Tooodo depende del imperio

Los inútiles intentos del gobiernito mexicano por presumir que tiene el control sobre la «seguridad nacional», la libertad y el cautiverio de los actores principales del narcotráfico y el lavado financiero de sus actividades, son como gritos en el desierto que ninguna persona en su sano juicio puede ?oír, ni mucho menos dar crédito.
Las recientes vergüenzas exhibidas ramplonamente en éstos y otros temas forman parte de un escarnio internacional insoportable.? De una miseria moral que quiere parecer pudibunda y pacata ante acontecimientos que no sabe ni con qué se comen. La pretensión de «mafiocracia» se ha enredado en su propio ridículo, de pena propia y ajena.
No tiene, nunca ha tenido, ni la capacidad, ni el poder, siquiera para opinar sobre estos temas, que rebasan a los «mandarines» nacionales, por distancias galácticas y grados de mando incomprensibles, tan lejanos como Plutón de la Tierra. Más, si se trata del nivel de comprensión de la «canalla itamita», oluca y pachuquita, manufacturada sólo para la obediencia lacayuna.
Peor todavía, el colonialismo interno
En la década de los sesentas fue puesto sobre el tapete de las discusiones universitarias un tema demasiado importante para que los teóricos exquisitos quisieran ocuparse de él, exprimirlo hasta su última expresión, pues mostraba con inigualable nemotecnia la punta del hilo que llevaba a descubrir la madeja de todos los entramados de la explotación: el colonialismo interno, una de las expresiones más afortunadas del lenguaje académico.
Mucho nos hubiéramos ahorrado, en tinta, en papel periódico, en horas-hombre y en discusiones peregrinas de tempo político si nos hubiéramos –el verbo siempre hay que estirarlo, si no queremos estrangular la belleza incomparable de nuestro idioma– abocado a la idea del colonialismo que proponían André Gunder Frank y los estructuralistas latinoamericanos, al comparar las enormes diferencias entre la burguesía y el lumpenproletariado.
Sus niveles de exacción, sus grados de superlativa desproporción, entre los que todos lo tenían y los que todo lo necesitaban?, fue evidenciado con maestría. Sesenta años sin volver al tema, descompusieron más todo, desfiguraron el sentido y el rostro de cualquier identidad. Avasallaron todos los conceptos emergentes de equidad e incipiente justicia social.
Descolonización africana, una hipocresía
En palabras de obras emblemáticas en boga, el mundo se hizo «más ancho y ajeno». Los «sonidos del silencio» político se repantigaron sobre una sociedad en medio del «mundanal ruido», ensordecida por la publicidad del «capitalismo de Estado», el «desarrollo estabilizador», la «sustitución de importaciones», los presidentes nacionalistas, obreristas y todas las zarandajas de rigor.
El imperialismo financiero internacional jalaba todos los reflectores hacia el proceso independista que se desarrollaba al otro lado del mundo y que los parlamentarios franceses, como Cartier, juraban por ésta que se trataba de una hipocresía mayor: la descolonización africana, cuyos líderes habían sido formados en las capitales de las metrópolis europeas.
Allí les habían extirpado a los proyectos de líderes todos los tumores de la adolescencia revolucionaria. Los habían hecho a su imagen y semejanza, inculcándoles siguieran los pasos hacia el desarrollo imperial, que a ellos ya los habían arruinado. Las metrópolis europeas ya habían sido colonizadas por las metrópolis financieras instaladas en Nueva York?.
99% de necesitados y 1% de trúhanes
El tema del colonialismo geográfico, estratégico e internacional lleva de la mano, necesariamente, a los graves problemas internos, pues se refleja con su misma crudeza y su asimetría comparada por los grados de desarrollo relativo, al que se practica, sin freno, hasta nuestros días, entre el asiento del poder federal y los estados cautivos, y entre las entidades federativas y sus municipios, y así, hasta dónde llegue. Hacia arriba, es perfectamente igual.
La pésima distribución del ingreso por sectores, regiones y clases, explica en toda su crudeza al modelo de desarrollo mexicano, una expresión insuperable de colonialismo interno, que nos ha llevado a ocupar los últimos lugares del planeta, casi en cualquier renglón de productividad y competencia: 99% de necesitados, frente a 1% de trúhanes, lo dice todo.
Estamos a la cola de la retaguardia, inermes y explotados, en materia de inequidad, injusticia y desigualdad material en nuestras condiciones objetivas de existencia. Lo peor, es que con nuestros gobiernos de gerentillos de las empresas extranjeras, no tenemos para dónde hacernos, una sola rendija para dónde asomarnos.
Gunter Grass: la Calcuta mexicana
Me platica un amigo que él charlaba, hace unos años, en un café del segundo piso ubicado frente al Palacio de Bellas Artes? con el Nobel alemán Gunter Grass –muy ligado a México, porque su hijo mayor había casado con la hija del gran cineasta Hiram García Borja– el novelista, acusado de militar en el nazismo hitleriano en su primera juventud, le hacía ver algo que le asombraba, que lo acompañó hasta su muerte.
Que México era del primer mundo, si se observaba desde la terraza del café y se avizoraban los marmóreos edificios de Adamo Boari, el del Correo Mayor, el antiguo de Telégrafos –hoy Munal–, pero si te asomabas hacia abajo, hacia la calle, te encontrabas, de repente, viendo hacia Calcuta. La lucha de los de a pie por sobrevivir.
Los octogenarios trazaban nuestro rumbo
El porfirismo, primer aggiornamiento económico e ideológico de México, construyó ferrocarriles, puertos, carreteras, medios de movilidad, servicios públicos, y «modernizó» las estructuras comerciales, financieras y agroexportadoras, incluyendo la minería y los bitúmenes petroleros, lo que permitía la perfecta inclusión del país en la división internacional del trabajo.
El mito extravagante del primer liberalismo seco fue «dejar hacer, dejar pasar», sin la intervención del poder público, como necesidad histórica, incluso del capitalismo industrial actual, en su período formativo. Decían, los repetidores de las consignas imperiales, que la acumulación privada debía llevar al progreso total.
Todas las actividades primarias se concentraron, en beneficio del industrialismo y las macrocefalias urbanas. El proceso llevaba necesariamente a generar los excedentes necesarios en el campo, para el enriquecimiento sin límites de los sectores empresariales y financieros.
El gran teórico del «porfiriato» –saludos donde esté, Don Daniel Cosío Villegas–, Francisco Bulnes, en su famoso discurso de 1903, ante la crema y nata del Dictador, decía que el modelo político estaba vinculado, en cuanto a su futuro, a la vida misma del caudillo, a una biografía personal ya declinante. Los octogenarios trazaban el rumbo del país.
País débil, presa de ambiciones imperiales
La regionalización de la miseria, estudiada a fondo por Pablo González Casanova, David Barkin y Rodolfo Stavenhagen?, siempre ha sido defendida a capa y espada, para su hipócrita conveniencia, por los teóricos al servicio del gran capital: concentración del excedente económico en pocas manos, regiones y sectores…
… ?ofrecimiento de mano de obra abundante y bajos salarios, estímulo a la importación indiscriminada de bienes de producción, apoyos generosos del Estado para el crecimiento desigual, desproporcionado y desequilibrado, para integrar un entorno de país débil, presa fácil de ambiciones imperiales, de la mano de una clase política meteca y descastada.
“Gobernantes”, simples mensajeros y mandaderos
Los últimos cuarenta años han agudizado las contradicciones: llevaron al colonialismo interno a un supremo grado de certeza. Nada se mueve en México, si no es bajo la orientación de los grandes depredadores, que para colmo del país, son los grandes lavadores del dinero del narcotráfico, obtenido por operaciones de «matasietes», pero ellos sí, de talla y reconocimiento mundial.
Toda orden llega, infaliblemente, desde el exterior: desde el permiso de concesionar y acumular, hasta el de matar. Son simples mensajeros y mandaderos de la moderna expresión del colonialismo financiero, del expansionismo y del intervencionismo, presente hasta en la mesa y en las mentes de un pueblo explotado y vaciado de contenidos.
La libertad, la capacidad de acumulación, hasta la aprehensión de los que ya «cumplieron su ciclo», según los patrones, de salteadores rurales y urbanos, es ordenada desde esos poderosos centros de subordinación y miseria.? Todos los fracasados intentos para demostrar que el gobiernito mequetrefe tiene el control sobre esos temas, son agua de borrajas.
Aparentes empresarios, lobos del dinero y dirigentes, en el modelo del colonialismo interno, forman una especie de lumpen burguesía, pues se han sujetado y comprometido, en su desenfrenado culto de poder, a designios superiores. Ellos mismos, nunca llegan a ser recibidos por los que verdaderamente mandan. No conocen ni al pueblo, ni a sus patrones.
Son unos infelices que viven en la angustia de ser señalados, en cualquier rato inesperado, para el sacrificio y el sostenimiento del sistema internacional, pero que acá en el rancho, deben aparentar soberbia, inmunidad, control de todo y autosuficiencia. ¡Brincos dieran! Están atrapados, como gusanos en un gallinero.
Índice Flamígero: Más temprano que tarde, el Imperio ordenará poner a resguardo carcelario a Humberto Moreira, no obstante las machicuepas del gobiernito mexicano para liberarlo, hace una semanas, de una aprehensión que duró sólo una semana en un reclusorio madrileño. Hoy ya se sabe que el togado que llevó su caso alguna vez fue su invitado en México –vía el farsante juez Garzón—y, también, luego de que uno de sus socios conocidos, presumiblemente “lavador” de Los Zetas, haya sido indiciado en España. + + + Desde Fresnillo, Zacatecas, escribe don Alfredo Álvarez Barrón: “El presidente nacional de Morena, Andrés Manuel López Obrador, arremetió contra el candidato del PRI a la gubernatura de Oaxaca, Alejandro Murat Hinojosa, al llamarlo –y cito textualmente—‘hijo de un cacique’, en alusión directa a su padre, el ex gobernador del mismo Estado, José Murat Casab. Pero fue José Antonio Estefan Garfias, de la coalición PAN-PRD, el que se llevó la peor parte pues a él lo tachó de ‘corrupto y zángano’. ¡Ah que mi Peje!, a ver si ahora no lo acusan de difamación y daño moral. Y en una de esas, hasta de disolución social.” Y enseguida El Poeta del Nopal hace de ello un epigrama: “Una feliz dinastía / quiere volver al futuro / y apuestan al voto duro / con renovada energía, / pues nadie quiere hoy en día / otro gobierno inexperto; / no es Gabino Cué, por cierto, / un simple chivo expiatorio / cuando es público y notorio / ¡que el PRI nunca ha estado muerto!”.