La Hora Cero del Peñismo

Todos los choferes de cualquier transporte carretero en el país saben de la existencia de la fatídica «hora cero», aquélla
que se presenta en el crepúsculo, cuando no es posible ver ni con ni sin luces en los faros del auto.
El viejo día no ha muerto del todo, y la nueva noche no tarda en llegar, parafraseando al gran Bertolt Brecht. Aquí, lo que funcionaba lo mataron, y lo que prometieron nunca nacerá.
Todo ser humano y cualquier organización económica, política, cultural y social, así como todos los países, saben que llega un «momento? cero» en su vida, cuando no es posible echarse para adelante, ni para atrás.
Es la hora del catatonismo, de la parálisis angustiante, de la cuadriplejia total. Donde todo el entorno conjura en contra, y ya no se puede hacer algo, aunque sea simbólico, para remediarlo. Todo opera al revés.
Cuando pronunció la famosa frase «¡Alea, jacta est!», relatada en La Guerra de las Galias, Julio César la describió –«la suerte está echada»– como la hora del combate forzoso, de la incursión obligada, donde un sólo gesto incierto significaba la derrota.
Alertó a sus harapientas y enfebrecidas tropas al borde de la frontera. Los instó a cruzar el río Rubicón, so pena de que si no lo hacían, los avances de los enemigos por la retaguardia los fueran a masacrar y, si lo hacían, también podían ser exterminados.
Hasta el mismo Emperador de los romanos –aquél que prefería ser alcalde de cualquier aldea que segundo en Roma; el que dijo que era igual que cualquier ser humano, pero que superaba a todos en zalamería a los poderosos y en aplastar sin piedad a los indefensos– tuvo que aceptarlo.
En México llegó la hora cero. El mismo sistema, que nunca fue dama de la caridad, ni el mejor samaritano, ha sido rebasado en su capacidad de aguante por pésimos protagonistas de la carpa cirquera decadente.
La sociedad acumula un día sí y otro más y mejor, agravios vejatorios sin parangón. Las fuerzas represivas acatan ciegamente órdenes de imperitos hasta en el amedrentamiento. Contrariadas consigo mismas, deben obedecer a melifluos y patanes.
La caldera hierve sin pivotes de desfogue. La violencia se ejerce desde el poder, sin recato, para acallar indefensas voces disidentes?, apoyado en una «legalidad» ilegítima que no soporta la más ligera revisión semántica.
La derecha política y el empresariado consentido, sólo un puñado de lo que fue la vieja iniciativa privada que sostuvo al sistema, desde que el Estado abandonó su rectoría, exhibe toda su voracidad y, al mismo tiempo, desnuda su ignorancia rupestre.
El gobierno no es lo suyo. Su triunfo, como dijo Juárez, es moralmente –y hasta cívica y electoralmente– imposible.
Cómo recordamos las palabras de Juárez, horas después de fusilar al usurpador Maximiliano de Habsburgo: «Que el enemigo nos venza y nos robe, si tal es nuestro destino; pero nosotros no debemos legalizar sus atentados…
… entregándole voluntariamente lo que nos exigen por la fuerza. Si la Francia, los Estados Unidos, o cualquiera otra nación se apodera de algún punto de nuestro territorio y por nuestra debilidad, no podemos arrojarlo de él, dejemos vivo nuestro derecho, para que las generaciones que nos sucedan lo recobren…»
Nuestros dirigentes sólo ?ensalzan a los corruptos…
Hoy, el “gobierno”, o como quiera llamársele, es el que ejerce contra nosotros la violencia, la mendacidad y la opresión.
Hemos dado al mundo nuestra oculta y verdadera imagen; sólo nos interesa ingresar las remesas (y la tesis profesional de Videgaray ¡urge a gravarlas fiscalmente!)? a cambio de someternos, por migajas, a los intereses estadounidenses.
Sólo falta que Donald Trump, o cualquier otro heredero de Ross Perot, llamen a los Minutemen a enderezar sus miras sobre los auténticos ilegales: aquéllos que continúan queriendo enajenar el patrimonio petrolero y acabando con el empleo.
En nuestra hora de Walpurgis, la cacería de brujas se ha extendido, de los causantes cautivos, a todo aquél que ose emprender una industria sin el beneplácito de los dueños del derecho de piso: los que llegaron de Metepec.
Nuestros dirigentes ?ensalzan a los corruptos, los premian con canonjías y privilegios del poder; descalifican los intentos populares de expresión y de liberación; loan a los asesinos; se arrodillan ante los dueños del dinero.
Elogian a los incompetentes; castigan con todo el rigor de la ley a los leales; llevan al altar de la patria a los desarraigados; encubren a los criminales y pederastas. Nuestra suerte está echada.
Pasamos, en un abrir y cerrar de ojos –¿qué significan 36 meses en la historia de un país?– del Mexican Moment, que celebraban con fastos y ditirambos en todo el planeta, a la fatídica hora cero, cuando hay que pagar los platos rotos.
¿Quién les va a creer a estos criollos aprendices de malas artes que, para detener la irrefrenable caída en picada del peso, gracias a sus fallidas decisiones de política económica, están retirando decenas de miles de millones de dólares de la Reserva Federal de EU, donde están empeñados nuestros recursos?
Es más sencillo suponer –y comprobar– que, al no poder retirar un solo dólar de los 200 mil millones que usan de nuestros impuestos para sostener la divisa norteamericana? y que están comprometidos a rigurosos plazos en Washington, hagan lo que siempre hacen.
Pedir préstamos adelantados, sin aprobación del Congreso ni de instancia alguna, para seguir subsidiando a los ?traficantes de divisas, a cambio de que no interrumpan los negocios que pueden seguir haciendo con sus constructoras favoritas.
A cambio de que por esa vía, sacien el berrinche y la decepción que les provocaron por no dejarlos participar en ninguna mega obra de las que dicen que harán para el 2020, cuando ya se hayan ido muy lejos del poder y muy cerca de la vergüenza.
Ya no se puede, ni para adelante, ni mucho menos para atrás
Lo suyo es saquear y mentir. Eso no se aprende en ningún libro decente, por eso hasta presumen no haber leído alguno. ¿Recuerdan la FIL de Guadalajara, y el bochornoso espectáculo en el auditorio de la Ibero?
¿Quién podrá remendar los agravios a las fuerzas armadas, derivadas de los casos Tlatlaya, Ayotzinapa, Apatzingan y Tanhuato? ¿Quién podrá volver a hacer creer a nuestros «juanes» y a los mandos medios castrenses? que defienden el honor de México y no de unos cuantos descerebrados?
?¿Quién podrá volver a confiar en la honorabilidad del INE, si el paleto del hijo de Arnaldo, con arrogancia de intelecual por cual ya destruyó sus cimientos, con sus alocadas decisiones parciales y ofrecidas al mejor postor?
¿Quién podrá volver a creer en el sistema de partidos, cuando hemos vistos que éstos “órganos de interés público” sólo atienden sus propios intereses y son nido de intrigas, chismes y, sobre todo, cochupos?
¿Quién podrá tener confianza en la vigencia de leyes secundarias que aterricen las «reformas estructurales», el infame Base Cero, el «sistema nacional anticorrupción», si van a ser votadas con el dedo de la mitad más uno de diputados bajo el sello de la infamia y la corrupción?
¿Quién volverá a creer en la procuración e impartición de justicia, si los fiscales y los jueces supremos surgieron del mismo lodazal de la inmundicia, la prevaricación y la ignorancia??
¿Quién, en su sano juicio, podrá volver a creer en los fonemas «lealtad», «ahorro», «trabajo», «patriotismo» » República «, «honradez», » competitividad», «tolerancia», «libre expresión » «patrimonio histórico «, «mercado interno», «peso fuerte» y todas las arengas que se pueda usted imaginar??
Ya no se puede, ni para adelante, ni mucho menos para atrás. ¿Quién podrá gobernar, diría Jorge Ibargüengoitia, estas ruinas que vemos?
Y esto es sólo lo que se puede ver.
Si ésta no es la hora cero, no sé cuál podrá ser.

Índice Flamígero: Sobre la Situación Actual de México me escribe una reflexión Monseñor Abelardo Alvarado Alcántara, Obispo Emérito de México: “Lamentablemente el panorama actual de nuestro país no es nada tranquilizador. Continúa el problema de la inseguridad y la delincuencia; la corrupción en todas las instituciones; la pérdida de confianza y credibilidad del gobierno; el empleo formal a la baja; el crecimiento económico igual; la caída del precio del petróleo y la devaluación del peso. Todo esto constituye un contexto muy adverso para el bienestar del pueblo. Se afirma que algunos de estos factores son factores externos. Hay esperanza de que esta situación mejore. El Presidente de la República presentará su informe como de costumbre y dará un mensaje al pueblo de México sobre la situación del país. En el último año, Peña ha vivido diferentes crisis: la desaparición de estudiantes de Ayotzinapa (en septiembre del año pasado); la revelación periodística sobre la compra de la llamada casa blanca, a través de un contratista del gobierno (en noviembre del año pasado); hasta la reciente fuga del narcotraficante Joaquín Guzmán Loera, y la devaluación del peso frente al dólar. Ojalá el Presidente sea claro, directo y autocrítico para que trasmita confianza al pueblo.” Ojala sus ruegos y oraciones sean escuchados, Monseñor.

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