Filipinos protestan contra políticas de Duterte

Miles de filipinos católicos se congregaron hoy en una simbólica plaza de Manila para impedir que el Congreso restablezca la pena de muerte y para condenar la campaña contra las drogas del presidente del país, Rodrigo Duterte.

«No podemos enseñar que matar está mal si lo hacemos matando a aquellos que matan», dijo a los manifestantes el presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Filipinas, el arzobispo Socrates Villegas, según el diario local Sun Star.

Unas 50 mil personas, según los organizadores del grupo Sangguniang Laiko ng Pilipinas, y 10.000, según la Policía, se reunieron durante más de tres horas en el Parque de Rizal, en el casco antiguo manileño, para participar en la llamada Marcha por la vida.

El prelado también instó a los filipinos católicos a rechazar otros pecados contra la vida, como el aborto, las drogas, la corrupción o la blasfemia.

Villegas les pidió que no vivan sometidos al terror, aunque estén rodeados de violencia y de intentos de reinstaurar la pena capital, porque «el sol volverá a salir».

«Hay esperanza. No tengáis miedo de la oscuridad. Nunca viváis en el miedo», resaltó el arzobispo.

Más de 7 mil supuestos drogadictos y narcotraficantes han muerto en la campaña contra las drogas que lanzó Duterte el mismo día de su investidura, el 30 de junio de 2016.

De ese número, alrededor de 2.500 muertes ocurrieron en operaciones policiales y el resto a manos de grupos civiles que se tomaron la justicia por su cuenta.

La campaña se halla en este momento suspendida para «limpiar» a la Policía de agentes corruptos, pero el jefe de Estado ha expresado su intención de reanudarla cuanto antes y prolongarla hasta el fin de su mandato único de seis años, en 2022.

Amnistía Internacional denunció a principios de febrero que en la guerra contra las drogas en Filipinas se habían cometido «crímenes contra la Humanidad», además de encubrir asesinatos a sueldo, falseo de atestados y robos perpetrados por policías.

El 86 por ciento de los 100 millones de habitantes de Filipinas pertenecen a la Iglesia católica, número que le concede una gran influencia en el país.