Edomex, el voto fragmentado

Al PRI se le comienzan a acomodar las cosas en el Estado de México, pues al enfrentar a una oposición dividida y fragmentada, le resulta menos complicada su estrategia electoral en la renovación de su gobierno. La apuesta por impedir la unión del PRD y el PAN les funcionó, reduciendo el riesgo de verse atropellados por un electorado hastiado y molesto con ese instituto político.
Como es bien sabido la entidad ocupa vergonzantes primeros lugares en incidencia delictiva, inseguridad y violencia, destacando los feminicidios y la corrupción. En realidad poco volteamos a ver lo que ocurre en el Estado de México, pues al encontrarse colindante y conurbado con el Distrito Federal, lo que ahí acontece pasa a segundo o tercer término por razones obvias, lo que ocasiona que infinidad de atroces episodios pasen desapercibidos, sin darnos cuenta de la grave situación y las condiciones en que se encuentra sumida la entidad.
Lo anterior es suficiente para justificar la imperante necesidad de un cambio en la entidad, inclusive si repasamos la historia reciente, además de que no se ha dado la alternancia y siempre ha gobernado el PRI, algunos de sus personajes incluyendo al actual gobernador Eruviel Ávila y, los dos anteriores Montiel y Peña, resultan claros ejemplos de excesos, corrupción y frivolidad, dejando el campo propicio a la oposición de capitalizar el repudio social en la entidad.
Es obvio que ante el panorama actual de ir cada quien por su lado el PRI sabedor de que eso implica la fragmentación del voto opositor, a la vez de estar consciente del rechazo social que tiene, su estrategia es por demás predecible: echar mano de sus estructuras y del voto corporativista y clientelar, de lo que seguramente se encargara el Secretario de la SEDESOL Luis Miranda; propiciar el abstencionismo, descalificando todo e inclusive propiciando temor en el electorado y; manteniendo a la oposición dividida. Las tres cosas las saben hacer bien, tienen experiencia en ello y cuentan con los medios y el equipo para llevarlas a cabo.
Por otra parte, si bien la incapacidad de las dirigencias nacionales del PAN y PRD para arribar a las alianzas fue manifiesta, ahora el reducto que les queda en principio es evitar caer en la estrategia del PRI; establecer como adversario común al candidato del partido oficial y poner bases, criterios y voluntades para, llegado el caso, construir un escenario de alianza de facto.
No es algo inusual o fuera de la realidad, se presenta en muchas ocasiones como una acción de lógica electoral en las campañas políticas, ya sea mediante declinaciones para sumarse a otro proyecto, como lo hizo en Nuevo León Fernando Elizondo con el Bronco o bien, en la figura del voto útil, aquella postura del ciudadano consciente de que el candidato de su preferencia no tiene posibilidades de ganar y decide cambiar su voto por el que va arriba.
Las cosas se pondrán interesantes, el juego está en marcha.