Todo lo que no sabías sobre la grosella

Aquí tenemos otro fruto que ya po-
cos consumimos en nuestra re-
gión. Hace quizá 30 años era muy común comerlas con sal o chile en polvo. Cuando mejor nos iba, nuestras abuelas o madres nos hacían esta fruta en dulce.

Se cree que la Grosella (Phyllanthus acidus) tiene su origen en Madagascar y que de allí se ha llevado a las Indias Orientales. Se dice que se introdujo en Filipinas en tiempos prehistóricos y se cultiva en todas las islas, pero no ampliamente. Es más comúnmente cultivado en Indonesia, Vietnam del Sur y Laos, y con frecuencia en el norte de Malaya, y en la India en los huertos familiares.

El árbol es familiar en las aldeas y en explotaciones agrícolas en Guam, donde la fruta es de la preferencia de los niños, y aparece en Hawai y otras islas del Pacífico.

Fue introducido en Jamaica en 1793 y se ha extendido por todas las islas del Caribe, las Bahamas y las Bermudas. Se ha naturalizado en el sur de Mexico y las tierras bajas de Centroamérica y, de vez en cuando, es cultivado en Colombia, Venezuela, Surinam, Perú y Brasil. También en el Sur de la Florida.
Los frutos son comestibles. Se consumen frescos, pero por su acidez se usan principalmente en la preparación de jaleas, conservas y dulces en general. Al cocerlos con azúcar se vuelven de color rojo brillante y de ellos resultan exquisitas conservas.
Esta fruta contiene vitamina A, C, potasio, hierro, calcio, taninos, ácido oxálico, ácido málico, fibra, fósforo, azufre y carotenos.

Ayuda a mejorar el tránsito intestinal, es astringente y antioxidante, sirve para la formación de colágeno, favorece los dientes y huesos, activa la absorción del hierro de los alimentos, promueve creación de glóbulos rojos, previene las infecciones, actúa como tónico del hígado, ayuda a combatir la gota y aumenta el apetito.

Sus hojas se utilizan como apósitos para tratar la ciática, el reumatismo y el lumbago. La raíz hervida e inhalada en vapor alivia la tos y el dolor de cabeza. Además, la raíz y las semillas poseen propiedades purgativas.

Según el “Libro del judío”, las hojas y flores remojadas en alcohol con cáscara de china (naranja), dando frotaciones, son buenas para curar las fiebres y calenturas nocturnas. La planta es un arbusto caducifolio que suele alcanzar entre 1 y 1,5 m de altura, llegando ocasionalmente a los 2 m, con hojas de 5 lóbulos distribuidas en espiral en las ramas. Las flores son de un discreto color entre verde y amarillo, organizadas en racimos pendulosos de 4 a 8 cm y maduran produciendo unas bayas comestibles.
Su fruto es la grosella, o más concretamente la «grosella roja», también conocida como «zarzaparrilla roja» o «corinto», una baya ácida y comestible de color rojo translúcido de entre 8 y 12 mm de diámetro, con entre 3 y 10 bayas en cada racimo. La grosella es ligeramente más ácida que su pariente la grosella negra, y se cultiva principalmente para producir mermeladas y platos cocinados, en lugar de consumirse fresca. En Escandinavia se suele emplear en la elaboración de sopas y postres de verano, y en Alemania, Polonia y los Países Bajos se usa en diversos rellenos para tartas.
Aunque se suelen atribuir más usos medicinales a la grosella negra, herbo-ristas alemanes y británicos consideran que la grosella tiene propiedades febrífugas, suavemente laxantes, astringentes, purificadoras de la sangre, diuréticas y digestivas. También se dice que favorecen la exudación, facilitan la menstruación e incrementan el apetito. Algunos de estos efectos son probables, debido a su alto contenido en vitamina C, ácidos frutales y fibra. Se dice que el té hecho de las hojas secas alivia los síntomas de la gota y el reúma, que en compresas contribuye a la curación de heridas que tardan en curar, y que haciendo gárgaras ayuda en caso de infecciones bucales. Según el libro «Orbis Naturführer» (Orbis Verlag, Munich, 2000), aunque la grosella y la grosella negra son originarias del norte y este de Europa, las primeras grandes plantas cultivadas de grosella aparecieron en Bélgica y el norte de Francia en el siglo XVII. En la actualidad existen numerosas variedades cultivadas; algunas de ellas han escapado de los jardines de cultivo y se pueden encontrar en estado silvestre por toda Europa, y extendiéndose en Asia.
La grosella blanca es una variedad de la misma especie, Ribes rubrum. A pesar de su menor acidez y su carencia de color, no es una especie aparte. Las grosellas son muy sanas y no engordan, por lo que son recomendables en dietas de adelgazamiento dado que aportan vitaminas sin provocar aumento de peso.

Este fruto silvestre contiene un 90% de agua, por lo que hidrata el cuerpo, contiene mucha fibra, y no tiene calorías. Podríamos decir que las grosellas son auténticamente light. La grosella pertenecen al grupo de frutas del bosque que ayudan a quemar grasa. La grosella contiene pectinas las cuales poseen numerosas propiedades beneficiosas para el organismo. Las pectinas forman parte de la fibra soluble y cuando están en contacto con el agua la absorben, arrastrando las grasas. Además, las pectinas de las grosellas debido a su capacidad de captación del agua, hacen las heces de mayor volumen y ralentizan el vaciado gástrico aumentando así la capacidad del organismo para la absorción de algunos nutrientes. Las grosellas son beneficiosas en casos de diarrea dado que ralentizan la absorción intestinal haciendo que el estómago trabaje de forma más lenta. Además, al captar el agua, las heces que en estos procesos son líquidas, se espesan, siendo beneficiosas para hacer frente a este tipo de problemas. Las grosellas también ralentizan la absorción intestinal de azúcares por lo que son utilizadas en casos de hiperglucemia ya que mejoran la intolerancia a la glucosa. Las pectinas que poseen disminuyen la velocidad con la que los azúcares pasan del estómago al duodeno, con lo que se evitan subidas bruscas de los niveles de azúcar en la sangre.