Ansiedad, ese tirano de la vida moderna

Se ha vuelto tan común encontrar a gente molesta, entristecida, con insomnio, que conduce su automóvil bruscamente o experimenta temor incontrolable hacia un objeto o animal, que creemos que se trata de algo normal. Sin darnos cuenta, hemos perdido la sensibilidad para entender que estamos hechos un “manojo de nervios”, y que ese malestar nos afecta de diversas formas.
“Tenemos muchos nombres para describir esta situación; podemos decir que es angustia, miedo, estrés o tensión, pero lo cierto es que, a pesar de que cada una de estas palabras posee distinto significado, son términos afines que tienen que ver con una causa común: la ansiedad”, opina el Dr. Enrique González Ruelas, psicólogo y director del centro Interdisciplinas Cognitivo Conductuales (ICC), en la Ciudad de México.
Millones de mexicanos sufren trastornos de ansiedad, los cuales generan:
Aumento en la presión arterial (hipertensión).
Alteraciones del ritmo cardiaco (arritmia).
Problemas digestivos.
Dolor de cabeza.
Vértigo y desmayo
Retrasan la recuperación de una persona enferma.
Complicaciones en padecimientos como asma (inflamación de vías respiratorias que causa dificultad para respirar y tos) o diabetes (elevación en el nivel de azúcar en sangre).
Por si fuera poco, “estos trastornos se vinculan con baja productividad, riñas de pareja o familia, alteraciones del sueño y del apetito sexual e, inclusive, disminución en el promedio de vida. Tampoco podemos olvidar que mucha gente con ansiedad trata de sentirse mejor con el uso de alcohol, cigarro o drogas”, sentencia el especialista.
De ahí la importancia de adquirir conciencia sobre esta situación que ha avanzado dramáticamente en la sociedad mexicana. “La ansiedad no es sinónimo de vivir en la ciudad, tampoco es debilidad de carácter o un problema de adaptación o miedo ‘que se pasa con el tiempo’. Vivir con ansiedad no es normal, es una enfermedad con todas las letras”.
Sensación emocional desagradble
Para matizar este tema, González Ruelas especifica que la ansiedad, tal cual, es un mecanismo natural cuya finalidad es preparar al individuo para pelear o huir ante situaciones amenazantes. Se debe a la secreción de sustancias como las catecolaminas (norepinefrina, dopamina y epinefrina o adrenalina), mismas que desencadenan sensación emocional desagradable, estado de alerta, aceleración del ritmo cardiaco, movilización de sangre de las vísceras hacia los músculos y aumento en la cantidad de azúcar que circula por venas y arterias. Con humor, el psicólogo puntualiza que “en la época de las cavernas esto era muy útil si se enfrentaba a un tigre dientes de sable o a un oso, pero en la actualidad ya no necesitamos tantos cambios físicos. Ahora los estados de tensión ocurren, por ejemplo, cuando el cobrador toca nuestra puerta; en tales circunstancias la ansiedad no nos sirve de mucho, porque no nos va a dar el dinero para pagar nuestra deuda”.
Contrariamente a la opinión de algunos filósofos, para los que la ansiedad es “el motor de nuestra vida”, el especialista opina que “esta reacción del organismo se está convirtiendo en un problema porque no obedece a las necesidades de la vida actual. Mucha gente que conocemos está malhumorada, desesperada, confundida o pesimista, y a menudo sucede por estrés y tensión”.
De forma específica, el director del ICC comenta que la ansiedad deja de ser normal y se vuelve enfermedad cuando es muy frecuente (varios episodios en un día) o persiste por mucho tiempo (dos o tres días seguidos), además de que genera bajo rendimiento social y laboral, dificultad para expresarse y reacciones de rechazo explosivas o demasiado intensas por estímulos pequeños.
Por otro lado, explica que los trastornos de ansiedad se organizan en categorías para su mejor comprensión y tratamiento:
Crisis de pánico. Aparición súbita de una intensa sensación de angustia, desesperación y miedo, acompañada de síntomas físicos, sin que haya un estímulo reconocible. Trastorno de ansiedad generalizada. Desorganización total del sujeto, que vive ansioso todo el tiempo y sólo tiene observaciones pesimistas sobre aspectos de su vida cotidiana.
Fobia. Terror exagerado e irracional que aparece cuando el paciente se enfrenta a objetos, animales o situaciones determinadas que provocan conductas de alejamiento y rechazo.
Trastorno obsesivo-compulsivo. Presencia involuntaria, reiterada y excesiva de conductas o pensamientos de difícil control que generan angustia y difícil accionar social.
Trastorno por estrés postraumático. Se presenta tiempo después de vivir una situación violenta (asalto, secuestro, accidente, violación), y produce angustia, insomnio e irritabilidad.
Todos estos problemas, señala el especialista, “le suceden principalmente a personas que se exponen demasiado a estímulos (llevan una vida muy activa), con antecedentes de ansiedad en su familia o que padecen enfermedades del sistema nervioso. También afectan a quienes han sufrido eventos traumáticos y sobrecarga emocional, emplean sustancias estimulantes o poseen malos estilos de afrontamiento (forma en que se resuelven los problemas de la vida)”.

Cifras angustiantes
Por su parte, el Dr. José García Marín, psicólogo que también está adscrito al ICC, comenta que de acuerdo con la Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica en México 2003, en nuestro país existen cuando menos 14 millones de personas con algún trastornos de ansiedad. Más de la tercera parte de estos pacientes son afectados por fobias y el resto son víctimas de ansiedad generalizada, estrés postraumático, ataque de pánico o personalidad obsesivo-compulsiva.

Al ser cuestionado sobre este abrumador panorama, indica que él mismo estuvo implicado en la obtención de dichos resultados y aclara que “estas cifras se obtuvieron a través de un estudio muy serio y complicado, cuya realización requirió aproximadamente un año. Fue auspiciado por la Secretaría de Salud y la Organización Mundial de la Salud, y lo llevó a cabo el Instituto Nacional de Psiquiatría bajo la coordinación de la Dra. María Elena Medina-Mora”.

Dicho estudio también nos muestran que los trastornos por ansiedad son tres veces más frecuentes en mujeres que en hombres y que el problema se puede manifestar desde muy temprano, pues aunque el promedio de aparición ocurre entre los 14 y 22 años, las fobias pueden debutar desde la primera década de vida.

Asimismo, ésta y otras investigaciones revelan que 54% de las personas afectadas piden ayuda en primera instancia a sus familiares o amigos (a veces el consejo que reciben es tomar un poco de alcohol para tranquilizarse), 10% recurren al auxilio de un sacerdote, ministro de la iglesia o curandero, 15% se automedican. Sólo 10% acuden al médico y otro tanto a servicios especializados en salud mental.

Por ello, sentencia García Marín, “debemos enfatizar que todo el sistema nacional de salud, público o privado, está en condiciones de dar atención de calidad a todas aquellas personas que tomen conciencia de este problema y que quieran evaluarse. No sufriríamos sobredemanda o saturación, por lo que, más bien, en México deberíamos adoptar la postura que ya se da en otros países para desestigmatizar la ayuda que ofrece un especialista en salud mental”.

Alternativas
Al referirse a los beneficios que obtiene una persona con trastorno de ansiedad al acudir a consulta con un psiquiatra o psicólogo, el Dr. Enrique González asegura que, por principio, la gente va a encontrar alivio a su sufrimiento y al pronunciado “aceleramiento” en que vive.

“Este grupo de padecimientos genera mucho malestar, alteraciones fisiológicas, desempeño por debajo de nuestras posibilidades y problemas en la convivencia. Por ello, lo que hacemos como especialistas es enfocarnos directamente a lo que causa la ansiedad y le ofrecemos a la gente muchos recursos de utilidad, como orientación, psicoeducación o medicamentos”, profundiza.

Sobre este último punto acota: “Es de gran relevancia enseñar al sujeto a conducirse mejor por la vida porque, parece mentira, muchas veces tenemos hábitos que vemos como normales pero que son inadecuados y nocivos. Los especialistas ayudamos a reestructurar el ambiente laboral, enseñamos técnicas de relajación o insistimos en el fortalecimiento de redes de apoyo y lazos familiares para tener mejores recursos con los cuales hacer frente a la ansiedad”.

En ocasiones los cambios son sutiles, pero no dejan de ser importantes. Por ejemplo, el paciente aprende que para el control de la tensión es muy útil la realización de estiramiento ligero por la mañana o noche, practicar respiraciones profundas a lo largo del día o comenzar a programarse mentalmente con imágenes positivas.

A modo de conclusión, el psicólogo señala que “en México y las naciones latinoamericanas somos muy emotivos, y esto puede ayudarnos a controlar la tensión, porque no nos reprimirnos. Sin embargo, debemos hacer más por atender los problemas relacionados con la ansiedad, porque los enfrentamos cotidianamente. ¿Cuántos accidentes de automóviles vemos a diario y cuántos tienen que ver con la ansiedad? Yo creo que son la mayoría y, aunque no es fácil de contabilizar, estoy seguro de que los beneficios por el buen manejo del estrés y de la presión serían notables en éste y muchísimos renglones más”.