De cada 10 personas alcohólicas, 4 padecen de depresión

La depresión y el trastorno por consumo de alcohol mantienen una estrecha relación, ya que cuatro de cada 10 personas con depresión presentan un uso problemático de esta bebida, lo que empeora la sintomato-logía, el pronóstico de su enfermedad y dificulta la recuperación. “Muchos problemas de alcohol van asociados a trastornos psiquiátricos previos, sobre todo ansiedad y depresión. Los pacientes en esta situación utilizan el alcohol como una forma de automedicación”, advierte Adrián Novelo del Valle, de la Clínica Psiquiatría Integral, ubicada en Altabrisa. Agregó que en ocasiones los pacientes con depresión y trastorno por consumo de alcohol responden peor al tratamiento que los que sólo tienen la primera enfermedad, ya que uno de cada 10 pacientes con depresión primaria (donde ésta no es consecuencia de cualquier otro desorden), presenta un trastorno por consumo de alcohol.
En el aspecto físico el consumo en exceso de esta bebida produce diversas lesiones en el organismo como gastritis crónica, úlceras estomacales, hemorragias digestivas, hepatitis alcohólica, hígado adiposo, cirrosis hepática, pancreatitis, hipertensión arterial, impotencia en los varones, menopausia precoz en las mujeres, cáncer de esófago y estómago y trastornos en la memoria. Según la OMS, el alcoholismo es un trastorno crónico de la conducta caracterizado por la dependencia hacia esta bebida, con la presencia de dos síntomas principales: la persona no puede detenerse en la ingestión y tampoco puede abstenerse de su consumo.
En Yucatán, los índices de alcoholismo son muy altos. De acuerdo con la Secretaría de Salud, en el presente año se han reportado más de 200 casos de cirrosis hepática y más de siete mil de intoxicación por consumo de alcohol.
De acuerdo con la Dirección General de Epidemiolo-gía, hasta la semana 44, con corte al 5 de noviembre, en la entidad se han diagnosticado seis mil 717 casos de intoxicación aguda por alcohol en hombres y 808 en mujeres. Sólo en esta última semana se reportaron 207 casos nuevos.
La depresión (del latín depressio, que significa ‘opresión’, ‘encogimiento’ o ‘abatimiento’) es el diagnóstico psiquiátrico que describe un trastorno del estado de ánimo, transitorio o permanente, caracterizado por sentimientos de abatimiento, infelicidad y culpabilidad, además de provocar una incapacidad total o parcial para disfrutar de las cosas y de los acontecimientos de la vida cotidiana (anhedo-nia).
Los trastornos depresivos pueden estar, en mayor o menor grado, acompañados de ansiedad. El término médico hace referencia a un síndrome o conjunto de síntomas que afectan principalmente a la esfera afectiva: como es la tristeza constante, decaimiento, irritabilidad, sensación de malestar, impotencia, frustración a la vida y puede disminuir el rendimiento en el trabajo o limitar la actividad vital habitual, independientemente de que su causa sea conocida o desconocida. Aunque ése es el núcleo principal de síntomas, la depresión también puede expresarse a través de afecciones de tipo cognitivo, volitivo o incluso somático. En la mayor parte de los casos, el diagnóstico es clínico, aunque debe diferenciarse de cuadros de expresión parecida, como los trastornos de ansiedad.
La persona aquejada de depresión puede no vivenciar tristeza, sino pérdida de interés e incapacidad para disfrutar las actividades lúdicas habituales, así como una vivencia poco motivadora y más lenta del transcurso del tiempo.
El origen de la depresión es multifactorial. En su aparición influyen factores biológicos, genéticos y psicosociales. La Psico-Neuro-Inmunología plantea un puente entre los enfoques estrictamente biológicos y psicológicos.
Diversos factores ambientales aumentan el riesgo de padecer depresión, tales como factores de estrés psicosocial, mala alimentación, permeabilidad intestinal aumentada, intolerancias alimentarias, inactividad física, obesidad, tabaquismo, atopia, enfermedades perio-dontales, sueño y deficiencia de vitamina D.
Entre los factores psicoso-ciales destacan el estrés y ciertos sentimientos negativos (derivados de una decepción sentimental, la contemplación o vivencia de un accidente, asesinato o tragedia, el trastorno por malas noticias, pena, contexto social, aspectos de la personalidad, el haber atravesado una experiencia cercana a la muerte) o una elaboración inadecuada del duelo (por la muerte de un ser querido). Un elevado y creciente número de evidencias indica que los episodios depresivos se asocian con cambios en la neurotrans-misión del sistema nervioso central y cambios estructurales en el cerebro, producidos a través de mecanismos neuroendo-crinos, inflamato-rios e inmunológicos.
Existe un creciente número de pruebas que demuestran que la depresión está asociada con una respuesta inflamatoria crónica de bajo grado, aumento del estrés oxidativo y aparición de respuestas autoinmunes, que contribuyen a la progresión de la depresión.
Las citoquinas pro-inflama-torias causan depresión y ansiedad, y se ha demostrado que sus niveles están elevados en los pacientes con síntomas depresivos,1 2 lo que puede explicar por qué los influjos psicosociales y los traumas agudos pueden desencadenar trastornos del estado de ánimo en personas vulnerables, como aquéllas con una predisposición genética o las que tienen una mayor carga inflamatoria.