Ayotzinapa, se acabaron los pretextos

El corazón tiene razones que la razón no entiende, o algo así. Aplica a Felipe Flores, quien a pesar de ser uno de los criminales más buscados por la justicia mexicana regresó a la escena del crimen para visitar a su pareja sentimental. De lo que se desprenden dos posibles conclusiones: un hombre es capaz de ser, al mismo tiempo, un asesino despiadado, un monstruo, y tener una imperiosa necesidad de que lo apapachen; o en realidad las autoridades no lo estaban buscando tan afanosamente como se hubiera pensado, ya que, dicen los vecinos, Flores realizaba visita conyugal con regularidad.
No hay que perder de vista un dato: Flores no es el único implicado en la tragedia de los normalistas que en lugar de poner tierra de por medio se mantuvo en las inmediaciones. Policías y sicarios se escondieron en municipios vecinos. De seguro se sentían más seguros ahí que en otras entidades, acaso porque los siguieron protegiendo. Vaya usted a saber.
Lo cierto es que Felipe Flores, jefe de la policía municipal de Iguala la noche del secuestro y desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, fue capturado. Ya está en poder de las autoridades. Se abre, ahora sí, una posibilidad real de esclarecer el caso y cerrar el paso a la impunidad. Terminaron los pretextos. Suman más de 130 las personas detenidas en relación al caso Iguala. Pues bien, Flores es uno de los tres o cuatro más importantes. Su testimonio puede ayudar a amarrar los cabos sueltos para construir una versión coherente de lo sucedido. Ya pasó demasiado tiempo. Cerrar el caso será un momento de alivio para el atribulado gobierno de Peña Nieto. No puede desperdiciar la oportunidad.
¿Qué hizo? A decir de la versión oficial, Felipe Flores ordenó a los efectivos bajo su mando detener y capturar a los normalistas que habían irrumpido en la ciudad de Iguala, al parecer para realizar acciones de boteo, justo la tarde en que la señora María de los Ángeles Pineda presentaba su informe de labores como presidenta del DIF local. Después, al recibir la orden de sus jefes, Flores habría entregado los normalistas en manos de los sicarios de Guerreros Unidos, el grupo delictivo hegemónico en la zona, que los habría ejecutado y desaparecido los cadáveres para no dejar rastro. Como puede verse es una figura central. Es el lazo entre lo que ocurrió y las autoridades municipales e incluso estatales de aquel entonces. Mucha gente debe estar esta mañana mordiéndose las uñas.
Se repetirá. Lo más grave del caso de los normalistas de Ayotzinapa desaparecidos en Iguala es que puede volver a ocurrir. ¿Por qué? Porque las factores que lo detonaron no han sido desmontados. Lo he dicho, pero es momento de insistir. El trasiego de amapola y mariguana continúa en esa región. El tráfico ilegal de metales ahí sigue. Hay demasiada gente armada con fusiles de alto poder. Se trata de una masa delincuencial acostumbrada a vivir al margen de la ley. Si las autoridades logran golpear a un grupo, pues los delincuentes se pasan a otro, le ponen un nombre distinto y santo remedio. ¿Qué se sabe de las actuales autoridades municipales y jefes policiacos de sitios como Iguala, Teloloapan, Cocula, incluso Taxco y otros más? ¿Ya no están en la nómina de los cárteles o conforman el cártel mismo como ocurría con la policía de Iguala en tiempos de Flores?
¿Alguien puede meter las manos al fuego por ellos? La verdad es que no, nadie puede.
Trump en la lona, triunfo del sistema
El establishment gringo le ganó la partida a Donald Trump. El éxito del sistema obedece a que el tema sobresaliente de la contienda electoral fueron las cochinadas del magnate neoyorkino, que es un patán desmesurado. A esto contribuyeron, en efecto, los grandes medios de comunicación norteamericanos que sirvieron de caja de resonancia de los desplantes del candidato del Partido Republicano. Trump terminó generando repulsión.
No siempre fue así. Mientras el tema central de la campaña fue el malestar justificado de la población mayoritaria en Estados Unidos, cuyo nivel de vida se ha deteriorado al igual que sus expectativas de un futuro mejor, mientras se habló de eso, Trump subió como la espuma, cuando eso quedó atrás y se habló de Trump, el globo se desinfló. Es difícil encontrar en la historia gringa alguien con más negativos. Incluso el tema de los migrantes y el muro que se amagó construir en la frontera con México, y que es una aspiración real de millones de personas, perdieron presencia con el paso de los días. Tengo la impresión de que el viaje a México sirvió para que Donald usara otro tono. Hay en los Estados Unidos millones de personas enojadas con el sistema, dispuestas a votar por un cambio, casi cualquier cambio, pero Trump fue demasiado. Se le perdonaron muchas, pero resultó imposible perdonarle todas.
Ni siquiera su esposa e hijas pudieron hacerlo y eso que se esforzaron, pero no había manera de justificar a un marido o a un papá hablando de agarrar coños a diestra y siniestra.

No sólo eso, también se hizo énfasis en los desafíos geopolíticos en los que Trump nada puede aportar, mientras que Hillary es, digamos, experta.

El resultado es que Donald está contra las cuerdas y la sensación de la inminente derrota le provocó un ataque de lopezobradorismo en cadena nacional, de costa a costa y de norte a sur: adelantó que habrá fraude y que por lo tanto no aceptará el resultado de la elección de noviembre. Sólo lo hará en el muy lejano caso de que gane. Un disparate de ocho columnas en todos los periódicos del mundo.

Todo parece indicar que el sistema se saldrá con la suya. Ocupará la Casa Blanca una mujer que ya vivió ahí ocho años y que es figura central del establishment, ya que fue senadora y secretaria de Estado. Para los grandes capitales de Wall Street será un alivio el triunfo de Hillary. Si alguien por ahí cree que la señora Clinton quiere a México, lamento desilusionarlo. El intento de asalto del poder en EU por un outsider va rumbo al fracaso. Se requería alguien como Trump, que no fuera Trump. El sistema no tuvo argumentos para responder el reclamo de amplios sectores que han quedado al margen de los beneficios del desarrollo, pero sí pudo triturar a Trump.

Gobernar en bola.- Manlio Fabio Beltrones ha venido alertando sobre el problema de gobernabilidad que enfrentará el país tiempo antes de que fuera dirigente nacional del PRI. Hay un hecho evidente: la pulverización de los sufragios entre tres o cuatro fuerzas políticas que podrían tener una suerte de empate técnico en el 2018. La figura del partido hegemónico se fue y no volverá. La salida institucional más sensata es establecer los gobiernos de coalición. No las alianzas electorales que se disuelven cuando cierran las casillas. Coaliciones que deben durar el sexenio completo. Caos o gobiernos de coalición. Ése parece ser el dilema.