Kozmic Blues; hacen crítica humanística

CIUDAD DE MÉXICO.-La sociedad contemporánea inmersa en la dualidad: información-sobreinformación, libertad-censura, pobreza-riqueza, conocimiento-entretenimiento, control-descontrol. Una vida paradójica construida en discursos hipotéticos jamás consumados. El escenario distópico del siglo XX. Ese entorno que sirve de materia prima al arte para generar reflexiones críticas de una realidad más caótica que promisoria.

Es el caso de los 23 artistas de la exposición colectiva Kozmic Blues. Entre control/descontrol. Creadores de dos generaciones quienes evidencian la paradoja del presente. Los sistemas políticos, la revolución tecnológica y la ilusión social convertida en una entropía, afirma Guillermo Santamaria, curador de la muestra que se exhibe en la galería de arte del Complejo Cultural Universitario de la Universidad de Puebla.

Santamarina señala esa dualidad propia de todos los contextos: “Casi en todos los aspectos de nuestra realidad estamos viviendo estas dualidades que siempre han estado ahí pero ahora se encuentran agravadas. La exposición es un ejercicio de crítica humanista”. La hipótesis del curador queda sostenida en la  obra de Eduardo Abaroa, Abraham Cruzvillegas, Cristóbal Gracia, Joaquín Segura, Daniel Guzmán, Teresa Margolles y Vicente Razo, entre otros.

Es instalación, videoarte, fotografía, arte sonoro, pintura y escultura que materializan el concepto entropía. Entendida ésta como el desorden de un sistema. Como que el que Eduardo Abaroa presenta en el video Cerco al senado,que documenta las barricadas de la policía en el edificio del Senado mientras se discutía la Reforma Energética, y afuera se detenía el reproche de la gente. Lo mismo Joaquín Segura que presenta El fascismo acaba con los sindicatos después con la clase media, a los potentados ni los toca (Sindicato Mexicano de Electricistas), una escultura construida con mantas de protesta recuperadas en manifestaciones de 2012. Con los mensajes cubiertos con tinta blanca, el artista cuestiona la precariedad del panorama social.

Mientras que de Cristóbal Gracia se exhibe No soy un hombre de estado soy más bien un poeta loco, que construye un escenario ficticio a partir de su texto El genoma del arte. En la sala se muestran las imágenes de una acción en la que el artista invitó a compañeros a destruir sus propias obras que luego tira a la basura. El curador explica que muchos artistas trabajan con la idea de entropía a veces en un pronunciamiento político.

Así en la galería, los discursos plásticos transitan por los núcleos temáticos del paisaje, la violencia, la fantasmagoría, la crítica al concepto del arte, las utopías, y termina en los rituales como una fórmula para encontrar un mejor entorno. “Queda muy claro en cada una de las obras que no hay esta frontera que divida el control y descontrol”, abunda Santamarina. Por ejemplo, las obras que refieren a la tecnología, muestran cómo los supuestos beneficios han sido trastocados por los intereses económicos. Lo mismo ocurre con los sistemas de comunicación alterados o de información que terminan en el mero entretenimiento.

También hay trabajos que refieren a la alteración en el paisaje natural, en el entorno urbano y en el contexto sociológico como las piezas de Teresa Margolles. “Hay obras más concentradas en lo que pueden ser las cuestiones del orden de la crítica al arte de hoy, a nuestra categoría del arte en nuestro mismo medio que está siendo especialmente vulnerado por las imposiciones de una industrialización”.

Santamarina acota que la crítica a la entropía social difiere entre las dos generaciones. No en su contenido, pues en ambos casos evidencian los sistemas fallidos, pero sí en su forma: “Los más mayores son sumamente agudos en su mirada, en lo que están viviendo, se dan el lujo de ser más mordaces, y los jóvenes su crítica es adusta”.