabe a ciencia cierta lo que puede esperarse. Mientras los responsables de la misma hablan de progresos y de un proceso fluido y promisorio, el presidente Trump sigue expresando su oposición al acuerdo.

Este acuerdo es tan importante para México, que por ello vale la pena que analicemos esta negociación. En primer término, conviene señalar que, aparentemente, en las rondas ha imperado el realismo y la conciencia sobre los beneficios del tratado para los miembros. La intensa participación de los empresarios, principales interesados en el tema, ha incorporado una visión diferente de las razones políticas, propias de los gobiernos negociantes.

Ha prevalecido la idea de que, en estos 23 años, los países transformaron profundamente sus economías. México, por ejemplo, reformó sus instituciones económicas para hacer más atractivo invertir. Igualmente, diversas políticas de desarrollo sectorial fueron rediseñadas con base en las perspectivas exportadoras, lo que nos ha llevado, por ejemplo, a variar muchos de nuestros cultivos, aprovechando ventajas comparativas y orientándolos a satisfacer las demandas de los consumidores del TLCAN.

Si analizamos detalladamente los productos que hoy conforman la mayoría de las exportaciones, observaremos que, en su producción, distribución y venta, se encuentran involucradas empresas de diversas nacionalidades, incluidas, primordialmente, las de las tres naciones miembros del acuerdo. Han nacido así productos “globales” que no dejan de tener esencia norteamericana, sin que puedan ser calificados como mexicanos, canadienses o estadounidenses. De ahí que, cualquier afectación a los mercados en los que se desplazan, lastima a las tres economías involucradas (y a otras del mundo). Esto hace difícil distinguir entre intereses nacionales y regionales, lo que explica la posición y preocupación de empresarios de todas latitudes.

Como la de mi admirado Frederic García, presidente del Consejo Consultivo de Empresas Globales, que señala que “50 multinacionales están dispuestas a invertir en México sin importar los resultados del tratado. Estas son empresas que aportan 10% del PIB nacional, 5 mil empleos directos y 40% de la inversión extranjera. Las empresas globales son ciegas a las posiciones proteccionistas; en cambio, ven los incentivos disponibles en los países para decidir invertir”.

Estados Unidos estableció sus “Objetivos para la Renegociación de NAFTA”. El documento incluye el concepto de América First, que propone favorecer las exportaciones estadounidenses. Asimismo, planteaba la eliminación del capítulo 19, que permite a los países en una disputa comercial crear un panel binacional para la revisión del caso en lugar de ir a las cortes nacionales. Los canadienses temían que la eliminación de este mecanismo pudiera favorecer a Estados Unidos dentro de sus cortes.

Ahora, las dos primeras rondas de negociación han concluido y a partir del 22 de septiembre, se pondrá en marcha la tercera. La primera atrajo los temas de comercio digital, textiles, manipulación cambiaria, empresas del Estado, y entrada temporal de personas. Mientras que en la segunda se trataron los temas de Pymes y telecomunicaciones. Quedan pendientes las reglas de origen y déficits de la balanza comercial.  El tema laboral ha sido uno de los más controvertidos de la relación económica. Regiones anteriormente dedicadas a la producción automotriz como Detroit han quedado abandonadas por la reubicación de las plantas en México. La disparidad entre los salarios de las manufacturas es una de las ventajas competitivas de México, cuyo salario mínimo alcanza los 10 pesos por hora, mientras que en Estados Unidos vale 7.25 dólares la hora.

Al interior de Canadá también existen presiones similares, el líder del sindicato canadiense Unifor, que agrupa a la industria automotriz, papelera y eléctrica, comentó que su gobierno debería revisar los salarios mínimos para México en el tratado. La segunda ronda logró solventar el debate sobre el capítulo 19. Estados Unidos cedió ante Canadá en conservar el mecanismo por las disputas en curso, particularmente, sobre el comercio de leña. A cambio, Canadá cederá en la solución de disputas sobre inversión extranjera.

Estamos pues, en una negociación complicada, en la que el presidente de los EUA nos pone contra la pared, principalmente, por el hecho de que prácticamente nos dice: Ni “goods”, ni “people”, escenario que nunca consideramos, ni Salinas, ni sus colaboradores.