Trumpadas, Trumpicones y Trumpetillas…

¿Estan listos? Siiiii! ¿Estánlistos? Siiiii! Cada vez que Trump preguntaba, la multitud frenética respondía aumentando el volumen y la estridencia de su respuesta. Hasta que, al bor
de de la locura de la audiencia, exclamó “¡Construiremos una gran muralla a lo largo de la frontera sur de nuestro país!”y esperó a saborear la reacción apasionada de su público. Habiéndoseregodeado suficientemente, agregó, señalando con el dedo índice “Y México pagará por la muralla” …”Cien por ciento”…”Ellos no lo saben todavía, pero pagarán por ella”… “Es un gran pueblo, con grandes líderes, pero…pagarán por la muralla” …“Desde el día primero, trabajaremos en construir una impenetrable, alta, física, poderosa, hermosa muralla en la frontera sur”.He ahí una “Trumpetilla” más a un país al que ha ofendido hasta el cansancio. He ahí una “Trumpetilla” más, dedicada a quien apenas lo había recibido en la residencia oficial de Los Pinos.
Mientras observaba yo el discurso, confirmaba que más que el energúmeno aquel que vociferaba, me inquietaba la multitud hipnotizada por la demagogia que parecía reaccionar como aquellas a quienes encantó el mismísimo Hitler. Vino nuevamente a mi cabeza la idea que hace unos meses expresaba en mi columna “Las verdaderas Trumpadas de Trump” en la que sostuve quemás que el candidato, lo que me alarmaba era la aceptación que conseguían sus propuestas en un amplio segmento de la población estadounidense.E insistía yo en la imperiosa necesidad que teníamos de luchar por revertir eso.¿En qué momento cayó tan bajo el ambiente para nosotros y para los paisanos en general? me preguntaba.
Esta mala predisposición parece ser peor de lo que imaginamos. Esta semana cayó en mis manos un video producido por el humor del actor Robert Smigel que muestra la más extrema irracionalidad a la que pueden llegar las personas, para apoyar a un candidato. Creo que lo debieran ver todos mis lectores. Se titula “Trump Supporters React to Outrageous Campaign Ads”1y muestra a un grupo de partidarios de Trump que participan en unfocus group observando spots con falsas y absurdas propuestas de campaña.
En primer lugar, ante la pregunta de por qué preferían a Donald Trump, los partidarios expresaron un sentimiento de que las cosas debían cambiar en Estados Unidos. Ellos prefieren a Trump por no ser un político y tener un mensaje claro. Hay quien afirma incluso que personalmente no le simpatiza, pero que está decidido a cambiar el estado de las cosas en su país y eso es más que suficiente.
Los spots se suceden uno a uno, con proposiciones francamente increíbles: que se instalen armas en los baños, para que las mujeres se defiendan de los transexuales que usen el wc; que se fabriquen baños portátiles y pequeñas casetas a las que entren los hispanos y se cierren automáticamente por fuera, de manera que después, una grúa los levante y los deposite en un camión que los transporte al otro lado de la frontera; que a los inmigrantes ilegales se les puedan colocar collares que les apliquen fuertes descargas eléctricas en el cuello si abandonan cierto perímetro. Obviamente se trata, como lo dije, de absurdos que se proponen precisamente para evidenciar, con una gran carga humorística, la forma en que la mayoría de los participantes, aunque parezca increíble, apoyan las supuestas proposiciones de su candidato (¿¿¡¡??!!). No deja de ser trágica esta ceguera del fanatismo, la cual es digna de ser tomada en cuenta por quienes creemos tanto en la importancia estratégica que tiene para México la relación con los EE.UU.
Así las cosas, comprendo que haya tanto interés en dedicar planas y planas en especular si fue culpa de Luis, si se saltaron a Claudia o si Enrique la convenció de que no renunciara. Pero creo que este morbo y la comidilla nacional a que ha dado lugar, nos está distrayendo de lo verdaderamente importante que es retomar, pasado este “Trumpicon”, la urgente e impostergable tarea de reconstrucción de nuestra imagen y la de millones de hispanos que viven allá.
El fortalecimiento de su posición ante y entre la sociedad norteamericana y de su cohesión como grupo étnico minoritario (aunque cada vez más numeroso).
Es un hecho que aquel energúmeno puede ganar las elecciones y convertirse en el próximo presidente de los EE.UU y me pregunto ¿en que situación nos encontraremos entonces para enfrentarle, con decisión y con dignidad?¿Cuál será nuestra capacidad para hacer lobbying en el Congreso americano y proteger el Tratado de Libre Comercio? ¿Cómo se protegerán millones de trabajadores que han dejado su vida en los campos, industrias y comercios estadounidenses? ¿Cómo defenderán los espacios que requieren para la educación de sus hijos? ¿Cómo asegurarán la atención médica para ellos y para sus familias?
Seguramente sonaré anticlimático (por decir lo menos), pero creo que hemos caído en el juego que menos nos conviene. Más nos vale apurar la tarea de reposicionar a México y a los nuestros. Y ello se puede lograr con varias acciones y estrategias. Solo a manera de ejemplo: estableciendouna fuerte representación en EE.UU (como su American Chamber of Commerce aquí) de empresas mexicanas con intereses en aquel territorio; disponiendo de censos precisos de las empresas que se benefician de nuestra integración comercial;contando con directorios detallados de empresas propiedad de hispanos en los EUA; motivando la publicitación de más y más casos de éxito y de “dreamers” que triunfan en aquel país, contabilizando los impuestos con que contribuyen los hispanos y los empleos que generan.
Oformando fondos de inversión de capital de riesgo para apoyar coinversiones trasnacionales y alentando el financiamiento a paisanos en su proceso de ciudadanización y coordinando programas de intercambio de cientos de miles de muchachos entre las comunidades hispanas y los mexicanos; lanzando ya, una y muchas campañas de promoción para que nuestros connacionales hagan turismo a México; produciendo programas de televisión por cable que muestren el verdadero país que somos; promoviendo más, muchas más ciudades mexicanas que se hermanen con poblaciones norteamericanas y haciendo un gigantesco esfuerzo para concientizar, con datos duros e irrebatibles (que los hay a montones) a los americanos acerca de todo lo mucho que les beneficia nuestra relación comercial.
En esas precisamente andaban, con un activismo inédito, Claudia Ruiz Massieu, Carlos Sada, Paulo Carreño y decenas de cónsules, cuando se enteraron de la visita de Trump a México. ¡Mala noche! Una mala pasada que les jugó la vida y la política. ¡Ni modo! Gajes del oficio.
Ojalá que no se enreden en nuestro morbo y en las malintencionadas jugadas de sus opositores y no se distraigan. Ojalá que sigan con esas tareas, aun con más entusiasmo y decisión. Si no, nos divertiremos con el boudeville, pero pagaremos con una gran cruda.