José Luis Loria: la belleza del arte para superar la desolación

En la vida del artista yucateco José Luis Loria hay pasajes que lo han marcado y no solo como creador: después de casi 15 años de vivir en Mérida, regresó a la Ciudad de México para estudiar el bachillerato unas semanas antes del movimiento estudiantil de 1968 y fue encarcelado. Días que se convirtieron en los más duros de su vida.
«Estuve tres días en la Dirección Federal de Seguridad, en los separos de Salto del Agua, fue pavoroso. Un lugar tétrico, con pulgas que se nos subían… fueron tres días que me dejaron una inseguridad tremenda; luego entré a estudiar en Filosofía y Letras, y en cuanto tuve una oportunidad me fui a Europa, precisamente como consecuencia inconsciente de todo eso que me había pasado».
Pero su estancia europea le depararía una nueva experiencia: en 1971 llegó a Praga y sin darse cuenta compartió con un grupo social que no era gente afín al régimen, lo que provocó que la policía lo buscara por meses, incluso su caso llegó hasta la Secretaría de Relaciones Exteriores, desde donde vino la orden para localizarlo y traerlo de nueva cuenta a México.
«Me meten a la cárcel los checos, salgó con una depresión enorme y regreso a México para encerrarme dos años, en un departamento de Liverpool, aquí en la zona Rosa. Regreso a Europa fines de 1972, cuando pasa esa depresión, porque era el único lugar donde me sentía seguro, y me toca la fortuna de llegar a Suecia, a vivir con una familia millonaria en un pueblo, donde durante siete meses me dedico a pintar.
«Y un día llamo a la embajada para preguntar si tenía correspondencia, y me preguntan mi nombre. La persona del otro lado de la línea me pregunta: ‘¿Usted estuvo en Checoslovaquia hace dos años?’. Le respondí que sí y resulta que me invitó a comer, porque había sido la persona que me buscó por todo Praga», rememora José Luis Loria.
A partir de ese momento recibió el apoyo para pintar y exponer en diversas partes de Europa. Comenzaba a consolidarse una labor que se había iniciado unos años antes, con una primera exposición en Chetumal, en 1971, donde recibió una visita que le dejó una huella profunda, sin saber en un primer momento la importancia del personaje: era el poeta Carlos Pellicer.

«Ahí había un cuadro al óleo, donde estaba el rostro de una mujer con el ojo reventado y la sangre de fuera… una pintura que era consecuencia de lo que había vivido en la matanza de Tlatelolco, el horror que había sufrido en los tres días que estuve en la cárcel, la injusticia tremenda. Pellicer se quedó viendo la obra y me dijo: ‘Por esta pintura, si trabajas duro y persistes, algún día llegarás a ser famoso’».

Vida europea

Aquella exposición en el Club Campestre de Chetumal, en 1971, fue el punto de partida de una vida artística que llevó a José Luis Loria a mostrar su obra en diversas partes del mundo, en especial en Estados Unidos, la antigua Checoslovaquia y Suecia, pero también a comunidades yucatecas, sin olvidar que su panorama se amplía, pues ya se prepara para una serie de exposiciones que llevará a China para octubre próximo.

«Esa exposición de Chetumal la recuerdo como una copia de aquello que me impactó de Europa, como molinos holandeses y cosas que no tenían mayor importancia, salvo dos o tres cuadros al óleo pequeños, entre los cuales estaba la pintura que llamó la atención del poeta», recuerda José Luis Loria, quien en el llamado viejo continente hizo lo que cualquier pintor autodidacta: dejarse impresionar por un molino, por un edificio, por una escena de mar, por el paisaje y la arquitectura europea.

Luego de su experiencia en los años del movimiento estudiantil, el pintor se matriculó en la Facultad de Filosofía y Letras, pero truncó la carrera porque decidió dedicarse al arte, para lo cual se vio obligado a consultar a su padre si no se sentiría muy frustrado al abandonar los estudios, «él me contestó que no, que simplemente hiciera bien las cosas: si quería ser carbonero, que lo fuera, pero que fuera el mejor».

«Uno de los factores más importantes de mi vida es el hecho de haber nacido a medio siglo, soy de 1951. Quien nace a mitad de siglo puede abarcar el final de uno y visualizar lo que viene en el siguiente, además de entender los 50 años de atrás.

«Mi primer contacto sensible con el arte se da a la edad de seis años, cuando estando en la primaria, en Progreso, Yucatán, veo en un festival de danza un número llamado La danza del beso, eso me dio pistas de la importancia del arte, de cómo nos llega a separar de la realidad».

El concepto estético

A sus 66 años de edad, José Luis Loria asegura que las experiencias de su vida le han permitido conocer la realidad de México, tanto de su lado más oscuro, como de su lado más brillante: el éxito de poder estar en la residencia oficial de Los Pinos, y el dolor de saber, ese mismo día, que lo deben de operar de urgencia de los ojos, incluso tiene una visibilidad de apenas 15 por ciento de su lado izquierdo.

Todo eso lo ha plasmado en la pintura, pero de una manera distinta: buscar mostrar la esperanza frente a la desolación, crear un contrapeso hacia todo eso que pasa en la realidad, «elevar nuestra capacidad humana», convencido de que es en la naturaleza donde se encuentra la posibilidad de interpretar la vida a través de todas las imágenes bellas.

«Actualmente estoy comprometido con la idea de reflejar la realidad desde un punto de vista estético, es mi compromiso mostrar lo bello que hay en nuestro propio existir: viene de todo el sufrimiento que se tiene en la vida, que se depura a través del conocimiento y de las experiencias que uno sufre. Hay una belleza espiritual en cada cosa y yo creo que de ahí parte todo lo que un artista siente y expresa como consecuencia de las dificultades de la vida y que se concreta a través de la expresión estética».

José Luis Loria se considera un artista libre, «si pudiera ser anarquista, lo sería, obviamente no lo soy, pero juego con ello», dice el artista, quien más allá de los éxitos o fracasos, se ha entregado por completo al arte, con fuerza y disciplina.

«Me ha preocupado siempre la naturaleza, porque toda mi obra ha estado influenciada por mis percepciones con respecto al mundo natural, específicamente la flora y fauna, que años después desarrollo creando colecciones de aves, de flores, he registrado todas las palmas de Yucatán, he hecho colecciones de insectos, grandes colecciones de mariposas».

En parte influido por ese interés en la naturaleza, para la exposición que presentará en China complementa la colección La cofradía de los ojos, una serie de imágenes de gatos trabajada en lápices de colores sobre papel Kraft, «que es el más barato y, aunque a mis coleccionistas no les gusta, los chinos quedaron asombrados de que yo trabaje con esos materiales», la cual ya había presentado en el Museo Fernando García Ponce-Macay.

No hay fecha exacta para la exposición en China, sería en el último trimestre de 2016, como resultado de un viaje que realizó José Luis Loria por el país asiático, pero no como un turista, sino con la mirada de un explorador a la caza de la esencia de la cultura china, lo que terminará por reflejarse en otra serie, en este caso acerca de dragones, un diálogo entre la tradición china y la cultura maya.