Comida rarámuri

Enclavados en la sierra Tarahumara, los rarámuris han establecido una comunicación profunda con la naturaleza. Sus conocimientos les permiten aprovechar lo que ofrece cada estación del año y los distintos climas y altitudes del magnífico paisaje presente en su territorio, que se divide en la sierra y las barrancas. En éstas se puede cultivar incluso plátano.
Los hongos, por ejemplo, crecen en época de lluvias. Les gustan mucho y por eso los buscan en el monte. Son hongos que crecen en los pinos secos o en otros árboles caídos en el mes de mayo; les llaman heujcoguí guhéquigui, que significa hongos de temporal. Los cuecen casi al vapor o los guisan con manteca. Hay otros hongos de color naranja que también son sabrosos; se comen cuando están tiernitos. El hongo llamado repoma nace donde hay tierra blanca; en tierra negra no prospera. Cuando no llueve, no hay hongos.

Los quelites son otra comida importante, pues son fuente de vitaminas y minerales; además tienen fibra. La llamada chinaca sabe bien asada; se puede acompañar con esquites, esto es, maíz. Si se comen con frecuencia fortalecen los dientes. Otros quelites son el pamita, el mostaza, el pata de cuervo, el orégano coyote, y la verdolaga cuyas hojas son muy tiernitas y blanditas. (Albino Mares, Comida de los tarahumaras, Conaculta 1999). Nace en tiempo de aguas. También comen el zacate gujugue tiernito, y el llamado sepé que se come también tiernito con maíz.

Tanto en la sierra como en la barranca cuentan con numerosas frutas, como el chalate y la guayaba; vainas, como el huamóchil. En la milpa prosperan maíces nativos que en general resisten plagas, sequías y heladas. Junto al maíz crecen las calabazas, el chile y el frijol. El pinole, las tortillas y los esquites son muy importantes en la dieta rarámuri. Con trigo se preparan otros alimentos. Hay animales de monte y numerosas aves comestibles.

La destrucción provocada por la tala inmoderada y en general las alteraciones que el hombre está produciendo en la naturaleza por su infinita codicia han provocado que en la sierra haya sequías y heladas que alteran la flora y fauna a tal grado que los niños rarámuri están muriendo de hambre. Frente a esto, aunque sí es importante hacerlo, no basta reunir comida y enviarla.

Ellos requieren de su dieta tradicional y necesitan proyectos que no rompan sus costumbres ni la manera de alimentarse, pues les ha permitido ser fuertes para bajar a las barrancas y recorrer la sierra; los rarámuris son grandes corredores.