¿Por dónde empezar?

Es una obviedad que las tendencias modernas, las inercias sociales y los resultados obtenidos indican la impostergable necesidad de un cambio o cuando menos, la realización de ajustes en los regímenes de gobierno y políticos que produzcan mayor eficacia, dejando atrás la cada vez más amplia insatisfacción social.

El fenómeno se encuentra presente y avanza con mayor rapidez en la sociedad que en la capacidad del Estado, que cada vez se encuentra más inconforme. ¿Por dónde empezamos?, pues entre las propuestas y la puesta en marcha de las acciones existe toda una variedad de ideas, debates y trámites burocráticos que terminan consumiendo un valioso tiempo y, en buena medida se perciben entes oficiales en calidad de elefantes blancos.

Se requiere en la práctica menos teoría y más hechos; sencillos pero con decisión y voluntad. No es concebible que para el nuevo sistema penal se haya dado un plazo de ocho años para su implementación y ahora salgan que es una puerta giratoria donde falta capacitación; que el Sistema Nacional Anticorrupción ni siquiera se haya podido implementar adecuadamente o; que exista la necesidad de contar con un instituto nacional para la información pública, para obligar a que los gobiernos y dependencias opacas y renuentes abran sus puertas y, así muchos ejemplos.

En la realidad hemos entrado a una etapa crucial, le apostamos a la democracia, sin embargo, las lecciones actuales no son del todo alentadoras, ahí están los casos del Estado de México y Coahuila, que están siendo judicializados derivados de los evidentes excesos y conductas tramposas, trastocando con ello los cauces de transformación.

Mucho se ha dicho de limpiar la vida política y administrativa del país, el último en mencionarlo fue Diego Fernández de Cevallos, como un comienzo urgente y necesario en la reivindicación de la salud pública, tarea harto difícil, pero un buen inicio en los propósitos generadores de confianza. Ese primer paso sería suficiente para restablecer la credibilidad en las instituciones.

En su momento el Presidente Fox hizo algunos tímidos intentos para impulsar el servicio civil de carrera, no obstante, las resistencias han terminado por imponerse y continuar en la senda del nepotismo, los compadrazgos y los cuates, en todos niveles y órdenes de gobierno.
Los compromisos e intereses que desde ahí se manejan han creado redes inamovibles de protección a grupos económicos y políticos, lo que crea un pesado lastre al Estado, que se repite en cada administración, sea local, estatal o federal.

Ante tal panorama, me parece que la propuesta es válida y tiene sentido, ya que tales acciones pueden permear tanto en el aparato gubernamental como en la conciencia colectiva de la sociedad y, su impacto a pesar de las resistencias da pauta para una democracia deliberativa y sobre todo participativa, que redundaría en la higiene política.