Camposanto Centenario en Oaxaca; ningún difunto cae en el olvido

Manos piadosas siempre colocan flores y veladoras en la tumba del muerto olvidado, y por paradójico que resulte, es la que más visitas recibe a lo largo del año en el panteón de San Miguel, en la ciudad de Oaxaca.

La tumba del muerto olvidado se encuentra en el centro del panteón municipal. Es un sitio apreciado y respetado por la comunidad, donde más de uno se persigna y todos son libres de visitar.

Por los años de abandono, y ante la reutilización de fosas, las personas que no tienen dónde reencontrarse con sus muertos visitan esa tumba. Es un espacio con alto valor simbólico”, expone el secretario de Turismo del ayuntamiento de Oaxaca, Jaime Katz Morales.

Existen varias versiones del origen de la tumba, aunque la más difundida es la que se remonta al 14 de enero de 1931, cuando un terremoto de 7.8 grados provocó una tragedia en la ciudad, incluyendo la destrucción total de las lozas del panteón.

Los huesos y los cuerpos en descomposición que quedaron a la vista fueron quemados, mientras que los muertos en el sismo fueron depositados en la fosa común”, menciona el funcionario municipal.

“Según versiones de esa época, aquellas cenizas fueron concentradas en el mismo espacio que hoy ocupa la tumba del muerto olvidado”.

Al paso de los años, durante la reconstrucción del camposanto, en el centro de una capilla inconclusa desde 1839, se erigió un pedestal con una cruz en medio a la que se le dio el nombre de la tumba del muerto olvidado.

El pedestal sobresale en medio del panteón de San Miguel. La cruz de piedra con la frase “una flor para el muerto olvidado” atrapa la atención al momento de entrar al también conocido como panteón municipal.

La frecuentan quienes no localizan la tumba de sus muertos entre las más de 10 mil que reposan en el panteón municipal”, afirma Katz Morales.

Los visitantes ofrendan alimentos, bebidas, fruta, imágenes y plegarias. Todos los días del año  luce flores frescas y veladoras encendidas”, comenta Chano, sepulturero del panteón de  San Miguel.

Apunta que en torno a esta tumba se reúnen personas de todas clases sociales, “aunque no se conozcan, conviven y dialogan entre sí”. Dice que quienes son creyentes, en donde quiera que hayan quedado los restos, de algo servirá dejar nuestra ofrenda en la tumba. Con más de 50 años de experiencia en el oficio, y un poco más de vida, Chano cree que “nadie muere por ser enterrado. El recuerdo y el alma no mueren. Sólo muere quien es olvidado”.