¿Los ricos también lloran?

Este nombre de telenovela, en forma de pregunta, que escogí para mi colaboración el día de hoy, también pudo servir para titular el artículo que leí en El País, en el trayecto de Madrid a Valencia esta semana y que me llevó a escribir esta columna. Pero no, no se llamaba así, sino “La perfección nórdica es mentira: soledad, alcohol y antidepresivos” y describe una realidad muy diferente a la que parecen creer la mayoría de las personas, cuando oyen hablar de países nórdicos muy ricos, como Finlandia, Noruega, Suecia, Dinamarca o Islandia, naciones que ocupan los primeros lugares el materia de educación, igualdad conciliación laboral, derechos sociales y calidad de vida. Para muchos un ideal a perseguir y alcanzar.
Pero, ¿Realmente se vive tan maravillosamente en las principales ciudades de esos países? Esas circunstancias sociales y económicas ¿Se traducen en felicidad para sus habitantes? Repasemos algunos datos que nos muestra este interesante artículo. Por ejemplo, en el caso de Suecia, según el canal de TV4, cuatro de cada diez hogares en aquel país son unipersonales, lo que se traduce en 1.7 millones de hogares en donde solo vive una persona y según un estudio de la Cruz Roja, el 40% de los suecos afirma sentirse abandonado y ciertamente, coincidiendo con el juicio de Veroníca Palomo, su autora, lo más triste de todo es que uno de cada cuatro muere ¡sin que nadie reclame su cadáver!
Para nosotros, los mexicanos, la mayoría pertenecientes a una familia (como la mía) de esas que llamamos “muégano”, resulta incomprensible esa filosofía de vida que consiste en pensar que solo la independencia da la felicidad y que la libertad verdadera solo se alcanza cuando se puede prescindir de todos los lazos de dependencia que unen a alguien con los demás, o sea cuando ya no necesitan, ni pareja, ni hijos, ni amigos para sobrevivir. El artículo menciona un documental (que deberé ver pronto) realizado por Terik Gandini que se titula La teoría sueca del amor, que indaga sobre los orígenes de esa soledad que invade a los suecos.
Por otra parte, esta colaboración editorial, nos lleva a revisar las cifras de un estudio realizado por la OCDE que muestra la cantidad de antidepresivos que se consumen en Islandia, mostrándonos la alarmante cifra de un 11.8% de sus habitantes tomándolos diariamente (8.4 y 8% en Suecia y Dinamarca, respectivamente), mientras que en España lo hacen el 6.5% (que, por cierto, no es bajo tampoco). Según se intenta explicar, hay cuestiones como la temperatura promedio en otoño o invierno que es de 10 grados bajo cero, o esa locura de un verano con 24 horas de luz frente a solo cuatro o cinco en el invierno, que influyen determinantemente en el estado de ánimo y en la estabilidad emocional.
El consumo de alcohol en el caso de Finlandia, asociado lo que el fotógrafo Javier Corso(que vivió un tiempo en ese país nórdico) identifica como la apología de la autosuficiencia, la represión de los sentimientos o la soledad, es también un dato sumamente preocupante, ya que hasta hace apenas diez años esta era la principal causa de muerte en aquel país, hoy, aunque la incidencia es menor, aún el 14% de las muertes obedecen a problemas o padecimientos asociados al consumo de alcohol. Para darnos una idea de la dimensión de este problema, hay que tomar nota de que, mientras en España mueren 0.62 personas por cada 100,000 a causa del alcohol, en Finlandia lo hacen 7.55 ¡12 veces más!
Obviamente no podía faltar en un análisis como el que nos ocupa el tema de las tasas de suicidio en estos lugares. Se indica que, según datos de la OMS (2015), en Finlandia y Suecia se observan tasas equivalentes a 16.3 y 15.4 casos por cada 100,000 habitantes, cifras que comparan muy desfavorablemente con los 4.3 casos por cada 100,000 habitantes que se registran en países mucho más pobres como Grecia o Albania o incluso con la cifra española de 8.5
En otro orden de ideas, precisamente por los altos niveles de calidad que llaman siempre nuestra atención, en temas como el educativo o la distribución de la riqueza o en general la situación de igualdad prevaleciente, me ha resultado tan sorprendente lo que he leído en cuanto a la violencia de género en Dinamarca, Finlandia y Suecia, la cual, según atribuye el artículo a un estudio realizado por la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea. En él se asegura que estos tres países son, de entre los europeos, los que tienen los más elevados índices de violencia física y/o sexual hacia las mujeres. En efecto, entre el 46% y el 52% de las mujeres entrevistadas declaró haber sufrido algún tipo de abuso físico o sexual por parte de un compañero sentimental o cualquier otro ciudadano (que en el 97% de los casos era un hombre).
Soy un admirador de los logros que en materia social han conseguido estas sociedades, especialmente cuando miro lo que tenemos en México, en materia de pobreza o desigualdad. Pero no deja de llamar la atención de alguien como yo, empeñado en rescatar y difundir lo positivo de México, que mi país ocupe algunos de los primeros lugares en cuanto a lo que la población define como “sentirse feliz”.
Desde luego, de ninguna manera como una complacencia hacia lo que nos rodea, sino como un incentivo para pensar en lo que puede traducirse una mayor atención de las carencias de los que menos tienen. Y en lo aún más felices que podríamos sentirnos por ello.