¿La primra víctima del Gatopartidismo?

Es reconocido que la política del gatopardismo consiste en cambiar todo, con el objeto de que todo siga igual y, finalmente nada cambia. Esas han sido las señales enviadas desde hace tiempo por el «nuevo PRI», que lejos de concluir el proceso de transición encaminado a fortalecer el sistema democrático, endureció sus viejas prácticas hegemónicas de poder regresando a la cultura presidencialista, la misma que algunos creímos ya era parte de la historia, nuevamente está presente en esta administración.
Es en esa lógica que tiene sentido el proceso interno de suspensión de derechos partidistas en contra del aún gobernador de Veracruz Javier Duarte, pues el PRI está urgido de presentar una cara distinta hacia el electorado y, le viene bien sancionar a algunos de sus distinguidos miembros, sobre todo a quienes están huérfanos, sin padrinos, aquellos que por excesos perdieron las elecciones, pues si hubiesen triunfado otra cosa sería, en síntesis fichas del ajedrez sacrificables en aras de mejorar el rostro partidista.
Las acciones llevadas a cabo vienen acompañadas por una campaña mediática, sobresaliendo las palabras atribuidas a Carolina Monroy, en su carácter de Secretaria General de ese instituto Político, quien enfáticamente sostiene que los actos de corrupción dentro de su partido no pueden ser un tema normalizado, refiriéndose al caso Duarte, aseverando que no se solapará a quien haya dañado a la sociedad.
Vale decir, que si en realidad esas fuesen las premisas y líneas de acción a seguir en su partido, quedarían muy pocos para cerrar las puertas, que también es de reconocer que existen. No obstante, es un secreto a gritos la generalizada e institucional corrupción en este sexenio, eso sin tomar en cuenta las épocas de Echeverría, López Portillo o el Salinato.
Por otra parte, qué decir de los hermanos Moreira, Tomas Yarrington, Cesar Duarte, Borge, Ulises Ruiz, Arturo Montiel, Fidel Herrera, Fernando Toranzo, Rodrigo Medina y una larga fila de honorables miembros del PRI, que sin duda han sido duramente cuestionados, a la vez que solapados y protegidos.
El abrupto desprestigio del PRI, pese a tener una sólida estructura, aunado al desgaste de la clase política y particularmente de la presidencia de la República, lo está obligando a lavar la cara, ¿le alcanzará con uno?, además corre el riesgo de que al abrir la rendija terminen por tumbarle la puerta con un panorama incierto.
Ahora bien, ¿porque hasta ahora?, de ahí viene el problema, que en este país la observancia, aplicación y administración de la ley y la justicia tiene que ver con cálculos electorales y no necesariamente en el fortalecimiento del Estado de Derecho.