Histórico monasterio iraquí sobrevive a furia del Estado Islámico

Escrutar la guerra desde las amplias terrazas del monasterio de Mar Mattai es como ver una película que se queda fija en una única escena con un caótico fondo sonoro. En pie desde hace más de 16 siglos a un lado del monte Alfaf, este monasterio siríaco ortodoxo es el más antiguo de todo Iraq.

Y es también el más cercano a la línea de fuego con el Estado Islámico: sólo cuatro kilómetros los separan. Las explosiones de artillería pesada retumban en el aire con regularidad. Se oye todo perfectamente pero no se ve nada, ni siquiera una columna de humo.

A los pies del monte en el que se encuentra el monasterio de Mar Mattai, San Mateo, discurre un camino a lo largo del cual se encuentran cuatro aldeas y varios puestos de control de las fuerzas aliadas kurdas e iraquíes.

En el otro lado de la montaña hay dos ciudades con una fuerte presencia cristiana, Bashiqa y Bartellah, recientemente liberadas de la presencia de los yihadistas tras dos años, pero donde todavía hay combates.

La contraofensiva para liberar a Mosul, que está a unos 20 kilómetros de aquí, hace temblar día y noche las ventanas del monasterio.

«La guerra no es algo nuevo en Iraq -dice el padre Yusuf, el superior siríaco ortodoxo-, estamos acostumbrados a ello, pero saber que el Estado Islámico había llegado a cuatro kilómetros del monasterio fue impactante. Muchos cristianos que habían huido de Mosul vinieron a nosotros cuando la ciudad cayó en manos de los terroristas».

«Esos días, temiendo el ataque, nos llevamos las reliquias y los documentos más importantes de nuestra biblioteca que teníamos custodiados en el monasterio. Llegaron armados al pueblo de aquí abajo y luego se detuvieron. Temíamos que lo destruyesen todo, pero inexplicablemente no subieron a la montaña. Dios nos quiso proteger», señala.

El monasterio de Mar Mattai, San Mateo, fue construido en el año 366 y está a casi mil metros de altura. El número de monjes ha pasado de mil, en su ápice, a sólo cinco, los que hay ahora. A lo largo de los siglos fue sitiado y saqueado por persas, mongoles, tártaros y otomanos.

Delante del monte Alfaf hay otra colina conocida como «la ermita del espía» precisamente porque desde su punto más alto se puede tener todo el valle bajo control. Hubo una época en la que los religiosos hacían largos turnos de guardia para dar la alarma en caso de ataques.

San Mateo es recordado como un santo sanador. Con el agua bautismal, el monje, originario de Anatolia, curó la lepra a la princesa asiria Sara. Lo llevó a ella su hermano Behnam, que se había encontrado al santo gracias a la llamada de un ángel que se le apareció en sueños.

El padre, el rey Senaquerib II, hizo matar a los dos hijos porque se habían convertido al cristianismo y luego enloqueció. La reina fue en busca de San Mateo y lo llevó a hasta Senaquerib II, que fue curado, se convirtió y financió la construcción del monasterio como señal de devoción.

Los monjes están llamados a preservar los restos del santo y de algunos de sus seguidores que se encuentran en la Casa de los Santos, una cripta de la pequeña iglesia del monasterio. Cuando una pareja que no puede tener hijos consigue tener uno, si es varón le llaman Mattai, y si es mujer, Sara.

«Antes de que llegase el Estado Islámico -explica el padre Yusuf- habíamos tratado de decir a nuestra gente que no saliese de sus casas. Antes de 2003 el número de cristianos en Irak ascendía a más de un millón y medio, pero ahora en cambio somos menos de 200 mil. Esto se debe a la persecución y a las difíciles condiciones de vida en Iraq».

Agrega que «antes de la aparición de los yihadistas, en 2014, cuando hablábamos a nuestra gente les decíamos que nadie tenía que irse porque esta es nuestra tierra, la tierra de nuestros antepasados, un lugar de importancia histórica para los cristianos».

«Pero ahora, en estas circunstancias, a los que me preguntan si les puedo garantizar la seguridad, les digo que no; a los que me preguntan si puedo garantizarles un refugio, les digo que no; a los que me preguntan si les puedo garantizar un trabajo, les digo que no. ¿Cómo le pido a la gente que se quede en nombre de la tradición cristiana de aquí?», se pregunta.

El propio padre Yusuf es un desplazado que huyó en 2006 de Mosul con su familia a uno de los pueblos que se ven desde lo alto del monasterio, después de que su hermano mayor fuera asesinado por un grupo menor yihadista.

«Esto -concluye- no es algo para tomarse a la ligera. El Estado Islámico no viene de la nada sino de algunos párrafos del Corán utilizados para engañar a miles de personas que se han apuntado al Califato. Las consecuencias de no haber actuado contra el Estado Islámico en estos años las sufriremos durante generaciones y tememos que la situación empeorará en el futuro».