Sobre las alianzas

Las alianzas constituyen un tema recurrente que se presenta en cada elección, todas sin excepción tienen como aliciente fundamental un cálculo electoral y son producto de un pragmatismo en el que ambas partes tienen que ceder algo. Una cuestión que se debe reconocer consiste en el riesgo de que encuentren -como a menudo ocurre-, con vacíos en la sustancia: ¿los porqués y para qué? Aunque no puede desconocerse que funcionan.
Si no fuera de esa manera el PRI, que en los últimos años se ha presentado a los procesos acompañados del VERDE y del PANAL, de hecho el dicente partido ecologista se ha convertido en el satélite inseparable de los tricolores, hubiera perdido en varios Estados, pues los triunfos obtenidos son través de los votos de sus socios.
Ahora bien, la cuestión no es tan simple como parece, pues en un país democrático abordar el tema desde la perspectiva de ganar las elecciones y repartirse el poder es tanto como evitar la pluralidad, renunciar a las convicciones y claudicar en los principios en aras únicamente de ganar la presidencia, lo cual no aplica para el caso mexicano.
El sistema político mexicano ya dio de sí: se han roto los equilibrios; los árbitros electorales están rebasados; el tejido social quebrantado; la violencia, corrupción e impunidad en apogeo; las instituciones frágiles y, la colectividad irritada, a la par que nuestra democracia se enfrenta a severos cuestionamientos.
El hecho, dadas las circunstancias del desastre nacional y ante la amenaza latente de continuar bajo las reglas del antiguo régimen de partido de Estado, las alianzas no únicamente se ven desde la óptica electoral, sino que tienen una lógica de mayor alcance y se convierten en un tema prioritario.
Al abandonar el actual régimen el proceso de transición, lo cortó de tajo con resultados desastrosos, dejó por saldo a una sociedad completamente insatisfecha, a grado tal, que la última encuesta realizada por GEA-ISA, arroja que el 80% de los entrevistados señala que tanto el rumbo económico como político del país va por mal camino.
Tal situación amerita poner una atención especial antes de que reviente en pedazos el país, es urgente el establecimiento de una agenda común, con compromisos claros y transparentes, proveniente del consenso social y adoptada por las fuerzas políticas, que dejen de lado sus diferencias ideológicas y a la vez sumen voluntades en la transformación del sistema político, con el objetivo de la consolidación democrática, circunstancia que de lograrse, justificaría con creces una alianza entre los partidos.
Dentro de la escala de valores, el interés general debe prevalecer frente a cualquier otro y, la próxima elección presidencial abre una oportunidad más allá de un cambio en el Poder Ejecutivo, pues permite delinear un pacto de transformación para construir toda una plataforma de cambio.
El dilema se presenta en el ¿qué y el cómo?, en virtud que lo relativo al ¿cuándo?, es de ya, pues los tiempos corren. Así, sin claudicar en las convicciones ideológicas, es una obviedad que debe trabajarse para lograr una democracia efectiva a partir del sufragio efectivo, que constituye un bien superior.