¿Para qué sirven los Rayos X?

En Medicina se aprovecha su cualidad de atravesar el cuerpo y originar impresiones fotográficas o computarizadas para crear imágenes que facilitan el diagnóstico de diversas enfermedades, pero también se emplea su capacidad para destruir ciertos tejidos y brindar tratamiento contra el cáncer.
El descubrimiento de los rayos X ocurrió el 8 de noviembre de 1895, cuando el físico Wilhelm Conrad Röntgen (1845-1923) llevaba a cabo experimentos con un tubo de rayos catódicos (que genera un flujo de electrones) en su laboratorio del Instituto de Física de la Universidad de Wurzburg, Alemania. A finales del mismo año, Röntgen presentó el primer informe sobre su descubrimiento y sugirió desde entonces el uso de rayos X en el área de salud, ya que pudo obtener una imagen de los huesos de la mano de su esposa (la primera radiografía) el 22 de diciembre de 1895.
Este hecho hizo que el científico alemán fuese galardonado con el primer premio Nobel de Física, en 1901, y dio origen a una de las ramas más importantes de la Medicina: la Radiología (especialidad que se ocupa de generar imágenes del interior del cuerpo).
Vale la pena mencionar que a pesar del enorme potencial comercial de su descubrimiento, Röntgen se negó a patentarlo debido a que pensaba que no debería ser propiedad de particulares, sino de toda la humanidad.
Esto permitió que los primeros sistemas de rayos X pudieran construirse rápidamente y a precio accesible.
Hay dos métodos para producir imágenes con rayos X: el tradicional, que emplea un detector plano para formar imágenes mediante una sola proyección (radiografía convencional), y el digital, creado en 1973 por el científico británico Godfrey N. Hounsfield, con el que es posible obtener imágenes de secciones o “rebanadas” específicas del cuerpo humano, mismas que se procesan mediante computadora (tomografía axial computarizada o TAC).
Radiografía
El uso de rayos X para obtener información anatómica que facilite el diagnóstico de padecimientos es, por mucho, la aplicación médica más frecuente que se le da a la radiación.
En estas imágenes, denominadas radiografías, los huesos bloquean el paso de la mayoría de las partículas de rayos X y aparecen en blanco; el metal y los medios de contraste (“tintes” utilizados para resaltar áreas del cuerpo) también se aprecian de color claro.
En contraparte, las estructuras que contienen aire se ven negras, mientras que los músculos, grasa y líquidos adquieren distintas tonalidades grisáceas.
Un técnico en rayos X se encarga de realizar el examen en una sala de Radiología, una clínica especializada o el consultorio médico.
La posición del paciente y equipo requerido dependerán del estudio que se practique y el área que se desea evaluar; además, es posible que se soliciten múltiples tomas para conseguir información más clara. El movimiento puede generar imágenes borrosas en la radiografía y, por tanto, se le pide al paciente contener la respiración y permanecer inmóvil durante la exposición (aproximadamente 1 segundo), misma que, por cierto, no provoca molestias. También es necesario quitarse anillos, reloj u otras joyas, además de colocarse una bata hospitalaria durante el procedimiento, ya que el metal y ciertas prendas pueden afectar la imagen.
Las radiografías se practican con mayor frecuencia en:
Abdomen.
Ayudan a identificar cálculos renales (piedritas en los riñones) y bloqueo o perforación (orificio) en el intestino.
También permite localizar un objeto tragado y diagnosticar dolor abdominal o náuseas sin causa aparente.
Articulaciones. Permiten detectar fractura, tumor o enfermedad degenerativa.
Columna cervical o cuello. Diagnostican lesiones vertebrales, entumecimiento, dolor o debilidad persistente.
Columna lumbosacra o espalda baja.
Evalúan lesiones de espalda, entumecimiento, lumbago o debilidad persistentes.
Columna torácica o espalda media. Facilitan la localización de lesiones o tumores óseos, al igual que daño en las almohadillas de cartílago (tejido suave y resistente) que brindan amortiguación entre las vértebras.
Cráneo. Se practican cuando se produce lesión en la cabeza o se sospecha de anomalía en su interior, como tumor o sangrado.
También evalúan la cabeza de un niño con forma anormal.
Dientes. Muestran el número, estructura y posición de dientes y mandíbulas, además de que pueden revelar caries dental antes de que sea visible.
Extremidades.
Casi siempre se utilizan para detectar fractura o tumor en piernas y brazos.
Huesos (densitometría ósea).
Emplean cantidad muy reducida de rayos X para observar un área de la cadera, mano o pie, en busca de señales de debilitamiento óseo.
Intestino grueso (enema opaco).
Se usan en la detección de cáncer o para evaluar enfermedad intestinal inflamato-ria.
Antes de la toma se aplica sulfato de bario, líquido de contraste que resalta áreas específicas y crea imágenes claras.
Mamas (mamografía). Es un tipo especial de radiografía que puede mostrar tumoración mucho antes de que tenga tamaño suficiente para que la mujer o el médico puedan percibirla.
Mano. Facilitan la localización de fractura, tumor o problema articular. En ocasiones se realizan para establecer si algún trastorno interfiere con el crecimiento de un niño.
Pelvis. Detectan fractura, tumor o problemas reumáticos en cadera y parte superior de las piernas.
Tórax. Se solicitan cuando un paciente sufre tos persistente, dolor en el pecho o dificultad para respirar. Además, se realizan cuando se sospecha cáncer pulmonar u otros problemas respiratorios graves.
Vesícula biliar (colecistografía oral). Útiles en el diagnóstico de trastornos del hígado y su vesícula, incluyendo tumores y cálculo biliar. Antes de realizarse, el paciente debe ingerir cierto número de tabletas que contienen un medio de contraste que ayuda a que el área investigada se vea mejor.
Es importante señalar que aunque los rayos X constituyen una herramienta ideal para sondear el interior del cuerpo humano, pueden ocasionar daño celular, que en su mayoría se regenera pronto, pero una pequeña parte es permanente.

Por ello, y aunque los sistemas se monitorean y regulan a fin de suministrar la cantidad de radiación mínima que se requiere, se aconseja que no se practique exposición continua a rayos X, para reducir el riesgo de sufrir daño.

Asimismo, antes del examen el paciente debe notificar al médico si ha consumido algún medicamento o, cuando es mujer, si podría estar embarazada o utiliza dispositivo intrauterino (DIU), ya que esto puede alterar las imágenes y hacer necesaria la repetición del estudio y, en caso de gestación, ocasionar daño al feto.

Tomografía axial computarizada (TAC)
A través de la tomografía axial computarizada se crean con rapidez imágenes detalladas del cuerpo. Las zonas de estudio más comunes suelen ser cerebro, tórax y abdomen, con la finalidad de estudiar el funcionamiento de vasos sanguíneos, identificar masas tumorales o guiar a un cirujano hacia el área correcta durante la realización de una biopsia (obtención de muestra de tejido o células de determinada zona del cuerpo para someterlas a estudio).

Para su realización, se le pide al paciente que se acueste en una mesa estrecha que se desliza hacia el centro del dispositivo que registra las imágenes (escáner). A continuación, el haz de rayos X de la máquina rota alrededor de la persona, y una serie de pequeños detectores captan la radiación que pasa a través de la zona del cuerpo que se estudia.

Finalmente, una computadora procesa esta información y la utiliza para crear varias imágenes individuales, llamadas cortes. Éstas se pueden almacenar, observar en un monitor, imprimirse en película o emplearse en la creación de modelos tridimensionales (no son imágenes planas, sino con volumen, y ello les da gran valor en la planeación de cirugía). Por lo general, un examen completo toma sólo unos cuantos minutos.

De nueva cuenta, el paciente debe permanecer inmóvil durante el examen para que no se generen imágenes borrosas y, debido a que los rayos X tienen dificultad para atravesar metal y algunos tipos de tela, es necesario quitarse joyas y colocarse una bata.

Ciertos exámenes también requerirán el uso de medio de contraste (“colorante” que permite tomar imágenes de tejidos blandos), mismo que se puede administrar mediante inyección intravenosa, líquido rectal o por vía oral, dependiendo del tipo de prueba. Dicha sustancia debe usarse antes del examen; el organismo la desecha sin mayor problema y rara vez genera efectos adversos.

La tomografía axial computarizada en la región del abdomen no es recomendable para embarazadas, debido a que puede dañar al feto.

Radioterapia
Esta aplicación de los rayos X surgió posteriormente y fue, más bien, un acto casual. Los primeros radiólogos ignoraban que la exposición prolongada a estas emisiones podía tener efectos nocivos, y trabajaban sin protección alguna; con el paso del tiempo, notaron que sufrían pérdida de cabello y su piel enrojecía.

Al estudiar este fenómeno a detalle, se dedujo que la emisión de alta intensidad de rayos X ocasionaba muerte de aquellas células que se reproducen con mayor rapidez, como son las cancerosas, y por ello se sugirió que esta cualidad podría utilizarse para destruir tumores.

En la actualidad existen dos tipos de radioterapia:

De haz interno o braquiterapia, que utiliza “semillas” radiactivas que se colocan dentro o cerca del tumor.
De haz externo, que es la más común y se basa en la aplicación de rayos X de alta potencia (a veces en combinación con otras ondas llamadas rayos gamma) directamente sobre el tumor.
La radiación daña el código genético (ácido desoxirribonucleico) de las células cancerosas e impide que crezcan y se dividan. Asimismo, puede utilizarse como tratamiento único, o bien, emplearse de manera combinada con quimioterapia (fármacos) o cirugía, ya que reduce el tamaño de ciertos tumores antes de extirparlos y elimina los residuos de células malignas que no pueden removerse mediante intervención quirúrgica.

Cabe señalar que la radioterapia no siempre se utiliza como tratamiento curativo; a veces, cuando un tumor se encuentra en fase de desarrollo considerable o se ha extendido a otras regiones del cuerpo (metástasis), sólo se aplica como tratamiento conservador, es decir, para limitar el alcance de las células malignas y así mejorar la calidad de vida del paciente.

Por último, debemos recordar que ciertas células sanas también son destruidas durante la aplicación de rayos X terapéuticos, lo cual puede llevar a que se presenten efectos secundarios como pérdida del cabello, falta de apetito, dolor y enrojecimiento de la piel, náuseas, fatiga y muerte de células sanguíneas.