La movilidad que perdimos

Mis amigos de la Asociación Mexicana de Distribuidores de Automóviles (AMDA), están preocupados con los temas vinculados con las regulaciones para combatir la contaminación atmosférica que se han tomado recientemente en nuestra ciudad capital.
Les inquieta que el automóvil sea el villano de esta historia y que sus dueños paguen el pato por esta razón. Me dicen que incluso coches salidos de la agencia no pasan la verificación y que no entienden la razón a que obedece que se haya revertido el estímulo para aquellos autos que no contaminan, aplicándoles las mismas restricciones a la circulación que las que existen para las unidades contaminantes.
Es por esa razón que han convocado a diversas personas que tenemos (o tuvimos) que ver con este importante tema a compartirles alguna(s) de nuestra(s) experiencia(s) en la materia.
En mi caso, aquellas que se derivan de mi paso por el gobierno de la CDMX. Al pedirme que hablara sobre los temas regulatorios en materia ambiental en mis tiempos de Regente, respetuosamente les solicité que me permitieran contextualizar dichas medidas, en una revisión más amplia sobre la situación y el reto de la movilidad en la metrópoli.
Y para ello, repasar, si bien brevemente, lo que fue el proyecto de gobierno que para la ciudad enarbolamos en el gobierno de Ernesto Zedillo (quien me designó como Jefe del entonces Departamento del Distrito Federal), pues solo así se entenderían muchas de las decisiones tomadas en todos los ámbitos, incluidos el ambiental y el de la movilidad.Habiéndolo aceptado, inicié por recordarles que toda nuestra acción de gobierno giró alrededor de un concepto rector: Garantizar la viabilidad de la Ciudad de México en el largo plazo.
Dicha viabilidad solo se lograría si actuábamos simultáneamente en cinco ejes, con esa misma visión: el político, el urbano, el social, el económico y el financiero.
A manera deejemplo, en el ámbito político, consideramos que nuestra ciudad solo sería viable, si promovíamos su democratización.
O en el eje financiero, solo lo sería si consolidábamos los ingresos propios, y lográbamos recuperar de la ciudadanía el costo de servicios como el agua o el transporte, acercándonos lo más posible a su costo real. O sea, con decisiones de fondo, buscando resolver problemas, no solo conflictos.
En lo que hace al tema urbano, además de habernos concentrado en un Plan de Desarrollo Urbano con visión al año 2020, los temas vinculados con el medio ambiente y el transporte revestían una importancia fundamental, por lo que nos abocamos a promover soluciones estructurales.
En el caso de la contaminación atmosférica nos embarcamos en un proceso sin precedentes para mejorar la calidad de las gasolinas y en generar un sistema que permitiera profesionalizar lo más posible la verificación de los autos, estableciendo un incentivo para las unidades no contaminantes.
Y en cuanto a la movilidad tuvimos claro desde un inicio que era indispensable continuar con la construcción de Metro como el elemento central (la columna vertebral, decíamos) del sistema de transporte de la ciudad.
Tuvimos claro que la única forma de evitar la contaminación por la combustión de combustibles fósiles, era promoviendo un sistema eficiente y amplio de transporte masivo. Y para ello, teníamos que actualizar la tarifa, lo que hicimos, llevándola de 0.40 centavos a 1.30, lo que nos permitió seguir con la construcción de la Línea B que va de Buenavista a Ecatepec y que hoy permite que cientos de miles de personas hagan ese recorrido diariamente en transporte no contaminante.
Adicionalmente, por una parte,nos propusimos (y lo conseguimos) elaborar un Plan Maestro del Metro para el año 2020, el cual entregamos a la administración del Ing. Cuauhtemoc Cárdenas, ante la transición democrática que vivió la ciudad. Dicho plan proyectaba la construcción de poco más de 340 kilómetros de Metro en 15 nuevas líneas, de las cuales solo se construyó la 12 con una longitud de 22 kilómetros y la cual quizás sea la mayor pifia de la ingeniería en nuestro país. Y por otra parte un plan de transportes eléctricos y trenes ligeros que, desafortunadamente tampoco se concretó.
Cuando hablo de la movilidad que perdimos, me refiero a estas lamentables y trascendentes omisiones, sobre las que en su caso deberían dar cuentalos diferentes gobiernos que nos sucedieron. Y también sobre otras decisiones de política en materia de movilidad que acabaron de complicar el panorama. Destaca por ejemplo la construcción por parte de Andrés Manuel López Obrador, de segundos pisos gratuitos, cuando supuestamente el compromiso principal era con los pobres que no tienen auto. Proceso que, por cierto, se caracterizó por su opacidad.
Esta falta de construcción de Metro fue suplida por un sistema de Metrobús, cuyo costo puede ser de la décima parte del Metro y que ha demostrado su eficiencia en otras ciudades, pero que, si no se construye como algo complementario al Metro, lo que acaba por hacer es cancelar carriles de circulación de avenidas principales de la ciudad.
En resumen, lo que debemos señalar es que debido a todo lo anterior, más de dos y medio millones de viajes-pasajero-día, se hacen utilizando las vialidades primarias y secundarias, en vez de usar la infraestructura (en gran parte subterránea) que utiliza el Metro y que no interfiere con el tránsito vehicular.
Ya hablaremos de otros temas de esta ciudad que perdimos (no solo electoralmente) a partir de 1997. Mientras tanto, no pude dar a mis amigos de la AMDA las noticias que hubieran querido escuchar, en cuanto a que los propietarios de vehículos automotores en esta ciudad pueden esperar mejores tiempos en fechas cercanas. Lo que sí les queda claro es que, en tanto nadie parece llamar a cuentas a quienes son los responsables, los automovilistas deberán seguir pagando diariamente con este tráfico y con las medidas que les impiden usar sus vehículos diariamente. A menos que se hagan cargo de los temas y exijan, por lo menos, un nuevo plan maestro integral del transporte que, increíblemente, en 20 años no se hizo. De preferencia, uno que sí se cumpla.