Embolia pulmonar, falla en la circulación

Estar así, sin modificar la postura corporal, propicia que la sangre circule lentamente o no lo haga en absoluto, y puede dar lugar a la formación de coágulos sanguíneos (trombos o émbolos) que potencialmente pueden desprenderse cuando el individuo se pone nuevamente en movimiento. Sin embargo, se debe aclarar que otros elementos también suelen desplazarse a través del plasma hasta obstruir un vaso sanguíneo: cúmulos de grasa, líquido amniótico, médula ósea, así como algún fragmento de tumor o una burbuja de aire.
Cuando se produce embolia, es decir, el taponamiento de una vía sanguínea, las arterias sanas (que no están obstruidas) aceleran su trabajo para enviar suficiente cantidad de sangre al área afectada y, con ello, evitar la muerte del tejido. No obstante el éxito de este “salvamento”, las complicaciones pueden presentarse debido al tamaño del coágulo, en caso de que la persona padezca enfermedad pulmonar, o cuando la obstrucción ocurre en los grandes vasos sanguíneos. El tipo más frecuente de émbolo pulmonar es el que se forma en una vena de la pierna o pelvis, aunque también puede generarse en las venas de los brazos o en el lado derecho del corazón. Sea como sea, cuando el peligroso intruso se libera y pasa al flujo sanguíneo es habitual que se traslade hacia los pulmones. “La configuración del pulmón es semejante a una red y eso hace que los coágulos se aniden allí, algo muy diferente de lo que ocurre con las embolias cerebrales, en las que el trombo se desprende no del pulmón, sino del corazón. De hecho, un infarto puede ser el inicio de la formación de un coágulo que luego migre hacia el cerebro”, explica el Dr. Juan Manuel Márquez Chávez, neumólogo adscrito al Hospital General Zona 27, del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). El especialista asegura que cuando se fractura un hueso, por ejemplo, se puede configurar cierto tipo de émbolo a partir de la grasa que escapa de la médula ósea, la cual pasa a la sangre; asimismo, durante el parto, el líquido amniótico puede tomar consistencia de grumo. Estos casos son raros y, cuando llegan a producirse estos fragmentos, se alojan en vasos pequeños, como arteriolas y capilares del pulmón.
En cuanto a lo ocurrido al actor travesti Francisco García Escalante, “Francis”, cuyo fallecimiento (octubre 10, 2007) se atribuyó a este problema, el especialista comenta, sin conocer a profundidad el caso: “Se puede sospechar que se debió a embolia grasa, muy común entre aquellas personas que se inyectan grasa para moldear y aumentar sus muslos y glúteos”.
Es posible que los pequeños émbolos no causen síntomas, pero en su mayoría provocan ahogo. Es habitual, asimismo, que la respiración se vuelva muy rápida y que exista evidente ansiedad y agitación por la falta de aire. Una señal característica más es el dolor torácico agudo, en especial cuando el paciente respira profundamente. En otras personas, las señales primarias pueden ser mareo, desvanecimiento o convulsiones, que se presentan por diversas causas: disminución brusca de la capacidad del corazón para aportar suficiente sangre oxigenada al cerebro y demás órganos, y ritmo cardíaco irregular. Como es de esperarse, quien se enfrenta a esta emergencia puede sufrir cianosis (la piel adquiere color azulado) y fallecer súbitamente. Por otra parte, los síntomas de infarto pulmonar son un tanto diferentes: tos, expulsión de secreción teñida de sangre (esputo), dolor torácico agudo al respirar y fiebre. Dichas manifestaciones se producen en el curso de horas, por lo que hay tiempo para buscar ayuda médica.

Al respecto, el Dr. Márquez Chávez explica que poco se puede hacer en casa por el enfermo que padece obstrucción súbita, por lo que lo conducente es llamar a los servicios de emergencia y trasladar al sujeto a una unidad hospitalaria.

Una vez ahí, el médico hará rápido interrogatorio a la víctima o a quien le acompañe, a fin de recopilar la mayor cantidad de información respecto a antecedentes médicos y hábitos de vida que permitan identificar los diferentes factores de riesgo: sobrepeso, tabaquismo, sedentarismo (escasa o nula actividad física) o la existencia de alguna enfermedad crónico-degenerativa, como diabetes mellitus (elevación de azúcar en sangre), hipertensión (presión arterial alta), dislipidemia (desequilibrio en el nivel sanguíneo de grasas, es decir, colesterol y triglicéridos) o artritis reumatoide (inflamación de las articulaciones y tejidos circundantes, pero que también puede afectar otros órganos).

En este caso, el médico suele sospechar en primera instancia de infarto al miocardio —explica el especialista egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México—, debido al dolor torácico, “pero la tecnología médica es nuestra mejora aliada para realizar el diagnóstico con certeza. La ‘prueba de oro’ para dar respuesta indudable es la angiografía (técnica radiográfica que emplea cierto colorante que se inyecta en los pulmones para determinar si las arterias están obstruidas), pero lamentablemente en los hospitales de primer y segundo nivel, es decir, los que no tienen todas las especialidades médicas, no contamos con este recurso”, señala.

¡A salvar la vida!
La posibilidad de que una persona con embolia pulmonar salve la vida depende de varios factores. Primero, del tamaño del coágulo y el sitio donde se aloje, pero también del tiempo que transcurra entre los primeros síntomas y la atención medica. Así lo explica el entrevistado, quien establece que en cuadros graves la mortalidad alcanza aproximadamente 80% durante la primera hora después del ataque.

Si todo va bien y el enfermo llega al nosocomio, es común que se le administre oxígeno y, en ciertos casos, analgésicos. También es fundamental aplicar un medicamento anticoagulante, que tiene como objetivo evitar el agrandamiento de los trombos existentes y prevenir la formación de otros nuevos.

En ciertos casos se le suministran fármacos trombolíticos (sustancias que disuelven el coágulo), pero éstos están restringidos para quienes hayan sido operados en los 10 días anteriores a la embolia, mujeres embarazadas o personas que sean propensas a experimentar hemorragias excesivas.

Mejor prevenir, que lamentar
Las cifras en torno a esta enfermedad en Estados Unidos, país cuyo sistema estadístico es sumamente confiable, señalan que 200,000 pacientes al año sufren embolia pulmonar aguda, y de ellos, casi un tercio fallece. En México no podemos saber qué tan mortífera es la enfermedad pero, como ya se estableció, no se encuentra dentro de las primeras causas de defunción.

Lo mejor es prevenir este tipo de eventualidades y poner especial atención en los grupos de riesgo; el primero de ellos es el integrado por personas a las que hayan operado del abdomen o los miembros inferiores, y quienes han sufrido trauma en las mismas zonas.

Asimismo, es preciso vigilar a los individuos que presenten estasis venosa (estancamiento de la sangre) por permanecer en reposo de forma prolongada a causa de enfermedad neurológica, falla cardiaca o trauma en las piernas. Personas obesas, así como mayores de 70 años, mujeres embarazadas y en periodo de posparto, también pertenecen a este “club” de individuos en peligro.

Para protegerse, mucha gente se vale de medidas profilácticas mecánicas o farmacológicas, pero siempre de acuerdo con la opinión de un especialista médico. En este sentido, tal vez alguien requiera aparatos de compresión intermitente en pantorrillas y/o muslo; alguien más puede precisar medias de compresión graduada (ejercen mayor presión en la pantorrilla), mientras otros tal vez necesiten medicamentos anticoagulantes.