Entrevista con Roberto Calasso; un mundo sin mitos

Roberto Calasso (Florencia, 1941) no se asume como un Prometeo que explora la cueva de los mitos para llevar a sus lectores un poco del fuego que lo mantiene atrapado desde hace décadas. Tampoco se ve como un Odiseo mitógrafo que circula sobre los ríos del pasado para refrescar la memoria del presente. Pero quien lea su más reciente libro traducido al español, titulado El ardor, encontrará la suma de ambas cosas.

Es una tarde tapatía a medio fuego y Calasso está de buen humor. Su cuerpo manifiesta los estragos del cansancio en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara: un par de ojeras que disimula cuando enfoca la mirada, y una tos que lo interrumpe cada dos minutos. A ratos sonríe como un niño que acaricia un objeto deseado, pero la mayor parte del tiempo es dominado por una imagen serena, tal como si el mismo Buda le hablara al oído.

En unos minutos Calasso atraviesa las páginas de El ardor. Primero recupera la vida y los mitos de la civilización védica (India), el significado original de palabras como sacrificio, embriaguez, soma… y plantea una idea fascinante: el mundo védico es la civilización que no dejó vestigios arqueológicos, pero su legado permanece, invisible, en sus textos en sánscrito. Luego coloca tres frases con sabor a sentencia: hoy usamos muchas palabras de una forma ingenua; los mitos son la rama de un inmenso árbol bifurcado; y el mundo actual es un mundo sin mitos.

NO SON MENTIRAS

En El ardor, el también autor de La literatura y los dioses afirma que los hombres de nuestro tiempo abusamos de la palabra mito. “La expresión ‘mitos de hoy’ es un abuso léxico de nuestro tiempo. Entonces, cuando se dice que Marilyn Monroe es un mito, ¡es una ofensa para Monroe! Ella fue otra cosa: ¿una estrella de cine? Quizá exista una relación entre ambas, pero no significa que debamos usar las palabras de una forma tan ingenua. Otro error es decir que un mito es una historia falsa; eso tampoco es cierto y la idea es una ofensa para los mitos”.

Un mito, dice Calasso, “es una bifurcación en la rama de un inmenso árbol. Para comprenderlo es necesario tener cierta percepción del árbol completo, y de un alto número de las bifurcaciones que en él se esconden. Ese árbol ya no existe desde hace largo tiempo. Por eso las historias modernas que más se parecen a los mitos (Don Juan, Fausto) no tienen un tronco al cual vincularse. Son historias huérfanas, autosuficientes, carentes de esa linfa que circula en un árbol de mitos y tiene una composición constante en cada punto”.

¿Es posible ver completo el árbol de la mitología?, se le inquiere. “Se necesita ver todo el árbol. Normalmente sólo vemos un fragmento y eso que pasa con muchos escritores del siglo XX que han escrito sobre mitos griegos, ignorando lo que había cerca de éstos. Y no captar las relaciones con lo que sucede antes, después y al lado… nos impide comprender muchas cosas”.

Y añade: “Esto es complejo, porque cada una de esas historias vive de una cantidad de variables. Sabemos que no hay una historia única, así que la variante es igualmente relevante, tan importante como la historia principal en la que aparece un mito. Éste es el trabajo de los mitógrafos. Es su oficio.

¿Puede existir un mundo sin mitos? “El mundo actual es un mundo sin mitos, donde se habla de mitos que no lo son. Hoy el uso de esa palabra es un exceso.

¿Se debe a la evolución en el significado de las palabras? “Sí, sí, ocurre justamente porque se pierden ciertos significados y se sobreponen otros, pero lo esencial es ver momento a momento el significado de cada palabra”.

¿Es porque sólo nos concentramos en los significados actuales? “Hoy se ignora el significado de palabras como sacrificio. A pesar de todo, un economista habla de sacrificios sin saber lo que significa en el mundo védico. Lo peor es que ese significado lo utilice un economista de la India”.

AMPUTAR UN BRAZO

Autor de libros de culto como La ruina de KaschLas bodas de Cadmo y Harmonía yKa, Calasso niega la idea de ser un navegante de mitos. “Es cierto que vivo inmerso en los mitos desde siempre, pero me parece un hecho natural del pensamiento. El pensamiento que omite esa parte es como si (la humanidad) se quitara un brazo o como si amputara algo más”.

¿Es usted un Prometeo de la mitología? “Entiendo, pero hay una ilusión en ese mito: se ve como el hombre que se opone a los dioses; la historia real es distinta. Antes que nada, Prometeo es un dios, y mantiene una especie de acuerdo secreto con Zeus por lo que se equivoca en tomarlo como ejemplo de una humanidad que se libera. Eso es una ilusión. Él tiene que ver con el sacrificio, cuando lo instituye tras engañar a Zeus”.

¿Por qué hay múltiples coincidencias entre mitologías sin relación histórica? “Es impresionante que en algunos casos se puede establecer una relación histórica. Eso sucede en pocos casos. Pero la verdadera razón por la que se encuentran estos paralelismos es porque hablan de las mismas cosas. Es como las matemáticas. Hoy todos los niños aprenden el Teorema de Pitágoras, pero desconocen que en realidad fue descubierto en Mesopotamia, mil años antes”.

El ardor recuerda que la civilización védica no deja ciudades, sino sólo textos. “Es un hecho único que no ocurre con otras grandes civilizaciones. Los vedas… nos dejaron palabras. Y es un poco cómico imaginar a un arqueólogo que busca los objetos de ese mundo védico; él pensaría que se trataba de una civilización pobre porque no inventó nada, y eso la ha hecho de un interés menor”.

¿El lenguaje es más fuerte que cualquier construcción? “En ese caso sí”.

¿Siente nostalgia por los significados perdidos? “No, eso es un fenómeno normal. Las palabras tienen una vida: florecen, se marchitan y desaparecen. Lo importante es que mantengamos la precisión… aunque es cierto que muchas veces esto ya se ha perdido”.

Para concluir, Roberto Calasso comenta dos palabras cuyo significado original se ha perdido. Se trata de ‘soma’ y ‘embriaguez’. La primera está en Un mundo feliz, de Aldous Huxley, pero en realidad es algo distinto. “El soma es un gran misterio, porque en el mundo veda era una planta de la que nacía la ebriedad, mientras que la embriaguez no tenía nada que ver con el borracho actual que toma un poco de vino. Las palabras han cambiado y eso las convierte en un verdadero misterio”.