Disfunción eréctil, ¡no todo está en la mente!

Cuando esto pasa, el cuerpo reacciona disparando una serie de estímulos que le indican a vasos sanguíneos, nervios y músculos de dicho órgano que trabajen en conjunto con el propósito de tener una erección;
ésta se logra al ingresar mayor cantidad de sangre a los tejidos del pene, provocando su crecimiento y rigidez. Hasta aquí todo es miel sobre hojuelas, ya que regularmente permite historias de amor y placer.
Sin embargo, cuando la mente quiere, pero el cuerpo no obedece, existe un problema; es como si imaginaras que puedes mover una taza de café que está sobre la mesa sólo con el “poder de tu mente” y después de mucho concentrarte, no eres capaz de hacerlo; entonces necesitas estirar la mano para poder llevar la taza a tu boca, es decir, requieres de una “ayudadita”.
En la disfunción eréctil (DE) sucede algo similar al ejemplo anterior, ya que la mente intenta enviarle la información correcta al cuerpo para que tenga una erección, sin embargo, el pene no reacciona de manera positiva; a veces el miembro puede crecer, pero no logra la dureza para una penetración.
Incluso, puede estar aparentemente firme, pero en el momento de la penetración se dobla y pierde la firmeza alcanzada.
Por tanto, el estado ideal es cuando se encuentra completamente duro y firme.