El Papa urge a una amnistía contra la pena de muerte

El Papa Francisco urgió a establecer una amnistía que detenga la ejecución de la pena de muerte en los países donde todavía existe esa práctica y llamó a los gobiernos a considerar su abolición definitiva.
Esto en su mensaje con motivo de la Jornada Mundial de la Paz, un texto de 22 páginas cuyo contenido fue dado a conocer este martes por el Vaticano, pero que la Iglesia católica celebrará el próximo 1 de enero.
En el texto, Francisco instó a adoptar medidas concretas para mejorar las condiciones de vida en las cárceles, con una atención especial para quienes están detenidos en espera de juicio y teniendo en cuenta la finalidad reeducativa de la sanción penal.
Además llamó a las naciones a evaluar la posibilidad de introducir en las legislaciones nacionales penas alternativas a la prisión.
También se refirió a los inmigrantes y lanzó una invitación a «repensar» las leyes que los tocan, para que estén inspiradas «en la voluntad de acogida», en «el respeto de los recíprocos deberes y responsabilidades» y «puedan facilitar la integración de los emigrantes».
«En esta perspectiva, se debería prestar una atención especial a las condiciones de residencia de los emigrantes, recordando que la clandestinidad corre el riesgo de arrastrarles a la criminalidad», dijo.
Avanzó un «llamado urgente» a los responsables de los Estados para que hagan gestos concretos en favor de quienes sufren por la falta de trabajo, de tierra y de techo.
Solicitó la creación de puestos de trabajo digno para afrontar la «herida social» de la desocupación, que afecta a un gran número de familias y de jóvenes y tiene «consecuencias gravísimas» sobre toda la sociedad.
«La falta de trabajo incide gravemente en el sentido de dignidad y en la esperanza, y puede ser compensada sólo parcialmente por los subsidios, si bien necesarios, destinados a los desempleados y a sus familias», estableció.
«Una atención especial debería ser dedicada a las mujeres —desgraciadamente todavía discriminadas en el campo del trabajo— y a algunas categorías de trabajadores, cuyas condiciones son precarias o peligrosas y cuyas retribuciones no son adecuadas a la importancia de su misión social», apuntó.

Más adelante señaló la necesidad de realizar acciones eficaces para mejorar las condiciones de vida de los enfermos, garantizando a todos el acceso a los tratamientos médicos y a los medicamentos indispensables para la vida, incluida la posibilidad de atención domiciliaria.

Dirigió además un llamado para que se evite arrastrar a otros pueblos a conflictos o guerras que destruyen no sólo las riquezas materiales, culturales y sociales, sino también —y por mucho tiempo— la integridad moral y espiritual.

Indicó la urgencia de abolir y gestionar, de manera sostenible, la deuda internacional de los Estados más pobres.

Así como adoptar políticas de cooperación que, «más que doblegarse a las dictaduras de algunas ideologías», sean respetuosas de los valores de las poblaciones locales y que, en cualquier caso, no perjudiquen el derecho fundamental e inalienable de los niños por nacer.