Todo sobre las grasas y carbohidratos

Los nutriólogos recomiendan una dieta que contenga entre 10 y 15 % de proteínas, 55% de carbohidratos y 35% de grasas. Estas últimas son las responsables de absorber algunas vitaminas, así como almacenar y distribuir la energía que el organismo necesita, entre otras funciones.
Ahora bien, los mismos es-pecialistas contemplan dos tipos de grasas: Las llamadas grasas saturadas, que se encuentran en carnes rojas y la mayoría de productos lácteos, y las insaturadas, presentes en aceites vegetales, aguacate, pollo, pescado y frutas secas, entre otros alimentos.
La gran diferencia entre am-bas es que las primeras favorecen la acumulación de colesterol “malo” (LDL por sus siglas en inglés) en las paredes de las arterias, limitando con ello el libre tránsito de la sangre, pudiendo ser éste el origen de trastornos cardia-cos, como el infarto. En cambio, las grasas insaturadas forman otro tipo de colesterol, que se conoce como “bueno” (HDL), que ayuda a eliminar aquel que se deposita en las arterias.
De manera que el consumo excesivo de grasas saturadas es uno de los factores que desencadena la denominada hipercolesterolemia, es decir, el exceso de colesterol en la sangre.
El hombre acumula grasa en el dorso del cuello, hombros, espalda, cara, mitad superior del tronco y abdomen y, al paso del tiempo, en todo el vientre. A su vez, la mujer es susceptible de a-lmacenarla en vientre, caderas, muslos y senos, y con el paso del tiempo en barbilla, nuca y nalgas. Finalmente, en los niños se localiza en pubis, caderas, brazos, mejillas y en dorso de manos y pies.
¿Qué es el colesterol?
Este compuesto graso es producido por el hígado, y su función principal es proteger a las membranas de las células de todo el cuerpo. Para llegar a ellas utiliza como medio de transporte venas y arterias, por las que se desplaza en forma de paquetes llamados lipoproteínas. El riesgo de incrementar la cantidad de colesterol en la sangre se inicia cuando ingerimos excesivamente alimentos que lo contienen, principalmente carne, chicharrón, huevo y algunos derivados lácteos.
Ahora bien, cuando la cantidad de colesterol es alta tiende a adherirse a las paredes de las arterias volviéndolas estrechas, por lo que el flujo de sangre se limita y provoca que llegue en menor cantidad a órganos como el cerebro. Si la irrigación es insuficiente en el corazón, propicia dolor, angina de pecho e infarto, en casos extremos. Estudios científicos realizados por el Hospital General de México señalan que 1 de cada 10 mexicanos padece hipercolesterolemia. Esta condición no genera síntomas notables y en la gran mayoría de los casos quienes viven con él se percatan de su presencia cuando se ha generado un problema grave.
De manera que una de las mejores maneras de cuidar nuestra salud es a través de la alimentación. Procura que ésta sea equilibrada en minerales, vitaminas y carbo-hidratos, y no tendrás problemas de grasas y colesterol. El consumo de alimentos que contienen colesterol, como carnes rojas, embutidos, ciertos mariscos, mantequilla y huevo, entre otros, puede propiciar hipercolesterolemia, es decir, concentración excesiva de grasa en sangre, lo cual puede tornarse en problema debido a que suele acumularse en las paredes internas de las arterias en forma de placas o ateromas, dando pie a lo que los especialistas llaman ateroscle-rosis. Este padecimiento se caracteriza por el impedimento de la óptima circulación sanguínea y, como consecuencia, habrá trastornos circulatorios y cardíacos; es im-portante mencionar que los problemas de irrigación sanguínea al corazón se acentúan si se sufre presión ar-terial alta (hipertensión), se fuma o se come sal en exceso. Total. Es el cúmulo absoluto en el organismo.
De baja densidad (LDL). También llamado colesterol malo, ya que por su pequeñísimo tamaño se adhiere a las paredes arteriales ocasionando que se oxiden y formen trombos o coágulos que impiden el libre tránsito de la sangre.
De alta densidad (HDL) o bueno. Su función principal es sintetizar (preparar de acuerdo a lo que el mismo or-ganismo necesita) hormonas —entre ellas adrenalina—, además de que disminuye las concentraciones de LDL en las arterias, con lo que ayuda a proteger al corazón.
Los triglicéridos son otro tipo de lípidos que merecen mención aparte, pues son los azúcares que el organismo no necesita y que convierte en grasas, por lo que resulta también muy importante mantenerlos en niveles bajos.
Su incremento puede de-berse a exceso de peso, in-gesta de gran cantidad de calorías (especialmente las que provienen de azúcar y al-cohol), acción de algunos medicamentos (anticoncepti-vos y diuréticos), problemas en riñón e hígado, estrés, así como antecedentes familiares.
La población en general debe llevar a cabo esta prueba cada cinco años, pero deberán acudir a realizarlo con mayor periodicidad quienes padecen sobrepeso u obesidad, problemas en hígado o riñones, diabetes, hipertensión o hipotiroidismo (la glándula tiroides —ubicada en el cuello— no funciona adecuadamente y genera escasa cantidad de hormonas). Tenga en cuenta que al acudir al laboratorio no debe comer ni beber nada (excepto agua) al menos ocho horas antes de la prueba.

Ahora bien, cuando los resultados del perfil de lípidos indican que colesterol y triglicéridos se encuentra por arriba de lo permisible, el médico puede prescribir medicamentos como ácido nicotínico o derivados del ácido líbrico, probucol o terapia de reemplazo hormonal con estrógenos en algunas mujeres mayores a 50 años de edad. No obstante, las que mayor demanda tienen son las llamadas estatinas, las cuales actúan directamente en el hígado bloqueando la producción de grasas, y por las que un grupo de investigadores norteamericanos se hizo merecedor al Premio Nobel de Medicina.

Igualmente, se indicará al paciente aumentar su actividad física, dejar por completo alcohol y tabaco, pero, sobre todo, se hará mucho énfasis en el cuidado de la alimentación, la cual está constituida —de acuerdo a los nutriólogos— por proteínas (entre 10% y 15 %), hidratos de carbono (55%) y grasas (35%); de estas últimas debemos señalar que existen dos tipos:

Saturadas. Aumentan los niveles de colesterol malo y del total; se encuentran en productos de origen animal, la mayoría de lácteos, además de aceite de coco, pepitas y manteca de cacao, entre otros.

Insaturadas. Son las más recomendadas debido a que ayudan a reducir los niveles de colesterol y triglicéridos. Se localizan en los aceites vegetales o de pescado, y a su vez se dividen en dos tipos: poliinsaturadas, como las que encontramos en cártamo, maíz, y girasol, y las monoinsaturadas, en aceite de oliva, cacahuate o canola. Éstas últimas son todavía más recomendables dado que su estructura molecular es más compacta y se alteran mínimamente con el calor requerido durante la preparación de alimentos, de modo que conservan mejor sus propiedades.

Igualmente, será de gran utilidad seguir los consejos que en seguida le brindamos:

Es muy recomendable el consumo de alimentos ricos en fibra, como hortalizas y/o cereales, ya que ayudan al metabolismo (proceso bioquímico para la asimilación de grasas en general) del colesterol.
Incorpore a su dieta periódicamente legumbres (garbanzos, lentejas o habas), verduras (acelgas, apio, brócoli, espárragos, espinacas, lechuga, pimiento, rábano, col, coliflor y zanahoria), cereales (arroz, avena, maíz, trigo y cebada) y fruta, ya sea fresca, seca o en conserva.
Pollo, pavo, conejo, codorniz y cabrito son carnes con poca grasa, pero evite comerla con piel.
Procure reducir la ingesta de vísceras (sesos, hígado, riñones, mollejas y pancita, entre otros) y mariscos.
El huevo es un alimento muy completo, pero su consumo debe limitarse a 3 o 4 a la semana, pues colesterol y triglicéridos se incrementarán.
Prefiera quesos panela, blanco o descremados y evite los que contienen grasa, como manchego o Chihuahua; igualmente, elija yogurts y leches bajos en grasa, incluso son aun más recomendables los productos enriquecidos con ácidos grasos omega tres que, entre otros beneficios, tienen la propiedad de reducir los niveles de lípidos en el organismo.
La ingestión diaria de una cucharadita de lecitina de soya contribuye a eliminar el LDL.
El aceite de oliva previene la disminución del HDL (recordemos que se trata del colesterol bueno) y reduce los efectos dañinos del LDL, gracias a su alto contenido en compuestos antioxidantes, particularmente tocoferoles y fenólicos.
A la hora de cocinar los alimentos es preferible cocerlos, a la parrilla o a la plancha, o hervidos, en vez de fritos.
Es muy importante moderar el consumo de dulces, pan, pastas o papa, pues en bajas cantidades no aumentan los niveles de colesterol, tal como sucede con azúcar, alcohol y café.
Además de cuidar lo que se come resulta de gran ayuda hacer ejercicio, por lo menos caminar media hora al día, lo cual también le ayudará a adelgazar si tiene obesidad o sobrepeso.

Consulte a su médico.