«Remembranzas de un crack… a propósito del caos en China»

Me caló la frase. «Me imagino, Don Gustavo, le respondí. Y abundé en mi comentario: máxime si nos ponemos a pensar en lo que viene. Porque, si bien ya pasó lo peor de momento, ahora tienen ustedes por delante el desafío de reconstruir lo posible para encarar los retos que esperan a la futura administración.» «Así es, Oscar, me dijo. Veo frente a mí a un sistema financiero maltrecho, que difícilmente podrá hacer frente a lo que se requerirá».
Y lo peor, agregué,  es que el mercado bursátil es de las pocas alternativas de intermediación financiera privada que quedan y que pueden fortalecer la confianza de los inversionistas extranjeros y nacionales, dado que los bancos son propiedad del Estado. Y me parece que dicha intermediación será crucial para hacer realidad los proyectos del candidato. Se habla de ambiciosos planes de privatización y de la necesidad de contar con canales eficaces para captar inversión externa, la cual, en la modalidad de «inversión de portafolio» solo se podrá captar a través de una bolsa confiable y atractiva.
En su oficina reinaba una calma parecida a aquella que sigue a una tormenta, lo que nos permitió seguir hablando sin prisas. Acto seguido, casi exclamó «No será la primera ni la última ocasión en que enfrentemos la adversidad. Y tenemos un compromiso con Salinas y poco tiempo para cumplirle. Así que, manos a la obra en la reconstrucción del mercado bursátil, Oscar». ¿Qué se le ocurre? ¿Cómo cree que lo podríamos lograr? Yo pienso, me dijo, que Nafin puede y debe hacer algo de gran alcance. Ernesto Marcos me ha insistido en ello.
De acuerdo, dije. Si bien, coincidí con la postura de miguel Mancera, en cuanto al Banco de México en aquel momento, creo que ahora, en esta nueva situación, con estos niveles de precios y con los intermediarios ahí, obligados a luchar por su negocio y por sus empresas, creo que se impone una inteligente e intensa intervención de Nacional Financiera, pero no con una indiscriminada inyección de fondos con criterios gubernamentales, sino más bien liderando un mecanismo de mercado, convocando a las casas de Bolsa más importantes y a sus clientes para invertir selectivamente y formando un Fondo propiedad de quienes inviertan, el cual posteriormente se pueda bursatilizar.
Petricioli entendía bien el mercado. Creo que legítimamente a Miguel Mancera y a él se les puede considerar los padres del mercado mexicano y ambos tenían claro que Nafinsa (como se le llamaba entonces) tenía por ley el mandato de apoyar el desarrollo del mercado bursátil. Quizás por ese conocimiento Petri fue mostrando cada vez más entusiasmo por lo que hablábamos. Con diferente actitud e incluso con entusiasmo siguió dándome indicaciones alrededor de lo mismo, hasta que intempestivamente, se irguió, giró con todo y su silla reclinable y tomó el famoso y mítico teléfono rojo. Marcó un número y ordenó: Ernesto, te pido que recibas a Oscar Espinosa, pues se integrará a partir de hoy a tu equipo, como Director de Banca de inversión. Te comentará unas ideas que hemos delineado juntos y las cuales deberán implementarse a la brevedad. ¡No hay tiempo que perder!
Frente a sí, Don Gustavo tenía a un Oscar desconcertado y sorprendido. «Don Gustavo, no se vale, le expresé, habíamos quedado en que sería como externo que yo me abocaría a ciertas cuestiones «Pues ya desquedamos, Oscar» Todo cambió y ahora jugará usted en esa posición, no se olvide ¡El que da el consejo da el tostón! Y apure el paso, que Ernesto Marcos le espera en su oficina.
Después de un trayecto lleno de cavilaciones y dudas, llegué a la oficina de Ernesto Marcos, Director General de Nacional Financiera, a quien conocía poco, pero por quien sentía un gran respeto. Siempre he dicho que lo mejor que me ha pasado, ha sido tener los jefes que tuve y Ernesto no fue la excepción. Desde el primer día, me entregó toda la confianza y asumió la responsabilidad de lo que le proponíamos y hacíamos. Él tenía ya muchas buenas ideas y en el área a mi cargo había mucho talento, al igual que en otros de sus colaboradores relacionados con los mercados. De inmediato convocó a algunos de ellos y me pidió que presentara lo que habíamos comentado con el Secretario de Hacienda.
Convocamos a los presidentes de las Casas de Bolsa y la respuesta fue estupenda. Tomaron de inmediato el compromiso de hablar con sus accionistas y clientes y acordamos que Nafin invertiría uno o dos pesos (no lo recuerdo exactamente) por cada uno que invirtieran ellos y formamos un comité de inversión que sesionaba todos los días. Nafin tenía capacidad de vetar cualquier decisión del comité, pero respetaría los criterios de mercado conforme a los cuales se tomaran las decisiones.
Empezamos a invertir y debo reconocer que en los primeros días toda la inversión fue absorbida por el mercado sin generar ninguna reacción. Muchos millones de pesos de aquellos. Sabía yo todo lo que estaba en juego y la forma en que esto podría, si no funcionara, lastimar al patrimonio de Nafin. Aun compartiendo estas preocupaciones, Ernesto apoyó que siguiéramos sabiéndose respaldado por Don Gustavo que a diario nos llamaba a ambos. La decisión de todos los inversores, frente a esa nula reacción, fue aumentar los fondos comprometidos y hacer ver nuestra disposición a aprovechar aquellas oportunidades. Cierto día, el mercado «se dio la vuelta» y empezó una clara tendencia al alza, que duró mucho tiempo y sirvió de base para recuperar un mercado muy importante para nuestra economía.
En el título de esta columna he hecho alusión a China. Nada más lejano de mi intención que sugerir lo mismo, ya que soy consciente de que no hay dos países o dos crisis iguales. Pero lo que sí es muy similar, es la necesidad enorme que ese país tiene de contar con un mercado vigoroso, que apoye su transición económica. Admiro lo que China ha logrado y me apena ver que sus esfuerzos no estén dando los resultados necesarios.
P.-D. No olviden comentar y seguirme vía twitter en @oscarespinosav.