A regañadientes, brasileños aceptan la victoria de Temer

Los brasileños aceptaron a regañadientes la victoria más reciente del presidente Michel Temer en su lucha por mantenerse en el poder, a pesar de que enfrenta acusaciones de corrupción y de que las encuestas muestran que su popularidad está por los suelos.

Las personas entrevistadas el jueves en tres de las ciudades más grandes del país dijeron estar enojadas y profundamente frustradas con una clase política que parece más interesada en proteger a sus miembros que en escuchar la voluntad de los votantes y combatir la corrupción.

Y también dijeron estar hastiados después de que años de escándalos, disputas políticas y grandes manifestaciones no han conducido a un cambio notable.

“Brasil se ha convertido en una democracia tipo dictadura”, dijo Cesio Lucas Araujo, un vendedor de fruta que labora a unos kilómetros del Congreso en Brasilia. “Los políticos hacen lo que quieren y roban, y no podemos hacer nada al respecto”.

Ese desánimo fue palpable el miércoles, cuando la Cámara de Diputados pasó todo el día debatiendo si suspendería a Temer y lo sometería a un juicio por presuntamente conspirar para recibir millones de dólares en sobornos con el fin de ayudar a una compañía en una disputa comercial. Frente al Congreso se reunieron unas 30 personas para protestar contra Temer. En Sao Paulo y Río de Janeiro, las dos ciudades más grandes del país, manifestaciones similares atrajeron a menos de 200 personas.

Esas cifras contrastan radicalmente con las movilizaciones en los últimos años en las que millones de personas salieron a las calles para protestar contra las medidas de austeridad aplicadas por los gobiernos locales, para exigir un juicio político a la expresidenta Dilma Rousseff e incluso hace unos meses para pedir que Temer renuncie o sea obligado a irse.

Una de las principales fuentes de apatía estos días es la crisis económica del país. Brasil salió recientemente de su peor recesión en décadas, pero incluso el crecimiento modesto ha sido insuficiente para controlar el desempleo y el temor por el futuro.

“La gente necesita dinero para sentir que puede salir a las calles y protestar, y actualmente no lo tiene”, dijo Cassio Gilmar, que ahora vende periódicos en Río porque el negocio de importaciones y exportaciones que solía manejar se ha quedado sin ingresos. “Los brasileños querían que la investigación (contra Temer) prosiguiera, pero nuestros representantes pensaban distinto”.

En la encuesta nacional más reciente el 80% de los brasileños entrevistados se mostró a favor de que Temer fuera enjuiciado, y sólo el 5% aprobó su gestión.

Temer, que era el vicepresidente, asumió la presidencia hace un año después de que Rousseff fue enjuiciada políticamente y destituida por manejar inadecuadamente las finanzas del gobierno. Su gobierno ha sido golpeado repetidas veces por escándalos, pero el político de carrera de 76 años de edad ha logrado sacar adelante leyes impopulares, tales como un relajamiento en las normas laborales y propuestas para reducir las prestaciones que se dan a los pensionados.

Presidente de la Cámara de Diputados durante largo tiempo y hábil en el manejo de los hilos del poder, Temer trabajó incansablemente para recabar apoyo mientras enfrentaba el cargo de soborno. En los últimos dos meses su gobierno ha repartido cientos de millones de dólares para los distritos de muchos legisladores, al tiempo que también les promete nombramientos.

Al final, Temer aglutinó a un conjunto suficiente de su coalición gobernante para sobrevivir a la votación del miércoles, a pesar de que su impopularidad les dificultó las cosas a sus partidarios. Pocos diputados levantaron la voz para defenderlo durante la sesión televisada a nivel nacional, la cual se efectuó a un año de los próximos comicios, en los que estarán en juego los 513 escaños de la cámara baja.

La Cámara de Diputados votó 263-227 en contra de suspender a Temer y enviarlo a juicio ante el Supremo Tribunal Federal. El resultado detiene el cargo por soborno, aunque se espera que el fiscal general Rodrigo Janot presente un cargo por separado de obstrucción de la justicia que obligaría a efectuar otra votación en torno a si se juzgará a Temer o no.

Uno de los principales argumentos de los legisladores que respaldan al presidente fue similar a lo que dicen muchos brasileños: con tal de mantener la estabilidad, en especial en la economía, es mejor quedarse con Temer y aguardar a los comicios del año próximo.

La acusación de soborno fue parte de serie de escándalos derivados de una investigación sobre corrupción que ha llevado al encarcelamiento de muchas personas de la élite de Brasil en los últimos tres años. El fiscal general argumentó que Temer orquestó un plan en el que él obtendría millones de dólares por ayudar a resolver un problema de negocios para JBS, una empresa de empaquetado de carne. Un excolaborador suyo fue detenido cuando llevaba una maleta con 150 mil dólares, de los que buena parte habrían estado supuestamente destinados a Temer.

El mandatario refuta las acusaciones y dice que no hay prueba alguna de que recibió ese dinero.

Agradeciéndole a la cámara baja por su “decisión elocuente”, Temer dijo el miércoles por la noche que es hora de que el gobierno se enfoque de nuevo en impulsar la economía.

“No descansaré hasta el 31 de diciembre de 2018”, refiriéndose al fin de su mandato.

Sonia Caetano, una secretaria en una firma de consultoría que veía escaparates en un centro comercial de Sao Paulo, dijo que la votación se burló del sistema de justicia.

“Fortaleció la cultura de impunidad que prevalece en este país, donde cualquiera con las conexiones correctas y dinero puede hacer casi todo lo que desee y salirse con la suya”, señaló.

“Es culpable de corrupción y debería ser juzgado”, añadió.