¿Principio o final?

Es curioso observar cómo en ciertas ocasiones lo que parece un final, es en realidad un principio. Eso es lo que me ha ocurrido con Oscar, mi hijo y mi socio por diez años en ese interesante proyecto de Contorno, el centro de prospectiva y debate que, junto con mi hija Jimena formamos y que ha dejado de funcionar recientemente. Digo lo anterior, pues casi simultáneamente al cierre de CONTORNO, Oscar ha traído a nuestra atención un proyecto que se perfila para ser algo de lo más interesante que habré hecho a lo largo de toda mi vida.
Se trata de Pellet México (www.pellet.mx), una empresa que recién se ha constituido con la participación de dos entrañables amigos españoles de Oscar (y ahora míos) de hace muchos años, que han puesto en marcha en España, Ecuador y Colombia interesantes proyectos para procesar lo que se conoce en el argot científico como “biomasa sólida”, que no es otra cosa que el desperdicio agrícola y forestal (principalmente) convertido en un biocombustible sólido llamado pellets, destinado a la sustitución del consumo industrial de diésel y de gas LP, en un esfuerzo por diversificar el mercado de energía limpia en nuestro país. Me explico con mayor detalle.
Cada día -a pesar de las disparatadas tesis de Trump al respecto-, un mayor número de países reconoce la necesidad de mitigar los efectos del cambio climático. En este sentido, México asumió un compromiso en los acuerdos ratificados de París durante la COP 21 de 2016 de reducción de emisiones de efecto invernadero. Como materialización parcial de este compromiso, en nuestro país la Ley General de Cambio Climático establece el objetivo de transformar 35% de las fuentes de electricidad a energías verdes para 2025, así como reducir en 30% los gases de efecto invernadero y en 50% para 2050.
Sin embargo, las energías renovables desarrolladas a la fecha en nuestro país se encuentran en una fase aún incipiente y tienen ciertas limitaciones al ser consideradas como alternativas frente al mercado de los combustibles fósiles. Las energías eólicas y solar dependen de climas específicos y de grandes extensiones de terreno para la generación industrial. Por ejemplo, la exposición solar más eficiente sólo ocurre en estados del norte, mientras que Oaxaca ha sido una tierra más fértil para las instalaciones especializadas en generar energía a partir del viento. Si bien estas energías están logrando poco a poco diversificar el mercado energético de nuestro país hacia fuentes más limpias, su proceso de implantación, los retornos de inversión e impacto positivo en el medio ambiente suelen ser de mediano a largo plazo.
A diferencia de estas energías, la industria de la biomasa podría tener resultados prácticamente inmediatos y las inversiones necesarias para desarrollar esta industria son mucho menores. Los combustibles derivados de biomasa aprovechan los residuos agrícolas y forestales para generar combustible sin las limitaciones geográficas o de inversión. Actualmente, los mercados de Norteamérica y Europa son los más dinámicos. Estados Unidos produce alrededor de 7 millones de toneladas, de las cuales exporta 4 millones al mercado europeo, un mercado que lleva 40 años creando aplicaciones industriales y domésticas. Según datos del European Pellet Council y de Avebiom, el consumo de pellet para el año 2015 fue de 45 millones de toneladas. El continente se ha convertido en el principal consumidor, creando la necesidad de importar de América y de Rusia.
En México este mercado recién inicia con una producción apenas de 4,000 toneladas de pellets anuales, lo que prácticamente supone un territorio aún virgen. Países como Brasil y Chile se han convertido rápidamente en productores, este último por ejemplo, cuenta a la fecha con 14 plantas de producción de pellets de biomasa. Estos países han transformado los residuos forestales y agropecuarios en un combustible universal que todas las empresas pueden utilizar, dando valor a un producto que antes no lo tenía.
La Secretaría de Energía ha trazado el potencial de los municipios y sus cultivos para generar residuos en el Atlas de Biomasa. El Atlas señala que, en México, sólo se han iniciado proyectos equivalentes al 3% de la energía renovable potencial; es decir 1,481 Gwh/a provenientes de biomasa, iniciativa proveniente de la quema tradicional de bagazo de caña dentro de la propia industria del azúcar. Si bien México cuenta con este potencial, aún no se ha innovado en transformar los residuos de madera, maíz, palma u otros materiales como la cáscara de café, la de arroz, el bagazo del agave (o inclusive hasta el sargazo de las playas) en un combustible estandarizado del cual puedan aprovechar todas las industrias.
México se ha convertido en uno de los principales emisores de contaminantes, ocupando actualmente el lugar 13 a nivel mundial, después de Brasil. La industria y el sector agropecuario mexicanos son los principales contribuyentes a la emisión de gases efecto invernadero con 29.3% de la participación en emisión de gases, mientras que el transporte emite 26.2% de los gases, según el INECC. Si bien es más difícil (y quizás muy caro) implementar políticas sobre el transporte, sí es posible iniciar una transformación tecnológica en la industria, que sustituya los quemadores de diésel y gas LP en las calderas y hornos, por quemadores especiales de biomasa que logren cubrir la demanda térmica de la industria con una mayor eficiencia y sustituyendo la utilización de combustibles fósiles.
Basándonos en su equivalencia de poder calorífico, la biomasa es más barata que el diésel o el gas LP, cuyos precios se sitúan alrededor de los 17 pesos por kg. En cambio, los pellets de madera tienen precios que varían entre los 6 y 9 pesos por kg. Estos precios permitirían transferir a la industria un ahorro alrededor del 35 al 45% (dependiendo el consumo y otras variables de eficiencia energética) en su consumo energético, dotándolas de un margen de competitividad enorme. Además del beneficio económico hay uno más relevante aún, el medioambiental: Por su bajo contenido en carbono, el pellet de madera emite en promedio 52 gramos de CO2/KWh respecto al carbón (1,102 gCO2/KWh), diésel (304 gCO2/KWh) o gas LP (211 gCO2/KWh).
Por otra parte, la biomasa ha sido utilizada con mucho éxito tanto a nivel doméstico como en la industria hotelera. Cada vez con mayor frecuencia los establecimientos hoteleros han explorado las oportunidades que les supone el turismo sustentable, al convertir el combustible de sus calefactores y calderas a biomasa, resolviendo la demanda de agua caliente y aire acondicionado con una fuente de energía limpia que además les significa cuantiosos ahorros. Esto ha ocurrido en países con un mercado de biomasa más activo como España, Gran Bretaña o Italia. En el Año del Turismo Sustentable, existe una presión mundial por encontrar soluciones verdes que favorezcan la conservación de los destinos.
Oscar y los demás socios me han hecho el honor de invitarme a presidir el Consejo de esta interesante y retadora empresa, lo que agradezco profundamente. No sólo porque me dará la oportunidad de trabajar en algo tan importante para mi país y para el mundo, sino porque me permitirá, al compartir una experiencia profesional con mi primogénito, constatar como lo que parecía un final, en realidad es un principio.