Las Bellas y la Bestia

Caprichosos los caminos de la mente para acercarnos a un tema y ponernos a reflexionar sobre él. Así, en esta ocasión me he encontrado por ahí con una nota radiofónica que me ha llevado a un tema que reclama nuestra atención prioritaria: El fenómeno migratorio. Un fenómeno que merece ser analizado a fondo y que, en el caso de nuestro país se presenta lo mismo en lo que hace a mexicanos que dejan su país para buscar mejores horizontes o bien en lo que tiene que ver con los muchos centroamericanos que transitan por nuestro suelo ya sea para asentarse aquí o para llegar a los EUA.
Escuchando una sección de crónicas sobre películas y documentales, he conocido acerca de un filme de Alejandro González Villaseñor, titulado Llévate mis amores, en el que se relata la interesante y conmovedora historia de unas mujeres originarias de una comunidad en Veracruz, conocida como La Patrona, en el municipio de Amatlán, Veracruz, que cotidianamente preparan comida, ropa o medicinas para entregarlas a migrantes, en su mayoría centroamericanos, que viajan como polizontes en el tren conocido como La Bestia. Almas bellas de una población (en su mayoría mujeres) que hacen su parte en este complejo fenómeno que contribuye a la profunda reconfiguración sociodemográfica que se vive en el vecino país del norte.
La población se ubica al lado de las vías del tren y en ella vive una comunidad que se identifica plenamente con estos intrépidos viajeros, ya que muchos de sus miembros se han ido “al otro lado” en busca de fortuna. Hombres y mujeres que saben bien del sufrimiento de estos miles de personas que habrán de librar una batalla terrible contra los “maras”, la migra, las policías o los grupos criminales que los asaltan, los vejan o prácticamente los convierten en una mercancía.
La Patrona (o Las Patronas, como ya se conoce a estas mujeres) se convierten en un oasis en el desierto o en un abrevadero de esperanza en ese espinoso camino que recorren. Una verdadera experiencia y enseñanza de solidaridad verlas ahí, a la orilla de la vía, estirando el brazo lo más posible, exponiendo su integridad física, para alcanzar la mano de ese migrante que cuelga del vagón para entregarle una bolsa de pollo o arroz, una botella de agua o hasta ropa en época de frío.
Conmovido hasta la médula por esta nota, he buscado más antecedentes y me he encontrado un interesante trabajo de Tania Molina Ramírez, publicado en La Jornada el 14 de agosto, en donde se hace un reportaje de la proyección que se hizo de otro documental sobre el mismo tema, titulado De Nadie, de TinDirdamal, precisamente en el salón social de la comunidad de La Patrona. Una experiencia que debió ser muy singular, ya que ahí, en dicha cinta, las mismas mujeres que la presenciaban son las protagonistas. Orgullosas se veían reflejadas en el filme.
Aún sin haber visto aún ambos trabajos cinematográficos, con lo que he leído sobre (y alrededor de ) ellos, me queda claro el complejo entramado que tiene que ver con este fenómeno impresionante que coadyuva con una corriente migratoria imparable que está cambiando, como decía yo líneas arriba, la configuración demográfica en los EEUU y poco a poco, lentamente, está liquidando esa visión neo proteccionista y aislacionista que encontramos enla propuesta política de los republicanos y específicamente de Trump.
En este orden de ideas, me ha resultado muy revelador el artículo de Douglas Massey titulado Nadando contra la corriente demográfica publicado en la edición del mes de octubre de 2016 de la prestigiada revista Letras Libres, en la que este demógrafo estadounidense hace un análisis de ese cambio demográfico al que me refiero. Ciertos párrafos, como este, no tienen desperdicio:
“De acuerdo con cifras del último censo de Estados Unidos, los niños blancos, no hispanos, de cinco años o menos, son solo el 49.7%, y los nacimientos con al menos un padre que pertenece a una minoría racial superan a los nacimientos de padres blancos. En dieciocho años esta será la nueva cohorte de votantes. Aunque se estima que el 69% del electorado es blanco, se trata de un porcentaje que caerá sucesivamente, y de manera inexorable, con cada elección. La idea de algunos seguidores de Trump de que su candidato podrá detener esta transición y los transportará mágicamente al mundo de 1960 que recuerdan con nostalgia resulta delirante. Por lo tanto, es improbable que en cuatro años se repita una campaña racialmente divisiva y basada en el miedo y el odio al otro…”
Y hablando de la remota (pero no imposible) y desastrosa posibilidad de que Trump ganara las elecciones, Massey sigue diciendo “…soy un demógrafo y como los de mi oficio dicen “demografía es destino”. La realidad es que la estructura demográfica de Estados Unidos apunta hacia una derrota de Trump, en especial cuando uno considera el panorama demográfico de los estados más importantes en el Colegio Electoral estadounidense.”
Hacia la parte final de su columna, Massey hace referencia a la posibilidad de que en noviembre Trump pierda las elecciones, junto con un fracaso de los republicanos en la Cámara y en el Senado, con lo cual, estas elecciones serán el preludio de une reestructuración fundamental en el país vecino. Y eso, a mi modo de ver traerá, como consecuencia la reforma migratoria que proponen los demócratas, que será la única forma inteligente y constructiva de dar cauce a este fenómeno en el que encontramos esta historia de amor entre Las Bellas y la Bestia.