El caos en el PRD

El martes de esta semana se anunció que la fracción parlamentaria del Partido de la Revolución Democrática en la cámara alta quedará conformada por ocho senadores encabezados por Dolores Padierna. Así se da «solución» al lío protagonizado por quien fuera, hasta antes de ese réspice, el coordinador perredista en el Senado de la República, Luis Miguel Barbosa. Un hombre mesurado y con capacidad de diálogo que, sin embargo, un buen día se pronunció abiertamente en favor de Andrés Manuel López Obrador para el 2018.
Allí comenzó el zipizape: el Comité Ejecutivo Nacional del Partido del sol azteca, encabezado por Alejandra Bárrales, lo destituyó como coordinador de la bancada perredista. Por el contrario, los legisladores fieles al poblano argumentaron que era facultad de ese grupo elegir y remover a su líder y que, bajo ningún concepto, lo iban a desconocer. Las cosas quedaron en un impasse cuando un grupo de 15 senadores designaron a Raúl Morón en sustitución de Barbosa.
En mi opimon, el senador poblano cometio un error al pronunciarse a favor de López Obrador porque, como senador, y más aún, como coordinador parlamentario, representa a un partido político que todavía no ha tomado una decisión acerca de quién será su abanderado para las elecciones de 2018. Sabemos de sobra que el tabasqueño sera el candidato de Morena y que va en primer lugar de las encuestas. No obstante, si hay convergencias o divergencias entre uno y otro partido se deben dar, primero, en una discusión interna y luego, presentar un pronunciamiento institucional. Barbosa, siendo una figura pública, no se puede dar el lujo de hacer este tipo de pronunciamientos a título personal. Era de esperarse el escándalo que se armó y el poblano sabía bien lo que vendría.
Hay quienes opinan que el de Barbosa (con lo perspicaz e inteligente que es), en realidad, no fue un exabrupto; fue un paso bien calculado; sabía lo que hacía y lo que provocaría. Un cisma que acarrearía aún más divisiones y pleitos. Como él mismo lo dijo: «debía haber una definición de la izquierda respecto de las elecciones del 2018». Cierto, pero mediante los canales establecidos.
Se saltó las trancas, síntoma de que las cosas andan mal, pero de verdad muy mal en el PRD. Junto con Barbosa se fueron once senadores del grupo parlamentario del sol azteca. De hecho, seis de ellos ya estaban fuera de ese instituto político. Como era logico, aparte de lo que ocurriese en los órganos internos de ese partido, había que esperar la decisión de los órganos del Senado, esto es, la mesa directiva y la junta de Coordinación Política. Ambas instancias reconocieron a Dolores Padierna como coordinadora de la bancada perredista. Barbosa y sus once senadores tratarán de ser reconocidos como un bloque parlamentario. Hay varios motivos para ello: que se les asignen comisiones y que se les otorguen recursos económicos. Otro dato importante es el siguiente: «También dejaron en claro que trabajarán para defender el proyecto de nación de Andrés Manuel López Obrador, es decir, ser su brazo legislativo en el senado». (Excélsior, 29/3/17).
Ya en las elecciones de 2015, el entonces presidente del Partido de la Revolución Democrática, Carlos Navarrete, luego de conocer los resultados electorales (vale decir, el PRI obtuvo 31 por ciento, el PAN el 25 por ciento y el PRD el 11 por ciento), admitió que esos resultados habían arrojado a «un PRD achicado».
Literalmente, el PRD en manos de Los Chuchos se ha ido degradando. ¿Qué les quedaba para el 2016? Ir en coalición con el PAN en tres estados: Veracraz, Quintana Roo y Durango. Dicho de otro modo, para mantenerse en pie, tuvieron que ponerse el ropaje de escuderos de su acérrimo enemigo ideológico, el PAN; cayeron en el pragmatismo duro y puro.
Según el calculo de conveniencia y oportunidad, ante el achicamiento del PRD y el caos imperante, la consigna es «sálvese quien pueda». Creíamos que conceptos pertenecientes a la vieja política mexicana como el de «cargada» (o sea, mostrar adhesión al puntero) se habían ido junto con el régimen autoritario, pero no. A lo que asistimos es a una verdadera y propia «estampida de los búfalos» (como también se decía en aquellos años para designar a la «cargada» política) en favor de Andrés Manuel López Obrador. Y esto porque, sencillamente, «es el que va adelante».
Considero que la crisis de la izquierda mexicana es, ante todo, una crisis moral e ideológica. Hace mucho dejó de discutir ideas y planteamientos, se concentró en el simple y burdo mercadeo político. Conforme fue tomando posiciones de gobierno y de orden legislativo, quedó subyugada por «el sortilegio del poder».
Dejó atrás los principios y valores; ahora lo que cuentan son los intereses y las ambiciones.
No es casualidad que a cada rato salten escándalos de corrupción en sus propias filas, como el del departamento en Miami de Alejandra Barrales. Mientras otras izquierdas a nivel internacional están buscando y proponiendo opciones novedosas (Holanda, por ejemplo), aquí la izquierda anda metida en pleitos de barriada y jugarretas de baja estofa.