Con el agua hasta el cuello

¡Si los norteamericanos han elegido a Donald Trump como su presidente para los próximos años, como dice el dicho popular, “que con su pan se lo coman”! Eso es lo que debiéramos todos
sostener, siempre y cuando las decisiones que aquel hombre tome afecten solamente a los habitantes de ese país. Pero cuando vemos que, merced a la importancia que en el concierto mundial tiene esa nación vecina, sus decisiones nos pueden afectar a todos, la cosa cambia.
Y no me refiero a decisiones que puedan impactar a nuestros intercambios comerciales o de flujos de población, ni siquiera que tengan que ver con el tráfico de drogas o armas entre Mèxico y los Estados Unidos de América, sino de algo que va mucho más allá de la relación entre estos dos países, poniendo en serio peligro, a esa casa común de la humanidad que conocemos como Planeta Tierra, específicamente por las posibles consecuencias de un “cambio climático”, entendiendo por esto, según lo define el diccionario de la Real Academia de la Lengua española, el cambio previsible en el clima terrestre provocado por la acción humana que da lugar al efecto invernadero y al calentamiento global.
Hemos escuchado el concepto hasta la saciedad y hasta conocemos de trascendentes acuerdos internacionales, tendientes a mitigar los efectos de este cambio en las condiciones atmosféricas del mundo. Y ahora, más recientemente, hemos sabido que el recién electo presidente de los EE.UU cuestiona, en ocasiones incluso haciendo bromas con el tema, la veracidad de este fenómeno y de los riesgos que implica.
Es por ello que conviene darnos a la tarea de hacer conciencia sobre aquellos datos objetivos que, más allá de intereses industriales o empresariales, señalan que el clima está cambiando y que ello encierra serios peligros. Por ejemplo, el nivel mundial del mar ha aumentado 17 centímetros en el siglo XX y dicho aumento en la última década es casi del doble del siglo pasado, lo que implica, por ejemplo, la desaparición de Estados insulares o hasta ciudades costeras, con todas las implicaciones que ello conllevarìa.
Igualmente, la temperatura global ha aumentado y dicho incremento se ha dado provocando los 20 años más calurosos desde 1981, encontrándose los diez más calientes en los últimos doce, ello a pesar de que ha habido un declive en la emisión de calor solar. Los océanos han sido los que han absorbido la mayor parte del aumento de calor, registrando los 700 metros superiores un aumento de 0.302 grados Fahrenheit desde 1969.Ello implica la acidificación del agua, afectando a los corales y por lo tanto, al hábitat de una elevada proporción de vida marina, reduciendo poblaciones de peces y otras especies, amenazando seriamente a la pesca.
A su vez, las placas de hielo de Groenlandia y de la Antártida han disminuido en masa, reduciéndose la extensión y grosor de las mismas, especialmente en las últimas décadas. Ello, mientras los glaciares de todo el mundo retroceden, incluidos Los Alpes, El Himalaya, Los Andes, Alaska, entre otros. Por su parte, los eventos de temperaturas extremas de calor en los EE. UU han aumentado, mientras que los eventos de mucho frío han disminuido desde 1950.
El efecto de todo lo anterior se ha traducido en desastres naturales relacionados con las condiciones meteorológicas que, tan solo en la última década del siglo XX produjeron aproximadamente 600,000 muertes en el mundo, 95% de las cuales ocurrieron en países pobres, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Estudios recientes parecen asociar las temperaturas récord alcanzadas en el verano de 2003 en Europa Occidental, con las 70.000 muertes más en el mismo periodo de años anteriores. Por otra parte, las condiciones climáticas influyen en las enfermedades transmitidas por el agua y por vectores como los mosquitos. Las enfermedades sensibles al clima se encuentran entre las principales causas de muerte.Se prevé que el aumento de la temperatura del planeta y de la variabilidad de las precipitaciones reduzca las cosechas en muchas regiones tropicales en desarrollo donde la seguridad alimentaria es ya un problema.
Y mientras todo esto sucede, Donald Trump se refiere al tema en estos términos: ¡El calentamiento global es una completa (y carísima) farsa! “«El concepto de calentamiento global fue creado por y para los chinos con la intención de hacer menos competitiva a la industria norteamericana», O bien «Toda esa carísima charlatanería del calentamiento global tiene que acabarse. Nuestro planeta se está enfriando, récord de temperaturas mínimas y nuestros científicos del calentamiento global están atascados enel hielo».
Y no solo eso, sino que se ha burlado de manera reiterada del cambio climático, despreciando a la comunidad científica internacional y hasta insultando a quienes, junto con Barack Obama, han propiciado el entendimiento y la colaboración, hasta alcanzar acuerdos como el de París, que parece ser un avance que de verdad producirá resultados sorprendentes.
No sabemos en que vaya a traducirse esta actitud. Como bien lo consignan artículos como el aparecido en las páginas de El Paísi en fechas recientes, internacionalmente existen tres incógnitas ¿reducirá Estados Unidos sus contribuciones financieras en materia de clima?; ¿abandonará el marco jurídico internacional integrado por la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, el financiamiento y el Acuerdo de París?; y el cambio de posición de Estados Unidos, ¿generará un efecto emulación por parte de terceros o el naufragio del modelo de cooperación en curso?
No sabemos aún. Pero lo que sí parece ser inevitable es que designe al frente de la Agencia de Protección ambiental a Scott Pruitt, enemigo declarado de la agenda ambiental de Obama, lo cual podría significar la reelaboración de las reglas de carbono, lo cual sería un verdadero problema, empezando por los efectos en la calidad del aire, y por ende,en la salud de la población. Ya lo diría Gene Karpinski, de la Liga de Conservación de votantes,“Pruitt al frente de la EPA, equivaldría a que el zorro cuide el gallinero”.
La situación preocupa con razón a los conocedores, principalmente porque los Estados Unidos de América contaminan con el 22%ii del total de emisiones del mundo. Y si ellos no se comprometen, no serán sólo sus ciudades las que se inundarán, ni su biodiversidad la que se mermará irreversiblemente. Lo será, la de todo el planeta. Así las cosas, no serán los gringos, quienes “con su pan se lo comerán”, sino usted, lector querido…y sus hijos…y sus nietos, quienes terminaràn, con el agua hasta el cuello.