Cómo tratar a un enfermo terminal

«¿Tendré fuerza y seré capaz de cuidarle?», ¿cómo lograr que no perciba el intenso dolor que siento?» y ¿de qué manera le doy ánimos y lo hago feliz en estos momentos sin llorar cuando lo tenga en frente?», son sólo algunas de las interrogantes que se plantean los familiares de un enfermo en estado terminal, a quienes dicha situación les cambia por completo la vida. Esto se debe a que comienza largo peregrinar entre médicos, internaciones, cirugías y tratamientos especiales, procesos que tienen como fin disminuir el sufrimiento y malestar al paciente.
Ahora bien, es importante tener claro que al término «enfermedad terminal» concurre una serie de características que no sólo permiten definirla, sino también establecer adecuadamente la terapéutica a seguir:
Presencia de padecimiento avanzado, progresivo e incurable, por ejemplo, cáncer, sida, tumores cerebrales inoperables, mal de Alzheimer e insuficiencia renal (en riñón), cardiaca (corazón) o hepática (hígado), entre otros.
Deficiente respuesta a un tratamiento específico.
Presencia de numerosos problemas o síntomas intensos.
Pronóstico de vida inferior a seis meses.
Cabe destacar que los ancianos son los protagonistas más frecuentes en este contexto, pues regularmente 4 de cada 5 fallecimientos hospitalarios se presentan en personas mayores de 65 años. Esta situación y la proximidad de muerte de un ser querido llenan de tristeza e impotencia a muchos hogares, pero curiosamente el paciente es quien muestra resignación más pronto, ya que está conciente que debido a su edad y malestares irremediablemente se acerca el fin de su vida; sin embargo, le causa gran angustia y dolor que sus familiares sufran por él.
Es natural que ante el diagnóstico de enfermedad incurable la primera reacción del afectado sea de negación e ira y piense «por qué a mí», pues se trata de una situación muy dolorosa y traumante, aunque en cierto tiempo aceptan la realidad; no obstante, para los familiares es algo casi imposible de superar. Entre ellos la mayoría de las veces se crea velo de silencio, todos sufren y temen individualmente, pero conforme pasa el tiempo surge la comunicación y cada uno expone lo que siente, lo que de alguna manera alivia el pesar propio y ajeno. Pero pese a ello, aunque sólo hay un enfermo físicamente hablando, todos lo están emocionalmente.
Ahora bien, en los hogares en donde siempre ha prevalecido sinceridad y comunicación se vive dicho proceso con profunda tristeza, pero serenamente, lo cual permite reconocer que se está haciendo todo lo posible por mitigar el sufrimiento del paciente, incluso, ayudan al enfermo a cumplir sueños, deseos y a finalizar tareas inconclusas. En cuanto al papel del médico, es preciso que le explique al enfermo que por el momento todas sus dolencias son controlables y que, si llegan a incrementarse, se pondrán en práctica nuevos tratamientos y cuidados especiales que las disminuirán. Lo anterior llega a ser más relevante e importante en el caso de ancianos, ya que ellos además tienen sufrimiento moral, pues temen a la soledad, abandono y a causar problemas a sus familiares.