La ciencia moderna es una manera consciente de interpretar la realidad

En mi libro Evolución de las maneras de interpretar la realidad demuestro que la vida de todo organismo, desde una bacteria hasta una ballena y desde un helecho a un feto, depende de que puedan interpretar la realidad eficazmente. Puesto que no tenemos evidencia de que esos organismos tengan consciencia, aceptamos que esa interpretación es inconsciente. Así, las células intestinales de una lagartija interpretan que ese elemento que llega con el contenido gástrico es hierro, de lo contrario no lo podría captar y enviar a la médula ósea, no podría sintetizar hemoglobina, y moriría asfixiado en minutos.
El Homo sapiens no es excepción, salvo que hace unos 50 mil años apareció la consciencia en el planeta y la agregó a su capacidad inconsciente de interpretar.
Las primeras etapas de la interpretación consciente han sido religiosas, porque el ser humano entendió que no podría hacer un Sol, una Luna, ni las estrellas, y tuvo que admitir que los habrían hecho seres muchísimo más poderosos que él: deidades. Los primeros modelos conscientes fueron animistas, en el que atribuían las propiedades de un volcán, un árbol o un animal a que tenían un ánima que los manejaba. De pronto en nuestro estacionamiento de automóviles un ingeniero maldice y da un puñetazo al motor a su coche: “¡Este maldito no quiere encender!” En mi libro citado también demuestro cómo y porqué se pasó de los animismos a los politeísmos y de estos a los monoteísmos. Todos los padres de la ciencia moderna (Galileo, Descartes, William de Ockham, Newton) han creído en deidades.
Con todo, el paso siguiente, hacia la ciencia moderna, consiste en abstenerse de invocar milagros, revelaciones, dogmas y el Principio de Autoridad, con base en el cual algo es verdad o mentira dependiendo de quién lo diga: la Biblia, el Papa, el Padre. Todas las especies hiperdesarrollan alguno de sus atributos, y producen con él su herramienta y arma para la lucha por la vida. La del Homo sapiens es un notable desarrollo de la capacidad de conocer, que ha sido acompañado de selecciones complementarias. Así la selección más importante de la jirafa ha sido la altura (unos 5 a 6 metros) que le permite comer hojas de árboles sin treparlos. Pero se desmayaría si no pudiera irrigar un cerebro ubicado a dos metros por encima de su enorme corazón (unos 6 Kg). Pero ese cerebro reventaría cuando el animal baje la cabeza para beber en una laguna a la altura de sus pezuñas, aumentando así unos 5-6 metros de presión hidrostática, si otra de las selecciones complementarias (válvulas en los vasos sanguíneos) no amortiguaran la tremenda presión arterial. Las selecciones complementarias humanas han sido (i) un cerebro capaz de almacenar una gran memoria en el neocortex cerebral. (ii) Se seleccionó al creyente que lo dota de un descomunal embudo cognitivo que nos vierte en la mente todo lo aprendido por toda la humanidad: no he conocido a Tutankamón, ni estuve en la Primera Guerra Mundial, ni inventé el castellano, pero se los creí a mis padres y maestros durante la crianza y la educación. (iii) Se seleccionó a los humanos que tuvieran un sentido temporal con una flecha más larga, que alcanza futuros más remotos, y puede captar duraciones más largas que abarcan causas y efectos (“cadenas causales”). Así, ve un cielo nublado y predice que va llover; o al revés: ver llover y recordar que fue precedido por un nublado. Luego, eslabonando estas cadenas causales pudieron generar modelos dinámicos de la realidad (en función del tiempo). (iv) Dicha selección llevó a captar un futuro en el que habrían de morir. Nadie sabía qué sucedería después. La angustia hizo brotar las religiones como placebos cognitivos para aplacarla.
Sólo los pueblos del Primer Mundo lograron cubrir la evolución desde los animismos hasta la ciencia moderna.
Los del Tercero se estancaron en etapas religiosas. México, por ejemplo, tiene su manera de interpretar la realidad vertebrada por el Catolicismo Apostólico Romano generado por Constantino en el Siglo 4º amalgamando el Judeocristianismo con el Paganismo Romano. Por eso, si bien México ha logrado desarrollar una comunidad de investigadores de jerarquía internacional (publican en las mejores revistas del mundo), no tiene ciencia moderna, ni tampoco una cultura compatible con ella. Por favor, es MUY importante no confundir Cultura Científica, con Cultura Compatible Con la Ciencia (CCCC)
Cultura Científica: es la que tiene una sociedad donde abundan los que tienen idea de qué hizo Galileo, Kepler, Newton, Pasteur, Einstein, Planck, Watson & Crick, qué es un telescopio, un reactor atómico, un virus.
Cultura Compatible Con la Ciencia: si yo les cuento a los argentinos que aquí los mexicanos tienen buena odontología, no van a pensar que aquí todos son dentistas. Sino que habrá un dentista por cada 100 habitantes, no sé. Pero hay una Cultura Compatible Con la Odontología, porque cuando tienen un problema dental (gingivitis, caries, fracturas de coronas) acuden a ese 1 % que sí son odontólogos.
Yo no diría que la sociedad norteamericana tiene una Cultura Científica, pero SÍ tiene una Cultura Compatible Con la Ciencia, porque cuando se asustaron porque los rusos tenían cohetes que llegaban a la Luna, sputniks que orbitaban la Tierra y explotaron en el espacio una atómica de 50 megatones, cuadruplicaron el presupuesto para la ciencia, fueron los primeros en llegar a la Luna y hoy mandan naves espaciales que le van a tomar fotos a los anillos de Saturno.
Por supuesto, es el pueblo que más impuestos paga para la lucha contra el Sida, Alzheimer, Cáncer, etc. En resumen, esa CCCC sale a relucir cuando tienen un problema grave, lo encomiendan a la ciencia y le dan presupuesto acorde.
*Miembro del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República y Profesor Emérito del Departamento de Fisiología, Biofísica y Neurociencias del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional, CINVESTAV.