La novedad de las «e-drogas». ¿Oscuridad creativa?»

Mis lectores más asiduos ya conocen mis cuestionamientos en cuanto a la contradicción cotidiana que se da entre el combate (guerra, le han llamado algunos) al narcotráfico en países como el nuestro, mientras en otras latitudes se siguen produciendo habitualmente noticias acerca de la «legalización» de su posesión, consumo o comercialización.
Mientras en México se matan miles de personas por este tema, en los países consumidores parece que la droga circula sin grandes sobresaltos. Al empeño que observamos para que se logre la extradición de narcotraficantes mexicanos o colombianos a los EU, no parece corresponder una similar energía para perseguir y encarcelar a los traficantes en aquel país (o por lo menos no constan casos frecuentemente en los medios).
En ese estado de reflexión me encontraba cuando, en relación con este tema, algo que parece el colmo de los colmos irrumpió en forma inquietante en mi pequeño cosmos, a través de mi computadora. Tengo la costumbre (muy saludable para la mente y el conocimiento) de dar seguimiento a las llamadas TED talks, esas conferencias, con una duración normalmente menor a los 20 minutos, en las que mentes muy brillantes, ya sea de artistas, intelectuales, activistas o científicos, nos presentan temas de gran interés.
Y entre ellas, me encuentro con una de Jamie Bartlett (que hasta el día de ayer tenía más de un millón de vistas), titulada How the mysterious dark net is going mainstream (Cómo la «red oscura» está pasando a primer plano)1, la cual me ha impresionado, entre otras cosas, por algo que ha sido una novedad para mí: el tema de las drogas y su «e-commerce».
En dicha plática, empieza el simpático Jamie haciendo una provocadora afirmación. «Si usted quiere comprar cocaína de alta calidad y bajo precio, hay un solo lugar en donde esto es posible y éste es el mercado anónimo de la red oscura (the dark net)». Y con esta sentencia da inicio un fascinante y revelador recorrido por este ciberespacio a cuyos sitios no se accede por la vía de los exploradores comunes como Firefox o Chrome, debido a que se encuentra precisamente en ese lado oscuro o clandestino de la internet.
A esta parte de «la red» que está poblada de sitios cuyas URL son una colección de números y palabras sin sentido aparente, todas ellas con terminación .onion, se accede a través de un explorador conocido como el explorador Tor. Originalmente, este navegador, nos dice Bartlett, era un proyecto de la inteligencia naval, que posteriormente se volvió de «código abierto» y permite a cualquiera navegar sin que se pueda conocer su ubicación.
A través de lo que llama un «sistema de encriptación diabólicamente inteligente» se consigue navegar anónimamente por la red y se logra que uno de esos 20 o 30 mil sitios que existen en ese espacio difícilmente pueda ser detectado y clausurado por parte de las autoridades. Así las cosas, este mundo de clandestinidad y anonimato sin parangón es el lugar ideal para que alguien que tenga algo que ocultar (legal o ilegal) participe en él.
Ahí en the dark net encontraremos, explica ingeniosamente Jamie, sitios de pornografía ilegal, de activismo político, de denuncia, de bibliotecas de libros pirata, servicios «profesionales» de piratería comercial u, obviamente, sitios para la compra venta de drogas. Y sin sugerir siquiera a la audiencia que concurra a dichos sitios, nos presenta el conferencista una interesante descripción de los mismos. Empieza por mostrar imágenes de dichos sitios en los que aparecen gráficamente todos y cada uno de los productos ofrecidos, con procedimientos para hacer las compras y los pagos y hasta, lo más curioso de todo, un botón del tipo de «reporta este producto».
Y continúa describiendo la forma en que algunos de estos sitios han llegado a comercializar más de mil millones de dólares antes de ser cerrados, utilizando la cibermoneda conocida como bitcoin y haciendo uso de sofisticadas herramientas de pago y entrega garantizados por terceros o publicidad de boca en boca, que ha logrado construir verdaderas reputaciones de sitios, basadas en las opiniones de usuarios satisfechos, que atestiguan haber obtenido droga de alta calidad y bajo precio.
Más allá del tema del comercio de drogas, que en sí mismo encierra riesgos para la salud y actividades criminales, y de la paradoja de que se puedan adquirir aparentemente con tanta facilidad, mientras miles arriesgan la vida por comerciarlas, lo más rescatable a mi parecer, de esta interesante conferencia que desde luego recomiendo ampliamente a mis lectores, es el hecho en el que el presentador concentra su atención, en ese fenómeno que está teniendo lugar en esa periferia clandestina, que anticipa más cambios profundos en la internet y en la forma en que ésta sirve a los malos y a los buenos propósitos.
Una periferia clandestina que se desarrolla en un mundo hostil, en el que lo único que puede salvarle a quien lo habita es la creatividad y la innovación. Una periferia que tiende a dejar de serlo y amenaza con llenarlo todo, principalmente motivada por la preocupación creciente que los usuarios de internet tienen en relación con su privacidad.
La historia de la internet es una de sorpresas y cambios a sorprendentes velocidades; algunos de dichos cambios, insospechados y revolucionarios. Me parece que lo que muestra esa conferencia y el mundo a que se refiere representa uno de ésos, de inconmensurables proporciones. Ya veremos.