Le tomamos la palabra y… nada

El sorpresivo nombramiento de Enrique Ochoa Reza en la primer quincena de julio pasado, como presidente nacional del PRI, fue verdaderamente inesperado, ni siquiera los militantes de ese instituto lo hacían con las más mínimas posibilidades, no obstante, el dedo flamígero del primer priista del país dejó en claro quién es el que manda y, con acreditada disciplina, característica sobresaliente de quienes pertenecen a ese instituto político, el nuevo líder se vio envuelto en loas, aplausos y reconocimientos a su amplia trayectoria partidista, aunque ésta fuese rayando en la clandestinidad, pues al parecer el único que sabía que pertenecía al Revolucionario Institucional, era el propio Ochoa.
En fin, esas son cuestiones intrapartidistas que le competen a sus militantes, sin embargo, algo que llamó la atención es que desde el momento en que tomó posesión del cargo, en evidente estrategia con el Presidente Peña, lanzan una cruzada en contra de la corrupción.
Me hizo recordar viejas frases acuñadas por sus correligionarios en las décadas de los setentas y ochentas, particularmente dos que se hicieron famosas: «simplificación administrativa» y la de «renovación moral», que finalmente sirvieron en los noventas para que muchos servidores públicos hicieran uso de ellas, bajo el argumento hacia el ciudadano: ¿qué quiere: renovación moral o simplificación administrativa?, y ¡zas!, la inevitable mordida.
Mediante frases bien acuñadas ha señalado que de ahora en adelante el PRI no va a tolerar actos de corrupción de sus agremiados en los gobiernos, que solicita las denuncias cuando se detecten prácticas de esa naturaleza, pues la transparencia, la honestidad y la honorabilidad deben constituir los valores en el ejercicio del servicio público.
Me parece bien la intención, aunque por lo visto no pasa de ser mera oratoria, pues si en verdad tuviesen la intención firme de cambiar, sin ir muy lejos ya estarían en contra de Arturo Montiel, Tomas Yarrington y Humberto Moreira, por decir algunos y, acercándonos a personajes actuales, se encuentran Rodrigo Medina, Cesar Duarte, Javier Duarte, Borges y una docena adicional de destacados miembros de esa institución política que constantemente han sido señalados por evidentes actos de corrupción.
En los hechos seguimos en las mismas, los discursos se escuchan con muchos adornos, pero huecos al no venir acompañado de acciones, lo que se trata es de hacer «mucho ruido y pocas nueces», pues si en realidad fuese en serio existe mucho material para proceder, en esa área la mayoría de los mexicanos les tomamos la palabra, en tanto que seguimos pensando que nada va a ocurrir, pues como dice el refrán: «una golondrina no hace verano».