Un persona singular

Lo recuerdo siempre erguido, alto, sereno, con la sonrisa y los comentarios agradables que nunca faltaban,
regularmente acompañado de su inseparable Blanquita, don Luis H. Álvarez, ahora al ser reclamado por los designios de la naturaleza, nos deja el ejemplo de una vida en congruencia, de respeto y de lucha.
A pesar de su longevidad, nunca dejó de ser combativo, se convirtió en un obligado referente no únicamente en Acción Nacional, trinchera desde la cual abanderó múltiples causas a favor de la democracia mexicana, sino además estuvo pugnando por los derechos de los pueblos indígenas, fue persona clave en la comisión de concordia y pacificación; así como también en los procesos tendientes a lograr la transición nacional en momentos cruciales.
Tuve la fortuna de conocerlo y compartir con él luchas y anécdotas, pero sobre todo escuchar sus consejos y comentarios. En él no cabía el desánimo, hombre prudente, de fuertes convicciones, de carácter templado, incorruptible y firme. Muchos actos marcaron su personalidad, no obstante el impacto ocasionado por su huelga de hambre y la caravana por la democracia surgida desde su natal Chihuahua, constituyeron hechos que penetraron las conciencias ciudadanas,  se abrieron cauces más democráticos y se propició con ello una mayor participación social.
Fue precisamente ese movimiento bautizado como: «los bárbaros del Norte», el que dió pauta para ir paulatinamente contagiando a todo el país a partir de los vientos que soplaban del ejemplo alvarista, de ahí surge una camada de líderes encabezados por don Luis, que permitió el inicio de la victoria cultural, que prácticamente alcanza su máximo nivel veinte años después, en el proceso electoral del dos mil.
De don Luis podríamos hablar abundantemente, como persona, hombre de familia, emprendedor, político, servidor público, ser humano, estadista, intelectual, en fin; una persona sencilla, amable, que con su actuar obtuvo el respeto de todos y la estimación de muchos, nunca se doblegó, en las etapas difíciles durante su liderazgo, tuvo la sabiduría para sortearlas con dignidad, decoro y ética.
Es obvio que su partida duele y deja un hueco, evidentemente se le va a extrañar, así es la vida, sin embargo, es de las gentes que no se olvidan, de los que trascienden, de aquellos cuyos gratos recuerdos motivan, de quienes sus ejemplos animan y; las ideas, convicciones, tesón, perseverancia y lucha se proyectan.