La corrupción y el perdón: “Muy ojón para paloma”

El tema de la corrupción tan vigente en nuestro país, junto con la impunidad se ha convertido en la causa de todos los males, es el eje central de los discursos, todos sin excepción la desdeñan, sin embargo, es una práctica común, arropada y acogida por un gran número de funcionarios públicos que han encabezado las listas de escándalos y los titulares de principales revistas como hombres afortunados, se han solapado unos con otros y, sin recato alguno, olvidando por completo la misión y el privilegio de ser servidores públicos, se han exhibido como vulgares ladrones.
Pues bien, después de muchos avatares por fin entra en vigor el nuevo Sistema Nacional Anticorrupción, sin duda, es un paso importante, hay quienes lo califican de avanzada, moderno y único en su género a nivel mundial, sin embargo, la experiencia nos ha demostrado que aún las mejores leyes producidas en México, no sirven de mucho cuando se carece de voluntad para aplicarlas, somos especialistas en darle la vuelta a las cosas, por eso vivimos en un país donde la desconfianza se imprime como el sello que nos identifica.
No obstante, la reforma es bienvenida, la recibimos con agrado y le ponemos alfombra roja, abrigando la esperanza de que venga acompañada de acciones firmes y contundentes, que cambien las reglas prevalecientes en el ámbito de la función pública y de la actividad política, aprovechar el momento a efecto de que este evento sirva de oportunidad y parteaguas en la vida nacional, pues de otra forma por enésima ocasión estaremos ante la nociva presencia del gatopardismo, cuidando únicamente las apariencias.
Por tal razón, fue significativo el «perdón» solicitado por el presidente Peña al pueblo mexicano, en particular el reconocimiento de que su «error» lastimó a la más grande institución que tenemos: la Presidencia de la República, acción tardía y sin precedente alguno, que ha provocado numerosas especulaciones. Ahora la pregunta obligada es: ¿quiénes más deben pedir perdón?, pues si ya lo hizo el Presidente de México, derivado del escándalo de la Casa Blanca, y habiendo -con guardada proporción-, episodios similares en todas partes de la República, algunos locales sumamente arraigados en la percepción de la gente, se esperaría una reacción lógica de actos de contrición que emularán el ejemplo del jefe de la nación, ¿dónde están los Moreira, los Duarte, Rodrigo Medina, Tomas Yarrigton, Fidel Herrera, Fernando Toranzo, Borges y muchos más que les quedan a deber a los mexicanos?
Además, es insuficiente la solicitud del perdón, lo realmente importante es un profundo cambio de actitud, que los parámetros en las conductas se apeguen a la rectitud y a la ética pública, que la transparencia sea una regla general sin regateos y que a las instituciones se les permita cumplir la función para lo que fueron creadas.
En realidad surgen muchas dudas al respecto, más parece una estrategia de reposicionamiento político en busca de recuperar la confianza perdida que una verdadera cruzada para limpiar la actividad pública. En fin el tiempo lo dirá, mientras tanto, como dice el refrán popular, «se me hace muy ojón para paloma».