2018, panorama incierto e impredecible

Por lo visto, el cambio del Presidente de la República en la elección del 2018 no se trata únicamente de la renovación sexenal del poder Ejecutivo, lo que se encuentra en el centro de ese proceso es la transformación de un sistema político que se encuentra agotado; la llamada etapa de transición fracasó con el retorno de las viejas prácticas, corregidas y aumentadas.
No obstante, quienes detentan el poder se aferran a toda costa en la perpetuación de un continuismo que ha dejado una estela de insatisfacción social, a la par de privilegios y corrupción, dejando atrás la vocación de servicio y la ética, que ha sido permutado por la desmedida ambición y redes de complicidad.
En ese tenor, se prevé un panorama de alternancia, aunque el meollo del asunto no se reduce únicamente al cambio de personas o de partido, pues hemos visto que no es precisamente tal acontecer una solución de fondo, menos en estos momentos en que las elecciones son sumamente competidas, ocasionando concentración de poder con tendencias autoritarias, ocurrencias y excesos o bien, inestabilidad, carencia de legitimidad e ingobernabilidad.
En esa medida hemos visto dos posiciones a partir de un mismo diagnóstico: la que impulsa Manlio Fabio Beltrones, que consiste en los gobiernos de coalición de manera obligatoria cuando los márgenes electorales sean muy cerrados, que implica un ejercicio posterior al proceso electoral; o por otra parte, tal como lo refiere Rafael Moreno Valle, la segunda vuelta electoral a través de alianzas que traigan consigo previamente un proyecto de gobierno, con el objeto de asegurar una agenda común, respaldo legislativo y gobernabilidad.
En realidad se torna difícil formalizar cualquiera de ambas en virtud de que estamos en la antesala del inicio de proceso electoral lo que presiona de sobremanera los tiempos y las posibilidades de concretar alguna reforma de esa magnitud, pero el hecho de que pongan sobre la mesa implica aceptar la necesidad de cambiar el estatus actual por una parte y, construir agenda común entre diferentes fuerzas políticas por otra.
El eje articulador del debate se centra entre quienes vemos la necesidad de retomar el proceso de transición y edificar a la brevedad la anhelada consolidación democrática; frente a los que luchan por preservar el poder a través del continuismo. La cuestión sobre López Obrador es aparte, pues no le agradan las reglas y, por lo tanto, es incorrecto ubicarlo en la primera parte, aunque tampoco se identifica con la mafia del poder como los ha bautizado, así que su postura hasta el momento, es incierta e impredecible.