Depresión: el lado triste de la juventud

Si te sientes cansado, «histérico» y pesimista, además de que no te concentras, sacas malas calificaciones y no quieres ver a nadie, puede ser que sufras depresión. Por fortuna, existen muchos recursos a los que puedes recurrir para hacer frente a este trastorno de la salud mental.
Hablar de juventud es, para muchos, sinónimo de alegría, audacia, creatividad, entusiasmo, amistades y, en una sola palabra, de vitalidad. Esto tiene buena parte de razón, y sólo habría que ir a la explanada de alguna escuela, al gotcha o a un concierto de rock para comprobarlo. Sin embargo, no todos los chicos pueden decir que esta etapa sea del todo alegre, ya que la viven de forma sombría y pierden poco a poco el interés por aquello que les resultaba divertido e interesante. La responsable de esto puede ser la depresión, un problema de salud mental que afecta a 1 de cada 8 jóvenes y adolescentes, y que tiene su origen en el desequilibrio de sustancias que contribuyen a la transmisión de mensajes entre células del cerebro (serotonina y dopamina), de modo que desencadena problemas emocionales y de conducta.
Tuve la oportunidad de hablar sobre este tema con la Dra. María Emilia Lucio Gómez-Maqueo, quien es psicoanalista e investigadora de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en la capital del país. Ella me explicó que «hasta hace algunos años se pensaba que ni los adolescentes ni los niños sufrían depresión, pero esta idea ha cambiado y ya se acepta la existencia del problema». Suena un poco extraño esto de que antes «no había» y ahora «siempre sí», pero ello se debe a que «en generaciones pasadas no era tan evidente o tan severo, y hasta hace un par de décadas se contaba con un medio social más protector. La mamá estaba más tiempo con sus hijos y los chicos tenían varios hermanos para convivir, podían salir a la calle, hacían amistades y los vecinos colaboraban en su cuidado».
Ese mundo del que suelen hablar nuestros padres con cierta nostalgia ha cambiado y, debido al exigente ritmo de vida, niños y adolescentes se encuentran más expuestos a problemas. «Uno de los factores que pueden desencadenar depresión es el estrés, y los chicos ahora viven con mucha presión y gran temor a sufrir agresiones o un accidente, a que los roben, los asalten o abusen sexualmente de ellos». Otro motivo por el que se reconoce más a la depresión juvenil es que sabemos más de ella. «En los adultos hay manifestaciones fáciles de apreciar, como apatía, angustia, agotamiento, sentimiento de desesperanza, insomnio (dificultad para dormir) o paraso-mnia (exceso de sueño), pero los síntomas en los chicos no son tan claros y aparecen otros que ocultan el padecimiento, generando una depresión enmascarada». Así, observa la experta, la enfermedad solía confundirse con problemas pasajeros o de conducta, aunque reconoce que hasta la fecha esto sigue ocurriendo, sobre todo por parte de profesores y padres de familia. «Los síntomas de la depresión juvenil varían en cada caso, pero entre ellos se observan el alejamiento de los amigos, agresividad, problemas con la autoridad y abuso de sustancias estimulantes».
¡Tómalo en cuenta!
La Dra. Emilia Lucio narra que, luego de investigaciones y airados debates en todo el mundo para determinar si la depresión se debe a aspectos biológicos o psicológicos, la comunidad de expertos en salud mental ha llegado a la salomónica conclusión de que ambos son responsables del problema, aunque suele predominar alguno de los dos.
También me explicó que, de acuerdo con las estadísticas más confiables que tenemos, y que son las del Instituto Nacional de Psiquiatría, «aproximadamente hay 2 mujeres con depresión por cada hombre afectado, y la presencia de este padecimiento ha aumentado, de modo que pudiera presentarse, en distinto grado, en 10% de la población mexicana».
Ante mi insistencia para saber cómo es la vida de un chico con depresión, la investigadora de la UNAM me comentó que no hay un caso típico, pero «podemos imaginar a un joven tímido, que llega de la escuela y se duerme; luego tiene que hacer la tarea, pero no se concentra y la deja para ponerse a ver televisión, a entretenerse con un video-juego o a navegar por Internet. Se siente cansado, triste y sin entusiasmo; no sale de su casa y casi no tiene amigos. «Tampoco va a fiestas, no asiste a reuniones, sus calificaciones en la escuela son bajas, tiene problemas con los maestros y con sus compañeros porque que lo ven como alguien muy agresivo, y en ocasiones puede hacerse cortaduras en diversas partes del cuerpo».

En caso de que este padecimiento permanezca sin atención, se corre el riesgo de que la depresión se vuelva crónica y se fortalezca. El joven puede hacer un gran esfuerzo contra su enfermedad, casi sin darse cuenta, pero llegará un momento en el que ya no podrá mantenerse y será muy difícil que continúe realizado sus actividades.

Otra consecuencia fácil de percibir es la notable dificultad para adaptarse a tareas propias de su edad. Por ejemplo, explica la Dra. Lucio Gómez-Maqueo, “cuando llega a la universidad, el muchacho puede comenzar a reprobar materias porque no rinde igual ni puede estudiar, debido a sus problemas de concentración”.

Y aunque suena un poco tétrico, comenta que la depresión también se vincula con pensamientos obsesivos respecto a la muerte y el suicidio, por lo que “hay muchos adolescentes que tratan de llevarlo a cabo. Sin embargo, se debe aclarar que no todos los casos de jóvenes que tratan de quitarse la vida tienen como origen a esta enfermedad mental, ni que todo cuadro depresivo termina con intentos suicidas”.

Cambio de mentalidad
Con base en su amplia experiencia como investigadora y psicoterapeuta, la Dra. María Emilia Lucio explica que la detección del problema puede correr a cargo de los padres, al ver que su hijo actúa de forma rara, e incluso de los maestros, “pero es necesario que en vez de juzgar a un estudiante como rebelde, lo canalicen con un especialista”.

Otros recursos de utilidad son los cuestionarios especialmente diseñados para la detección temprana de problemas psicológicos, mismos que se pueden aplicar en la escuela y en los que especialistas de la UNAM han trabajado con éxito, aunque todavía a nivel experimental.

La nota feliz de este tema radica en que la gran mayoría de los casos de depresión pueden abordarse satisfactoriamente cuando hay detección temprana, diagnóstico y tratamiento adecuados, pero también la voluntad para entender a las enfermedades mentales de forma distinta.

Y es que, confiesa la experta, “En México y en muchos países hay prejuicios notables en relación con los tratamientos psiquiátricos. La gente dice: ‘es que él tiene que salir por su cuenta’, como si la solución se diera por pura fuerza de voluntad, o bien, cree que son ‘cosas de la edad’ que ‘se pasan con el tiempo’, sin tomar en cuenta que muchas veces lo que se enfrentan son factores biológicos”.

Por eso es importante que la familia del joven o adolescente que acude a tratamiento se involucre en éste, brindando apoyo y comprensión.

En este mismo sentido, explica que el tratamiento inicia con la correcta evaluación del problema; luego, debe efectuarse psicoterapia para atender los aspectos emocional y mental y, de forma paralela, aunque dependiendo del caso, se utilizan recursos como práctica de ejercicio y uso de medicamentos (antidepresivos y ansiolíticos) para mejorar en el aspecto biológico del padecimiento.

La especialista me comenta que existen posturas extremas sobre este punto, a las que es mejor evitar. Por un lado, “hay quienes se resisten al uso de medicamentos porque dicen que vuelven adicta a la gente y generan efectos secundarios, y por el otro existen personas que sobrevalúan lo biológico, y todo lo quieren solucionar con fármacos. A pesar de estas ideas, pienso que cuando se realiza un diagnóstico adecuado y la atención se realiza de forma temprana, por un especialista responsable y capacitado, la depresión puede curarse”.

Finalmente, le pregunté a la Dra. Emilia Lucio qué puede hacer un chavo que lea esta nota y sospeche que sufre depresión. Me contestó: “Si tiene el apoyo de sus padres, lo primero es hablar con ellos para decirles lo que siente. Si no es así, puede buscar la ayuda de alguno de sus maestros o ir directamente a una clínica o en un centro de atención para jóvenes y adolescentes”.

Ahora bien, cuando se sospecha que un familiar o amigo es el del problema, “uno de los obstáculos que existen es el de la comunicación; entonces se puede empezar por invitar al joven a un lugar para platicar, llevarlo al cine o a que realice alguna actividad, porque quien sufre depresión se retrae mucho y hay que acercarse a él poco a poco. Si se percibe que el problema es grave, hay que buscar ayuda especializada”.

Concluye la Dra. Lucio: “Le va a ir bien al muchacho que reciba ayuda, porque va a evitar muchos tropiezos en su vida emocional, familiar y escolar, tanto ahora como en el futuro. Incluso con un tratamiento breve hay muy buena perspectivas; nosotros tenemos experiencia y seguimiento con jóvenes con tendencias suicidas, y gracias a que la terapia que han recibido es la adecuada e involucra a padres, maestros y hasta amigos, no hemos tenido casos qué lamentar”.